martes, julio 24, 2012

Diario de un don nadie, de George y Weedon Grossmith (1892)


Considerado todo un clásico del humor inglés, Diario de un don nadie fue publicado en la revista Punch a lo largo de los años 1888 y 1889. Fue escrito por George Grossmith y se acompañó de las ilustraciones que realizó para él su hermano Weedon. El semanario Punch concedía mucha importancia a sus dibujantes, no por nada para muchos es un claro antecedente de los cómics, el abuelito de la más popular de las artes que en su momento de gloria llegó al mismo Japón, por lo que hasta del manga se le considera ancestro. En el año 1892 las historias de andar por casa de Charles Pooter, el don nadie del título, serían publicadas en forma de libro en una versión bastante más larga que la publicada en la revista. Nunca ha dejado de reimprimirse en Inglaterra desde entonces.

Y es que las aventuras cotidianas de Charles Pooter son una delicia. Modelo del ejemplar padre de familia victoriana, apocado y mediocre, la suya es una existencia en la cual sus mayores problemas son de qué color pintar las paredes de su casa, arreglar el guardabarros de la entrada o poner orden en su arriate de flores. Lo mismo para su mujer, Carrie, la única persona capaz de reírse con los tontísimos chistes de su esposo. Y no siempre. La gracia de la narración en primera persona de este personaje de nulo interés está, claro, en que su visión de las cosas es del todo fatua y gris. Y por más que se empeña en ser un ciudadano ejemplar y ser tenido en cuenta en sociedad, no deja nunca de ser nunca un pobre desgraciado con ínfulas. Todo le sale mal, y esa acumulación de desgracias, por mucho que se nos antojen merecidas debido a su acendrada estupidez, acaban por hacérnoslo simpático. Y esta es la grandeza del libro, claro: la ironía es demoledora, pero nunca pierde de vista que habla de personas. Y todos podemos ser idiotas a cualquier hora del día.



El relato crece con los diversos personajes que se van cruzando en la vida de nuestra pareja protagonista, destacando en primer lugar los dos amigos de Charles, el bocazas y algo aprovechado Gowing y el apocado e insustancial Cummings, caracteres que hacen pensar que Charles, después de todo, no es el peor del jardín. La llegada del hijo de Charles y Carrie, Lupin, al hogar familiar al ser despedido de su trabajo traerá consigo el eterno enfrentamiento entre padres e hijos, aquí multiplicado porque en realidad es la sempiterna pelea entre lo viejo y lo nuevo. Y aunque Grossmith sabe reírse de la juventud, en especial de su carácter veleidoso y algo descerebrado, nunca deja de reflejar en Lupin los nuevos aires que una sociedad anclada en costumbres y maneras encorsetadas por la apariencia y la sumisión necesitaban con urgencia. Y que se precipitaban sobre el pasado aplastándolo en su carrera.

Otros caracteres van sumándose al relato, sirviendo todos ellos para lanzar pullas a la sociedad de la época sin detenerse en miramientos. Los actores engreídos, los burgueses con sus negocios que tras un aire de respetabilidad solo buscan estafar, peleles de una sociedad regida por hueros formalismos, escritores poseedores de la verdad absoluta incapaces de ver la realidad ante sus ojos, en fin, todo un rosario de personajes que Grossmith describe con maestría y sobre los que, como ya he dicho, nunca deja de verter una mirada entre despiadada y entrañable.

Un libro que da todo su sentido a la tan manida y muchas veces pretenciosa expresión “humor inteligente.” Las magníficas y muy divertidas ilustraciones de Weedon no solo adornan el relato, sino que nos ofrecen un retrato de los personajes que los hace crecer en nuestra imaginación insuflando más vida, más corporeidad, más verdad a una historia protagonizada por personas que parecen no tener ni idea de a qué diablos nos referimos al utilizar estos conceptos.

GROSSMITH, George; GROSSMITH, Weedon. Diario de un don nadie. Traducción de Íñigo Jáuregui. Madrid: Nórdica Libros, 2012. 237 p. Otras latitudes; 31. ISBN 978-84-92683-83-3.


lunes, julio 16, 2012

EAM # 27: Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques, de Lev Kuleshov (1924)




