martes, enero 22, 2013

EAM # 36: Blancanieves, de James Searle Dawley (1916)



Aquí os dejo mi comentario para la página de cine El antepenúltimo mohicano de la película Blancanieves (Snow White), dirigida en el año 1916 por James Searle Dawley. Toda una maravilla del cine comercial más primitivo, siempre moderna, entretenida y emocionante. Al principio nuestra heroína más parece Cenicienta, pero nos da igual. Marguerite Clark está fabulosa y, si bien la historia tarda en arrancar y en esos minutos iniciales hay un exceso de intertítulos, pronto la trama fluirá con pasmosa facilidad. Puedes leer el comentario

AQUÍ    



La primera secuencia está genial: Papá Noel irrumpe en una casa y deja unos muñecos sobre una mesa. Estos cobrarán vida resultando ser los protagonistas de la historia que veremos a continuación.


Aunque en muchos aspectos el guion es fiel al cuento de los Grimm, en otros lo ignora con admirable desparpajo. Así todo lo referente a la madrastra y su espejo, por poner un solo ejemplo de muchos, pero sin duda el que resulta más chocante.



El cazador toma en esta versión una importancia fundamental, tanto que su devenir casi devora en interés el de la propia protagonista. Uno de mis momentos preferidos es el encuentro de ambos en el bosque, cuando él tiene el encargo de asesinarla y le fallan las fuerzas.


Cómo no, hacen su aparición los siete enanitos, aquí cada uno con su nombre (no así en el cuento de los Grimm). Walt Disney, enamorado de esta película, iría más lejos en su versión incorporando a cada uno de ellos un rasgo de carácter definitorio.


La reina, madrastra de Blancanieves, tiene unos extraños aliados: una bruja trapisondera y un gato antropomorfo que no sé qué pinta allí. Eso sí, raro lo es un rato...


El ataque de la madrastra a la inocente Blancanieves en la cabaña de los enanitos también sigue con bastante fidelidad el original de los Grimm.


Y el desenlace está fantástico, con esa resurrección que a los que conozcan el cuento solo por la versión de Disney, en todo distinta a la de los Grimm, les sorprenderá sin remedio. Aquí también esta película de 1916 respeta a los hermanos alemanes. 


Y como obsequio, podréis ver completa la película Frankenstein, la mítica producción de Edison de 1910 dirigida por James Searle Dawley y protagonizada por Charles Ogle, que se tuvo por perdida hasta que el coleccionista que la conservaba solo para sí fue convencido de que la sacara a la luz. Anda que no le costó trabajo ni nada al muy...


viernes, enero 04, 2013

La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas (1869-2011)




Antonio José Navarro es el autor de varias compilaciones de relatos publicadas por la editorial Valdemar en su imprescindible colección Gótica: Sanguinarius: 13 historias de vampiros, La maldición de la momia: relatos de horror sobre el antiguo Egipto, Venus en las tinieblas: relatos de horror escritos por mujeres, y la que hoy voy a comentar, La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas. Todas ellas destacan por incluir nombres desconocidos o sorprendentes, lo cual siempre es de agradecer, pero también por su irregularidad. Por supuesto, no falta en ninguna de ellas esa pequeña joya que justifica la adquisición de cualquiera de estos volúmenes, pero faltaría a la verdad si no añadiera que, siendo lo normal en cualquier antología que algunos de los cuentos resulten un fiasco, en el caso de las realizadas por Navarro la descompensación suele ser grande. Confieso también que esto a mí no me supone ningún problema: prefiero este riesgo antes de que se incluyan los relatos de siempre. En este sentido, Sanguinarius resultaba modélica teniendo presente lo quemado que está el tema vampírico: conseguía que todo pareciera nuevo, un terreno aún inexplorado pese a la cantidad de obras que tienen a los vampiros como protagonistas. Esto hace que, en conjunto, interesen o atraigan más las temáticas elegidas para agrupar los relatos, suponga un auténtico placer sumergirse en las diversas propuestas. Y eso que en este de la Gorgona, pese a que Navarro justifica incansable el por qué de la selección, en realidad la sensación final es que valía todo: desde el momento en que basta con que el protagonista esté loco para que ya lo podamos considerar un monstruo, por ende una transformación, el terreno que se quiere acotar es tan inmenso que se difuminan un tanto sus pretensiones. Y no es que estemos en contra de considerar pulpo como un animal de compañía, estooooo… quiero decir, loco como transformación monstruosa, pero no es lo primero que uno piensa cuando le dicen que va a leer un libro sobre transformaciones monstruosas. Pero bueno, esto es una apreciación mía sin valor que no pretendo que empañe la valoración del libro relato a relato. Cada obra va acompañada de una excelente introducción sobre el autor correspondiente que, eso sí, como el mismo antólogo explica en la introducción, conviene leer al final pues destripa todos los cuentos sin excepción.


