“Lo
bueno termina solo, lo malo hay que detenerlo.” (Charles Beauregard, p. 228)
Imaginemos
por un momento que el viejo vampiro Drácula, el mismo de la obra homónima de
Bram Stoker publicada en 1897, no hubiera sido derrotado por el doctor Abraham
Van Helsing y su troupe, que alzándose victorioso de este fatal encuentro
hubiera ido adquiriendo poder y posición hasta el punto de llegar a amancebarse
con la reina Victoria de Inglaterra convirtiéndose así en su príncipe regente,
dueño y señor del imperio británico y pilar fundamental para el destino de
Europa. Pero hay más: imaginad que los vampiros, viendo ahora al más poderoso
de su especie no solo salir a la luz sino convertido en uno de los personajes
más influyentes del mundo occidental, dejaran de ser criaturas míticas y
ocultas y comenzaran a convivir de igual a igual con los humanos. Conflictos,
enfrentamientos, amistades extrañas… En fin, múltiples posibilidades de
convivencia nunca tranquila pues no podemos olvidar que unos encierran en sus
venas el alimento esencial de los otros. ¡Vaya panorama infernal! ¿Os lo estáis
imaginando? Pues justo esto es el punto de partida de esta sensacional novela
de Kim Newman, La era de Drácula (Anno Dracula, 1992), también conocida
como El año de Drácula según una
traducción anterior (no sé cuál será más exacto o hará más honor al original,
pero este último resulta más sonoro, más evocador).
Valiéndose
de personajes extraídos de novelas, reales o de su propia invención, Newman
construye un retablo infernal en el cual los vampiros resultan terroríficos,
criaturas sedientas y malignas cuando no conspiradoras y decadentes. Alguno hay
de buen corazón que intenta convivir en armonía con los humanos, cosa nada
fácil porque tampoco es que estos sean un modelo de bonhomía y honorabilidad,
pero mal que bien van tirando hacia adelante. Ambientada en la época victoriana
dominada por el terror de los crímenes de Jack el Destripador, será su
fulminante y aterradora carrera criminal la que centrará nuestra atención.
Newman parte de una historia que ya está un poquito trillada, pero con una
brillantez soberbia sobrepone la falta de sorpresas en el argumento con el
añadido de un punto de vista particular y fantástico que acaba atrapando sin
remedio al lector. El doctor Seward, el administrador del hospital psiquiátrico
donde es internado Renfield, el esclavo mental de Drácula en la novela de
Stoker, es aquí el asesino Jack. Que nadie se enfade porque desvele esto: lo
sabremos al poco de comenzar La era de
Drácula pues no estriba su interés en descubrir quién es el asesino. En un
impactante capítulo inicial narrado en desesperada primera persona por el
doctor a modo de diario, el cual va grabando en cilindros de cera con un
fonógrafo, descubriremos que él y no otro es el siniestro Cuchillo de Plata.
Todo lo contado por él y susurrado en la penumbra a su fonógrafo es
espeluznante, crímenes y sentimientos expuestos con una fuerza mareante que
convierten estas páginas en oro puro. Se añade, en un guiño genial, como
víctima del Destripador Seward a Lulú Schön, personaje creado por Frank
Wedekind y popularizado por la ópera de Alban Berg y la magnífica película de
Georg Wilhelm Pabst La caja de Pandora
(Die Büchse der Pandora, 1929). Y van
apareciendo uno tras otro diversos caracteres extraídos de películas, novelas y
la vida real: Florence, esposa de Bram Stoker; Lestrade, Mycroft y Sherlock
Holmes; Frederick Abberline y las víctimas de Jack; Henry Jekyll; Lord Ruthven;
Oscar Wilde… Pero sin caer en el carrusel de citar nombres y así no tener que
preocuparse de crear y dar vida a un personaje, sino dotándolos de vida,
creando su versión de ellos, que no tiene por qué coincidir con la del lector,
para que sintamos su aliento y su respiración y no quede todo en un juego
erudito pero intrascendente. La lista al completo de apariciones “estelares” de
la novela la podéis encontrar AQUÍ,
en la página de The Wold Newton Universe
(siguiendo el enlace podéis enteraros con diáfana claridad de qué demonios es
esto) dedicada a la saga del Drácula de Newman (La era de Drácula es la novela inicial de una serie de cuatro, a
las que hay que sumar once relatos si bien el primero de ellos, Red Reign, 1991, es el que daría origen,
una vez extendido, a la obra que nos ocupa).