Mi comentario de la semana pasada en la página de cine El antepenúltimo mohicano estuvo dedicado a la fantástica película Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques (Neobychainye priklyncheniya mistera v strane bolshevikov) que dirigiera el gran Lev Kuleshov allá por el año 1924, cuando yo era un adolescente vanguardista como el que más. ¡Ay, años de la dorada juventud que yo desperdicié con dadaístas y surrealistas! Ojalá me hubiera hecho banquero, que ahora sería multimillonario y estaría protegido en mis robos por el gobierno de España. Pero bueno, todavía queda como consuelo el disfrutar de una película tan loca y divertida como esta, una gozada que nos demuestra que hasta el más sesudo de los bolcheviques sabía reírse no solo de los yanquis, sino del propio sistema comunista recién implantado, aunque esto último quizá sin darse cuenta del todo. Pero es que, en fin, entre desfile y desfile final Kuleshov nos ha mostrado una pandilla de facinerosos que más que producto del triunfal nuevo régimen asemejan vivir en el peor suburbio neoyorquino. En fin, no alucinemos que se trata de una película de propaganda sin paliativos que Kuleshov y los miembros de su taller utilizaron para experimentar y, se nota, divertirse de lo lindo. Puedes leer el comentario

AQUÍ   



Mr. West y su ayudante el cowboy Jeddy arman un revuelo infernal entre los moscovitas. Y es que liarse a tiros enarbolando la bandera de los EE.UU. en mitad de la capital bolchevique es para caerse de bruces y quedarse de piedra.



Toda la policía comunista tras las huellas de Jeddy, el intrépido y algo alocado vaquero interpretado por el gigantesco Boris Barnet, uno de los directores de cine soviéticos más ignorados en este Occidente del demonio. Con esta película de Kuleshov iniciamos un mini ciclo de comentarios dedicados al CINE CÓMICO MUDO SOVIÉTICO. La tercera película será precisamente una maravilla dirigida por Boris Barnet en el año 1927: La muchacha de la sombrerera.



¡Vaya pandilla más terrorífica! Shban, el Conde, la Condesa y Crook el Tuerto (también cojo y jorobado). Ellos le harán la vida imposible a Mr. West en su visita al país de los malvados comunistas.


El malvado Shban, el jefe del cuarteto de la muerte, está interpretado por otro genio de los de tirar de espaldas: Vsevolod Pudovkin. Grandes títulos de impactante aliento iluminan su filmografía, pero atentos a una de sus primeras obras, el cortometraje La fiebre del ajedrez (1925), codirigido por Nikolai Shpikovski, que será la protagonista del comentario de esta semana: un clásico del cine mudo más delirante y divertido de la mano del rey de los guiones de hierro.


La estrafalaria Condesa está interpretada por Aleksandra Khokhlova, compañera sentimental de Kuleshov en aquella época. 


Mr. West es feliz de todos modos. Y eso que aún no ha visto a Lenin y se ha puesto a cantar sus alabanzas... ¡Ay, cuántas risas hubo una vez en el Palacio del Congreso de los Sóviets!



viernes, julio 13, 2012

EAM # 26: Madame Satán, de Cecil B. DeMille (1930)



Bueno, con un poco de retraso os traigo hoy mi comentario para El antepenúltimo mohicano a la excesiva película Madame Satán (Madam Satan), dirigida por Cecil B. DeMille en el año 1930. Un delirio cargante a ratos pero con momentos de verdad deliciosos si uno se abstrae de la algo tontuela trama. No es difícil, ¿eh? Confieso que aquellos que amamos el cine del primer lustro de los años 30 jugamos con ventaja: ¡es tan fácil amar estas locuras! Puedes leer el comentario siguiendo el enlace




Kay Johnson de abnegada esposa a satánica majestad. Tampoco resultará tan diabólica al final, pero con ese vestido a lo Catwoman nos empiezan a gustar hasta sus expresiones más lánguidas.



Lillian Roth (ella sí que eligió en la vida real el camino de Satán, el de verdad, no ese del que presumís seguir todos) y Kay Johnson enfrentadas por el amor de un chulito de playa. En eso DeMille sabía ceñirse a la realidad. Lo que ya no es tan real es que casi siempre que se enfrentan parece que la ropa se la han dejado en otra parte.



Desde el momento en que la acción se traslada a una enloquecida fiesta en un zepelín la fiebre visual se dispara. El primer número musical en la aeronave nos muestra a la electricidad y después a toda una máquina con sus engranajes, tuercas y mecanismos humanos. Uno no acierta a saber si estamos ante un espectáculo de vanguardia radical o bien ante un delirio kitsch. Quizá lo cierto es que las dos aseveraciones sean correctas. 



La tripulación del zepelín luce un vestuario a juego con los disfraces que llevan los invitados a la fiesta. Fijaos bien porque como esto lo vea alguno de esos modistos de renombre ya tenemos línea de otoño-invierno al canto. Como ni harán por mirarlo, ya les vamos avisando de que este maravilloso vestuario fue fruto del genio de la moda Adrian. Bueno, lo de genio lo digo sin tener ni idea de si en verdad lo fue, pero desde luego por esta película a mí ya me lo parece. Y encima ayudado por el gigantesco Mitchell Leisen en la dirección artística. ¡Imposible que saliera algo normal! 


