En
los Laboratorios Deltoides se está llevando a cabo un experimento sobre los
misterios de la carne (humana, se entiende). El estudio se encuentra aún en
fase de recopilación de datos y casos. Se nos van a mostrar estos, claro, en
forma de historieta gráfica. Y de esta manera Charles Burns introduce una serie
de relatos aunados por el cemento común de la alteración de la carne, de la
invasión de la misma por extraños parásitos, de la mutación, de científicos que
hollan terreno que nunca debiera haber sido pisado, jóvenes inocentes y puros
contaminados por inexplicables virus y jóvenes soñadores que ven sus
matrimonios convertidos en fúnebres pesadillas debido a las conductas cuando
menos sospechosas de sus, en un principio, honradas, honestas y perfectas
parejas. Si todo esto lo enmarcamos en un universo de película de terror de
serie B de los años 50 y primeros 60, amalgamado en su estructura con la más
típica comedia de adolescentes y algún momento extraído del más convencional
melodrama familiar, tendremos a Charles Burns en estado puro.
Burns
recopila así (si es que lo ha hecho él, que igual no) varias historietas de
diversas épocas y las une por medio de anécdotas de una página que sirven de
vaporoso hilo conductor del relato. Aunque estilísticamente no guardan relación
entre sí, argumentalmente comparten, además de lo dicho, un macabro gusto por
el horror. Gusto que compartimos, sobra decirlo. Y pese a que en conjunto la
impresión inevitable es de dispersión, también resulta evidente que siempre hay
algo que las acerca entre sí pese a las múltiples diferencias: el mundo que nos
muestra Burns, único pero multifacético.
La
primera historieta larga del álbum es la titulada La voz de la carne que
anda. En ella vemos a un Burns aún explorando con su estilo. Es el Burns de
sus primeras obras: tramas que parecen desarrollarse al mismo ritmo que la
realización del dibujo, de trazos finos y figuras rígidas. Algo así como un
Johnny Craig embrionario. Pero igualmente fascinante. En esta historia Burns
mezcla demasiadas cosas en pocas páginas. Así, un relato que comienza con el
habitual joven científico, enseguida portador de un repulsivo parásito
antropomorfo, se convierte a las pocas páginas en un remedo de la tan curiosa
como decepcionante película El cerebro que no quería morir (The Brain
That Wouldn’t Die, Joseph Green, 1962), para derivar en un final de tono
tragicómico y absurdo.
Tras
un interludio de una página narrando un supuesto nuevo caso de los denominados
“misterios de la carne”, una exacerbación del tema tratado de manera magistral
por Roger Corman, Robert Dillon y Ray Russell en la película El hombre con
rayos x en los ojos (X, 1963), se da paso a la historia de Burns que
me convirtió en seguidor apasionado de su obra. Cuando leí Mal criado
siendo un atontolinado jovenzuelo confieso que me marcó. Aún hoy, a pesar de
que es evidente que no es tan original en su argumento como pensé la primera
vez, sí mantiene toda su fuerza dramática, toda la angustia existencial y su
aroma macabro. De una progresión narrativa ejemplar, Burns se vale de un
flash-back para contarnos el descenso a los infiernos de un joven científico,
aquí biólogo, que es acosado por una criatura parasitaria. De trazo aún más
primitivo que el mostrado en las páginas precedentes, de línea finísima y
figuras más rígidas que nunca moviéndose por decorados esquemáticos, Burns hace
de la posible deficiencia una virtud: la fragilidad quebradiza de sus
personajes se amolda a la perfección a una historia que los mantiene en todo
momento al borde del shock mental, de la locura definitiva. Brutal, de una
insania subyugante, aquí los rasgos del cine de serie B no son una referencia
sobre la que apoyarse, sino una influencia sobre la cual evolucionar y mostrar
su verdadera personalidad creativa. Como he comentado, esta es la historia de
Burns que me ganó a su causa para siempre, una de mis favoritas.
La
siguiente historieta larga es Matrimonio infernal. Fechada en 1984 (Mal
criado es de 1980), se nota la evolución gráfica de Burns: trazo más
grueso, fondos más detallados y un retorcido sentido del humor. Todo esto,
junto al diseño de página, lleva a pensar que bien podría haber estado
protagonizada por su personaje El Borbah.
El
álbum se completa con más casos de los que imaginamos figuran en los archivos
de los Laboratorios Deltoides (y tal es así porque desde la primera viñeta no
se los ha vuelto a mencionar): una excelente página final, una aventura de su
personaje Dog Boy y otra pequeña obra maestra de cuatro páginas titulada Contagioso.
Esta, de nuevo una comedia de adolescentes teñida con una historia de
imposibles virus mutantes ligados al advenimiento de la pubertad y al
descubrimiento del sexo: el proceso de crecer, hacerse adulto, como un paso
hacia lo desconocido, en Burns siempre es terrible y atroz. Las inquietudes del
adolescente medio transformadas en pesadilla física y existencial y mostradas
en un dislocado hilo temporal que incrementa la sensación de extrañeza, que
refuerza el efecto de sentirse ajeno en un mundo normal. Podéis leerla aquí
mismo.
Ampliando las imágenes podrás leer la fascinante historieta Contagioso de Charles Burns incluida en este álbum.
Burns,
Charles. Misterios de la carne. Barcelona: La Cúpula, 1990. 57 p. ISBN
84-7833-021-6.
5 comentarios:
La carne.
La nueva carne.
¡Que buena pinta Llosef!
A mi me encanta Burns desde que leyera Agujero Negro. Y mira que no me hizo demasiado tilín con Big Baby, pero ya estaba allí ese estilo mezcla de serie b tipo comics de la EC (me parece muy acertado que lo compares a una especie de Johnny Craig) y la estética de la carne cronembergiana.
Me lo apunto!
Un abrazo.
"Agujero negro" es la depuración de todo lo que aparece en este "Misterios de la carne": vas a encontrar semejantes personajes, tramas, obsesiones...
¿Te suena un personaje con una boca en lugar de ombligo? Pues hasta hay una viñeta prácticamente igual.
Vamos, amigo pisanervios, que lo vas a disfrutar. Búscalo en algún saldo, que anda muy barato.
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Florian from Au carrefour étrange.
Si señor, un genio
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