Louisa May Alcott

Y el primer relato es la primera sorpresa. Aunque no es nada del otro mundo, solo la oportunidad de poder conocer la faceta macabra de una autora como Louisa May Alcott ya es una maravilla. Perdido en la pirámide, o la maldición de la momia (1869) es una entretenida historia que sigue la estela de aquellos inspirados en las maldiciones de las momias egipcias, terribles para los profanadores y sus allegados. Se mueve entre el horror y el romanticismo fúnebre y, como he dicho, aunque no resulta especialmente brillante, es agradable de leer. Alcott lo publicó bajo el seudónimo de A. M. Barnard, el que utilizaba para dar salida a sus obras más góticas y oscuras. Y sí, esta es la verdadera cara adorable de la autora de Mujercitas.


Guy de Maupassant

El siguiente en la lista está firmado por el gigantesco Guy de Maupassant, La madre de los monstruos (1883). Sus relatos de miedo son de una originalidad especial, y siempre extraños y sobrecogedores. Este en concreto es un espeluznante y cruel relato de horror, pero también una feroz crítica a las costumbres sociales y los cánones de belleza de la época que perfectamente podría ser aplicada a los de hoy. Su carácter destructor deja a un lado al final su faceta fantástica, aunque se disfruta igual.

Y de la madre al fabricante. Aquí lo que importa es que salga un monstruo. El fabricante de monstruos (1887) de William Chambers Morrow es un macabro y morboso relato, todo un antecedente de los mejores cuentos pulp a los que se adelanta en varias décadas. Directo y sin concesiones, va anticipando el horror en el que desemboca por medio de pequeños detalles que nos llevan a ese punto en el cual el espanto ha tomado casi forma definitiva antes de llegar a narrarlo, a ser contado en detalle. Su estructura en tres tiempos le hace perder intensidad, en especial en su parte central, una conversación entre dos policías que hace avanzar la acción pero que nos aleja de la atmósfera opresiva del caserón del científico loco protagonista. El desenlace lleva a Morrow a figurar entre ese modesto panteón de reyes del horror más brutal. No es extraño que su obra fascinara a Ambrose Bierce, editor de la revista The Argonaut, la cual dio salida a varios de sus cuentos. Un creyente afirmaría eso tan manido de “Dios los cría y ellos se juntan”. Y por una vez le tendríamos que dar la razón.


Gertrude Bacon

La cabeza de la Gorgona (1899) de Gertrude Bacon es el que presta su título a la antología. Nunca sabremos si el encuentro del capitán Brander con la cabeza de la Medusa en una isla jónica, tal y como aquí se nos narra, fue real o ficticio dentro del contexto del mismo relato. Sí, en cambio, podemos afirmar que el resultado es un cuento entretenido entre lo aventurero y lo fantástico. Sencillo, hasta divertido en su inicio con ese encuentro entre la joven pasajera del barco y el capitán al que pide le narre su fabuloso encuentro con una de las Gorgonas. Es mi parte predilecta de este relato que no brilla en lo importante, el citado enfrentamiento, pero sí en la presentación de esa pareja encantadora en un viaje en crucero por tranquilos mares.

E. & H. Heron era el sobrenombre de Katherine O’Brien Prichard y Hesketh Vernon Prichard, madre e hijo en la vida real. Ellos crearon al investigador de lo oculto (sí, otro más) Flaxman Low, el protagonista de La historia de la vieja casa Konnor (1899). Frío y racional, Low se enfrenta aquí a un caso de vudú con casa encantada de regalo y hongos africanos que producen un veneno mortal con una envidiable actitud científica. Y eso que la metódica explicación final elude las extrañas apariciones del “hombre resplandeciente”, el detalle más interesante de este regulero relato, si bien ilumina todos los demás misterios de la historia. Entretenido pero sin brillantez. Simpático pero sin fuerza. Con un buen planteamiento pero con un desarrollo poco atrayente y un final decepcionante. En fin, otra aventura de Flaxman Low.