Aunque muy breve, el momento de las camareras montadas en unos mini zepelines es uno de los más chocantes. Y uno de mis favoritos. 


No os perdáis este videoclip que os enlazo de los geniales The Residents: igual me volví definitivamente loco, pero no pude evitar acordarme de él en ese instante.


Las imágenes del zepelín recortado en la noche de la ciudad y después abatido por la tormenta son de las más hermosas de la película. Nada, nada, desde La décima víctima la recomendamos absolutamente. Ya sabías dónde te metías, ¿no? 


miércoles, julio 11, 2012

Delirio: ciencia ficción y fantasía, número 9 (marzo 2012)


Nueve números ya de la revista Delirio, qué bien. Sí, así de lacónico pero también así de feliz. Porque es una gozada que una publicación semejante se mantenga con vida, en especial ahora que vivimos tiempos en los que todo parece morir. Fijaos que digo parece, que ya sabemos que los malos ganan siempre porque son más listos que nosotros, pero a los buenos nos quedan nuestros refugios y estos por el momento se muestran irreductibles. Y hasta tal punto Delirio está viva que da la sensación de que el último número es siempre mejor que el anterior. No hay nada más grande que podamos decir de una publicación periódica.

Y es que fijaos qué comienzo: El mensajero del rey (1907), de Francis Marion Crawford, un relato inédito en español que estaba incluido en las últimas ediciones de su volumen recopilatorio de cuentos fantásticos Wandering Ghosts (1911). Ya solo por esto merecería la pena este número de Delirio. Se trata de un relato elegante, magistral en sus formas, que elude la sorpresa en su trama y opta por una atmósfera onírica e irreal perfecta para contarnos este encuentro ante una mesa repleta de comida con un fascinante y extraño mensajero. Belleza y sobriedad propias del autor clásico que es Crawford dentro del fantástico pese a sus breves incursiones en el género.

A continuación podemos leer un relato ambientado en la Primera Guerra Mundial, que esto de las aventuras de guerra también era dominio pulp: La escuadrilla de los hombres perdidos (1942), del autor conocido sobre todo por sus novelas de género negro David Goodis. Es una fantástica muestra de esos relatos ambientados en estremecedoras batallas aéreas, todo un subgénero dentro de la literatura popular, de los cuales confieso no haber leído ni uno hasta este incluido aquí. Y si bien la historia es de un convencional que tira de espaldas, Goodis narra los combates de las máquinas de guerra en el cielo con una fuerza y una emoción más que notables. Todo un placer.

Recordado por su trabajo como guionista cinematográfico, Charles Beaumont no dejó un gran legado como escritor debido a su pronta muerte. El excelente relato de ciencia ficción Gente guapa (1952) nos muestra un futuro tan bello como deshumanizado y frío. Resulta una estupenda parábola sobre la aniquilación de la personalidad, de la amputación de lo que es diferente, de todo aquello que se separa de la masa dominante. De plena actualidad, al fin.

Umbral (1940) es un buen relato del siempre interesante, y en muchas ocasiones magnífico, escritor Henry Kuttner. Quizás penséis que exagero, pero en serio que siento gran admiración por él. En Umbral nos cuenta la historia de un hombre que cree que usando su inteligencia podrá pactar con el Diablo (más bien con un demonio: Baal) y burlar el cumplimiento del acuerdo infernal por su parte. Es un cuento tan diabólico como irónico y divertido, en el cual Kuttner juega con la idea establecida en el género de que los pactos infernales siempre acaban mal para los humanos.

Este número también reserva una sorpresa para todos los amantes de los bolsilibros: la publicación íntegra de la novela Sombras del caos, originalmente editada por Bruguera Bolsilibros como el número 213 de su colección Futuro, Héroes del Espacio, en octubre de 1984. No había leído nada de Lem Ryan (Francisco Javier Miguel Gómez), pero encontrarme con que seleccionaban una novela suya para esta recuperación ya daba una buena impresión. Y tras leerlo la impresión positiva se ha confirmado: es un fantástico relato que aúna ciencia ficción y mitología cthulhiana, algo en realidad ya implícito en los Mitos creados por Lovecraft pero no siempre tenido tan en cuenta como sería de prever. Ryan la escribió a la edad de 19 años, pero no es este su único mérito. A mi gusto lo mejor es su excelente atmósfera opresiva, lo cual denota que la influencia de Lovecraft no es solo temática, que sería lo fácil: la soledad, el aislamiento, la incapacidad absoluta del hombre para relacionarse con su entorno y entre sí suponen la base de la angustia existencial presente en todos los relatos del Maestro de Providence (jaja, me encanta ponerme rimbombante con Lovecraft, ¡se lo merece por genio, esto y más!).