Newman
también triunfa en lo que a priori podría presentarse como lo más difícil: la
reconstrucción de los hechos contados por Stoker en su inmortal obra que aquí
se convertirán en el triunfo de Drácula sobre Van Helsing y los suyos. La
narración de Seward de la caída de Lucy, la conversión de Mina y el
enfrentamiento donde el grupo de Helsing termina diezmado y en fuga es
emocionante y reverberante de tensión. Pero lo mejor de Newman no se queda solo
en las estremecedoras páginas relatadas por el desquiciado Seward. Quizá su
gran logro, o el mejor a mi gusto, sea su imponente capacidad de crear
personajes de su propia cosecha que no tiemblan ante semejante plantel. El primero,
la impresionante Geneviève Dieudonné, la vampira de cuatro siglos y medio de
edad y 16 años de apariencia, proveniente de otra saga de novelas con ella de
protagonista que Newman escribiera bajo el seudónimo de Jack Yeovill y que aquí
adapta a sus nuevos intereses. Una vampira que intenta mantenerse del lado del
bien, algo que el autor nos muestra con una fuerza y una credibilidad
excelentes, y que no resulta blanda pues nos muestra el otro lado, el de los
vampiros que se dejan llevar por sus instintos, con tal crudeza y crueldad que
respiramos aliviados cuando aparece la bella Geneviève. ¡Por favor, algo de
humanidad aunque provenga de un vampiro! Su otra gran creación es Charles
Beauregard, miembro del Club Diógenes, agente del bien que intentará detener
apenas con el único medio de su inteligencia el mal que ha emponzoñado Londres,
o lo que es lo mismo, el planeta entero. Bueno, un poquito de ayuda sí que
tendrá Beauregard, porque aparte de Geneviève, que ya es bastante, contará con
el apoyo del cónclave de malvados (Fu-Manchú, Moriarty, el coronel Moran,
Griffin el Hombre Invisible, el judío Sikes y Raffles) aliándose con él en la
caza de Cuchillo de Plata, recordando esta alianza y forma de actuar a los
matones de los bajos fondos en la película M,
el vampiro de Düsseldorf (M,
1931) de Fritz Lang, en la cual la policía, en su búsqueda del asesino,
dificultaba los negocios de los hampones y criminales, por lo que deciden
colaborar en su captura y librarse de este modo de la atosigante presencia
policial.
Newman
se toma su tiempo presentando personajes, en desvelar la trama, en
introducirnos en la época y el universo por él construido, para que cuando
hacia la mitad de la novela la acción se desencadene sin respiro estemos ya
absolutamente inmersos en esa era victoriana que es casi más un sueño con
tintes de pesadilla que una realidad. Una alucinación histórica cimentada por
el recuerdo y el deseo de lo que pudo haber sido y su reflejo en novelas y
películas, su maravillosa y subyugante distorsión. Una novela cuya lectura me
ha fascinado, con el regalo añadido de que su continuación, El sanguinario Barón Rojo (The Bloody Red Baron, 1996) me ha
gustado aún más. Pero esto es ya parte de otra aventura que contaremos más
adelante.
NEWMAN,
Kim. La era de Drácula. Traducción de Jaume de Marcos Andreu. Madrid: Alamut,
2010. 319 p. ISBN 978-84-9889-042-6.
4 comentarios:
Hace dos o tres años tuve ocasión de leer este libro y me deslumbró, por lo que veo, tanto como a ti. Como a priori no esperaba gran cosa de él, fue una sorpresa increíblemente agradable, aunque no tanto como la de encontrarme de repente con una nueva entrada en La décima víctima. ¡Cuánto lo habíamos echado de menos!
¡Hola, Ramón! Muchas gracias, aunque esta reseña no es nueva, la he recuperado de tiempos lejanos. Esta novela de Newman es espectacular, pero aún me gusta más la siguiente de la saga, "El sanguinario Barón Rojo". Aparte, siento de nuevo el deseo de escribir para La décima víctima. ¡Agradezco doblemente pues tus palabras! Un saludo: Llosef.
Sin quitarle ningún merito me parece que tanto la novela como las películas de Drácula tienen un error. Tras tanto tiempo de vampiro lo lógico es que hubiese vampirizado a muchísima gente, todo un ejercito de vampiros. Y sobre todo cuando va a Londres.
Pues justo ese sería el punto de partida de esta novela, Luis: hay un montón de vampiros y, además, son los dueños del mundo. ¡Un saludo y gracias por comentar!
Publicar un comentario