John Davys Beresford

La granja de los degüellos (1918) de John Davys Beresford es toda una gamberrada. Al nivel del mejor y más ácido Ambrose Bierce (segunda vez que invocamos su nombre y no está en esta antología). Adopta un punto de vista original: las apreciaciones del narrador, que se antojan fuera de tono y descolocan al lector. ¡Quizá él sea el verdadero loco del relato! Goza de un divertidísimo, sin dejar de ser atroz, final y atesora magníficas descripciones:

“(…), pude divisar una casa achatada e inclinada en un claro a los pies de la ladera opuesta. Imaginé que la casa había llegado a este lugar deslizándose colina abajo por la interminable marea de árboles de crestas borrosas que apuntaban al cielo, frenando en seco en el lugar en el que ahora se alzaba, dislocada y totalmente fuera de lugar.” (p. 118)

Y fijaos qué inicio:

“- ¡Ah! Acá la llamamos la granja de los degüellos- me informó el conductor.
- Pero, ¿por qué?- pregunté nervioso.
- Verá por qué cuando llegue allí.” (p. 117)

Un relato que comienza así, por fuerza me ha de gustar.

Mezclando el relato de misterio con la narración terrorífica, William James Wintle nos presenta en La voz en la noche (1921) un cuento elegante, sutil, donde las maldiciones y los horrores son más sugeridos que reales, aunque en su conclusión deje bien claro su trasfondo fantástico. Toma la leyenda para trasladarla al presente, y la mirada fría pero nunca incrédula del protagonista es la del lector: pregunta e inquiere jamás negando la evidencia por muy increíble que esta sea. Elevando el nivel de la antología.

En A porta inferi (1923) se nos narra la posesión de un espiritista por el alma de un criminal. El autor, Roger Pater, seudónimo de Gilbert Roger Huddleston, un monje benedictino, advierte sin estridencias sobre los peligros de las prácticas espiritistas, de funestos resultados si nos ceñimos al relato, si bien deja la puerta abierta a la conversión, al arrepentimiento y al perdón, todo en uno. Resulta intenso el momento en el que Pater se detiene en contarnos el ritual del exorcismo. No deviene terrorífico al no tratarse del demonio, presencia siempre más imponente que un asesino por terrible que sea. Quizá lo mejor esté en la ambientación, en la atmósfera malsana y decadente que desprende una casa señorial convertida en manicomio y sus jardines habitados por enfermos mentales. Más tristeza que horror, al fin, pero no deja nunca de ser una buena y entretenida historia.

La bagheeta (1930) de Val Lewton es un fascinante relato sobre la leyenda de la mujer pantera, una joven virginal que siendo mancillada por los hombres retorna en forma de pantera negra anhelante de venganza. Solo un joven puro, virgen, podrá darle muerte, podrá rechazarla cuando convertida en mujer reclame sus besos. Es fantástico el tono de leyenda que mantiene en todo momento pese a que, irónicamente, la historia destruye la leyenda misma: se sustenta en una mentira alentada por la vanidad (ahora parezco Antonio José Navarro desvelando quizá demasiado la trama: ¡perdón!). Esta leyenda es la que respira de forma subterránea en la fantástica y genial película escrita por DeWitt Bodeen y el mismo Lewton (en su función de productor para la RKO, también reescribía los guiones de sus escritores contratados), dirigida en el año 1942 por Jacques Tourneur, La mujer pantera (Cat People).

¿Quién anda ahí? (1938), de John W. Campbell Jr., es una buena novela corta en la que destaca la idea de que cualquiera de sus personajes puede ser el monstruo del espacio exterior dispuesto a hacer del planeta Tierra su lugar de recreo y, cómo no, su restaurante favorito. Se acaba echando en falta algo más de atmósfera: una estación en la Antártida da juego infinito para expresar la soledad y el aislamiento que deben sufrir los protagonistas. Tampoco es Campbell un maestro a la hora de dotar a estos de fuerza y personalidad. En ocasiones uno los distingue por los nombres nada más, porque todos parecen el mismo tipo duro que usa Varón Dandy. Salvo el científico malote, que es el que quiere investigar y no cede a la estupidez pistolera de los demás, que es un enclenque y un cagón como corresponde a esa raza maldita formada por aquellos que prefieren pensar antes que sacar las pistolas y hacer volar cabezas. Pero en conjunto posee cierta fuerza primigenia, cierta manera de presentar ese horror encerrado y oculto bajo el rostro de tu mejor amigo que estremece. El director John Carpenter, en su adaptación para el cine de esta historia La cosa (The Thing, 1982), supera con creces el original. No solo el literario, sino también el cinematográfico (El enigma… de otro mundo, The Thing from Another World, dirigida por Christian Nyby en 1951). Y esto es porque aquí sí se llevan al extremo las premisas contenidas en la novela: la infinita soledad y el estremecedor sentimiento de unos hombres que se saben perdidos aunque estén decididos a no rendirse sin luchar, el frío eterno y el viento constante que nos hace verlos como supervivientes en una tumba de hielo, y un desolador final totalmente opuesto al ofrecido por Campbell.