Ryan sabe homenajear a Lovecraft no solo en lo superficial. Hay una conseguida visión de belleza siniestra que lo acerca a él más allá del recurso fácil de mentar a sus monstruos. Hace tangible el Horror Cósmico: “Pero ya nadie bailaba entre las estrellas, ya no se oían melodías demoníacas en el eterno vacío del espacio, ya los malignos seres de leyenda, todopoderosos y terribles, no esparcían su ciega locura por el universo que los había rechazado. Se habían ido, arrastrando su abismal estupidez consigo, para aullar eternamente en negros fosos de horror, durmiendo con sueños de desastre total, y ya nunca volverían.” (p. 76)

En definitiva, un relato excelente, angustioso y oscuro. Se le achaca que quizá el final resulta algo precipitado, y tal vez sea verdad, pero la resolución rompe con lo que era habitual en los bolsilibros. Aquí la única boda final es la que los supervivientes forjarán con la oscuridad y la muerte.

Juegos peligrosos (1980) de Marta Randall es un extenso relato perteneciente a la serie de la saga de la familia Kennerin. Es de ese tipo de ciencia ficción que no me va mucho: mucha tecnología, mucha palabreja rara haciendo alusión a cosas del futuro evitando explicarlas, héroes de una pieza y, dentro de todo este futuro inconcebible, pues resulta que los habitantes de planetas a años luz pertenecientes a una raza alienígena se sientan a una mesa a tomar el té de las cinco o se comen un bocadillo de mortadela. En fin, la space opera más tradicional pero sin el aire retro e inocente de sus primeras manifestaciones. Sin embargo, su lectura me resultó al final más que entretenida quizá a su evidente falta de pretensiones más allá de entretener, y de entretener sin que uno se sienta medio idiota. Y eso que la ilustración a doble página que lo acompaña, reproducción de la portada de su edición original, destripa todo el supuesto misterio de la trama…

La revista se cierra con el magistral poema La ciudad en el mar de Edgar Allan Poe acompañado de unas ilustraciones del no menos genial Frank Frazetta. Un curioso artículo, Realismo y utopía en la literatura española (1962), en el cual su autor, Mariano Baquero Goyanes, nos cuenta cómo el carácter arbitrista (“individuo utópico a corto plazo”, p. 185, esto es, el tipo que lo soluciona todo típico del bar, ahora también en facebook y twitter) del español lo imposibilita para obras de gran calado imaginativo. El mismo Baquero Goyanes afirma que generalizar es un dislate, pero sin olvidar esto el artículo no deja de tener su punto certero. Y un segundo artículo, El juego de los contrarios en E. A. Poe (2010), de Javier Martín Lalanda, que para variar teniendo en cuenta quién lo firma nos ha resultado un poco intrascendente: no pasa de mera curiosidad su incursión en el mundo de Poe.

En resumen, un número excelente este nueve de Delirio que nos hace esperar el siguiente con más ansias de lo habitual. No es el único, pero sí desde luego es un bastión imprescindible para los amantes de la literatura fantástica. No diré de los amantes más audaces, pero nadie podrá evitar que lo piense.

P. S.: Tiempo después de haber publicado este comentario, tuve la oportunidad de mantener una breve charla virtual con el autor de Sombras del caos, Lem Ryan. En ella me prevenía de que la edición original en bolsilibro tenía otro desenlace, uno acorde con la política de la editorial la cual imponía un final feliz. He podido cotejar ambas versiones pues conseguí hacerme con un ejemplar de su obra editada por Bruguera. Hay ligeros cambios de una versión a otra: algunas líneas y expresiones que en nada afectan a la trama, un pequeño fragmento en el cual el protagonista mantiene un fugaz encuentro romántico con la chica de la astronave, Liz, y el final. En la edición en bolsilibro, Ryan daba una imposible resolución a la novela, ya hemos dicho que por imposición de la editorial. Sin embargo, pese a estar impostado y romper un tanto con la oscuridad que se había apoderado de todo el relato, resulta de agradecer que el autor asumiera su falta de lógica y optara por darle un toque onírico que ayuda a que no desentone en exceso del conjunto. ¡Hasta forzado por las circunstancias lo solucionó bien!


RYAN, Lem. Sombras del caos. Ilustración de portada: Almazán. Barcelona: Bruguera, 1984. 93 p. Bolsilibros Bruguera, Futuro, Héroes del espacio; 213. ISBN 84-02-09281-0.

DELIRIO: ciencia ficción y fantasía. Número 9. Marzo 2012. Traducciones de Francisco Arellano; presentaciones de Francisco Arellano y Óscar Mariscal; ilustraciones de Hannes Bok, Frank R. Paul, Wilf Hardy, Aubrey Beardsley, Martin Key, Louis Breton, William Draven, Alex Schonburg y Frank Frazetta. La Biblioteca del Laberinto. 198 p. ISSN 1888-5896.