De George Langelaan se nos presenta su relato más conocido, el fantástico La mosca (1956). Eficaz y sencillo, a mi gusto es superior la película a la que dio origen: La mosca (The Fly, 1958), dirigida por Kurt Neumann. Puedes leer el comentario que escribí sobre ella (con una breve introducción con Langelaan de protagonista) en la página de cine El antepenúltimo mohicano si sigues el enlace AQUÍ

Horror en el castillo de Chilton (1963), de Joseph Payne Brennan, es un atmosférico y turbio relato que trae de manera formidable las más refinadas exquisiteces góticas al presente sin perder un ápice de todo su terror ancestral. Una fúnebre leyenda, un castillo con siglos de antigüedad, pasadizos excavados en la roca viva, una oculta mazmorra donde anida el más puro horror… Brennan narra en primera persona, él mismo y sus ancestros como protagonistas, con lo que presta la necesaria sensación de realidad al relato para que cuando lo increíble haga acto de presencia nos lo creamos y nos atrape sin remisión.

El reptil (1966) de John Burke es una novelización de la película de mismo título (The Reptile, 1966) de la productora Hammer dirigida por John Gilling. No cabe algo menos apetecible de leer que una novela basada en una película, al menos para mí. Pero destrozando cualquier prejuicio que pudiera tener, la obra de Burke es de lo más interesante y mejor de este volumen. Construida en un magnífico crescendo que desemboca en un atmosférico y conseguido final, su sencillez y falta de pretensiones es su mejor arma. Efectiva, con personajes creíbles y con personalidad, una ambientación perfecta con los páramos de Cornualles de fondo y una maldición hindú infectando las tranquilas tierras de Gran Bretaña. Conseguido, en resumen, relato de terror, emocionante y eficaz, que obliga a que empecemos a tener en mayor consideración a su autor.

Otra de las grandes sorpresas de este libro es El amor de ultratumba de Carl von Cosel (2011), de Vicente Muñoz Puelles, sin duda uno de los mejores relatos de los aquí incluidos. Partiendo de la premisa más clásica del pulp y las películas de serie B (el científico loco) mezclado con el horror romántico más clásico que puede representar cualquiera de los mejores relatos de Edgar Allan Poe pasando por los más delirantes de Guy de Maupassant, Muñoz Puelles nos ofrece una historia alucinada de amor loco, de pasiones más allá de la muerte, que funde lo romántico exacerbado con la fisicidad morbosa de manera ejemplar. Carl von Cosel bien podría ser el hermano algo despistado y ensimismado del protagonista de esa obra maestra del fantástico con la necrofilia como temática central que es La caja de hueso de Antoinette Peské (AQUÍ). Un relato excesivo, magnífico, que se devora con intenso placer y que supone todo un regalo para el amante del género. Pocas veces la locura mórbida ha podido resultar tan horrenda y al tiempo, admitámoslo, tan entrañable. Este es su excepcional logro. Aunque, quizá, como piensa el desgraciado Carl, “los vivos nunca podrán entenderlo.”

La antología se cierra con El talismán de la muerta (2011) de José María Latorre, algo repetitiva y alargada historia de hombres lobo. Latorre se me antoja un escritor irregular. Tras haber leído más de una docena de sus libros, el mejor (sin contar sus libros de cine, que me suelen gustar) de ellos me sigue pareciendo el primero que leí, Miércoles de ceniza (1985), una excelente novela apocalíptica. En esta ocasión se queda en un gris terreno medio. Una historia de gotiqueces morbosillas que nunca termina de arrancar. Uno acaba agotado de seguir a la protagonista corriendo de un lado a otro, incansable incluso cuando ya lleva dos días sin comer. Por encima de esto, Latorre es un autor que no renuncia a escribir literatura fantástica en un país donde el género no es todo lo apreciado que se merece. Solo por esto ya goza de nuestra simpatía. Si también cuando acierta es en verdad excelente, yo al menos le seguiré leyendo.

NAVARRO, Antonio José (ed.). La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas. Traducción de Marta Lila Murillo y Mauro Armiño. Madrid: Valdemar, 2011. 491 p. Gótica; 85. ISBN 978-84-7702-697-6.