sábado, agosto 31, 2013

Pioneros de la ciencia ficción rusa (1869-1906)



Es un auténtico placer encontrar libros como este, que se editen y tener la oportunidad de leerlos. En un género dominado en nuestro país por la literatura anglosajona supone un regalo descubrir que la primera historia de amor entre un humano y una marciana pues resulta que quizá sea la que aquí nos cuenta Porfiri Pávlovich Infántiev nada más y nada menos que en el año 1869. Pero hitos de este tipo aparte, que en realidad no tienen más valor que el de la curiosidad, lo fabuloso es descubrir magníficos relatos con más de un siglo de antigüedad que leídos hoy tienen una fuerza impresionante y una capacidad de sobrecoger prodigiosa. Cinco cuentos se recogen en este volumen de los que al menos, y fijaos que estoy diciendo “al menos”, dos de ellos los podríamos considerar obras maestras absolutas del género. Vamos a por ellos.


A. N. Apujtin


Entre la vida y la muerte (1892), escrito por Alekséi Nikoláievich Apujtin (1840-1893), es el primero de la recopilación y comienza de manera genial:

“Eran pasadas las ocho de la tarde cuando el doctor aplicó su oído a mi corazón, acercó un pequeño espejo a mis labios y, dirigiéndose a mi esposa, dijo solemnemente en voz baja:
-Todo ha terminado.
Por esas palabras, yo deduje que había muerto.” (p. 11)

El tono del relato es en su fondo crepuscular y triste: la historia de alguien que ha terminado su vida sin cumplir sus sueños, dejando de lado sus verdaderos deseos por seguir los de sus padres primero, los de su esposa después. Pero al tiempo está entreverado de un fantástico sentido del humor en la descripción de los personajes y las situaciones que se desarrollan en su muerte y durante el entierro. Es como si, de pronto, ese hombre que ya no puede ver de una manera física lo contemplara todo con más lucidez y vivacidad que nunca:

“Siempre odié los bailes y, además, desde mediados de noviembre no me encontraba muy bien y por eso intentaba oponerme con todas mis fuerzas a esas celebraciones, pero mi mujer se obstinaba en organizarlas porque siempre tenía motivos para pensar que asistirían personas de muy elevada posición. Estuvimos a punto de discutir seriamente, pero ella insistió. El baile fue tan deslumbrante como insufrible para mí. Esa velada sentí por primera vez lo fatigado que estaba de la vida y fui consciente de que ésta no se prolongaría ya demasiado.
Toda mi historia se resume en una sucesión de bailes y ahí radica la verdadera tragedia de mi existencia.” (pp. 19-20)

Tras este arrollador comienzo el relato se desarrolla manteniendo este fascinante tono entre lo melancólico, en especial cuando el narrador descubre y revive fragmentos de vidas anteriores, y lo humorístico, cuando está en el presente contándonos el momento de su muerte y el velatorio posterior. Poco a poco va adoptando maneras más reflexivas dándole vueltas a qué es la muerte y a su sentido, o a la falta del mismo, y al porqué de las reencarnaciones y su creencia en ellas: todo el cuento en esencia apoya esta teoría. De ahí su sorprendente final. Sin embargo, en este último tramo Apujtin pierde algo de su fuerza inicial y lo que podría haber sido un divertido y excelente retrato de la muerte se queda a medio camino entre esto y las diversas disquisiciones sobre la misma que lo asaltan. Nos quedamos claramente con lo primero, donde la brillantez de la narración hace inútil tanta reflexión: la acción nos dice más sobre su filosofía de la vida que las páginas que dedica a disertar sobre ella.


En otro planeta


Comenté al principio que Pioneros de la ciencia ficción rusa incluía al menos dos obras maestras del género. La primera (siempre según mi opinión, me gustaría aclarar, que vale lo que un pimiento pocho de esos que de vez en cuando se me estropean en el frigorífico, ejem, y tengo que tirar a la basura) es el emocionante y trepidante relato En otro planeta: tratado sobre la vida de los habitantes de Marte (1869), del mencionado Porfiri P. Infántiev (1860-1913). Es fantástico además porque básicamente consiste en un viaje de conocimiento y aprendizaje, en este caso de la cultura y sociedad marcianas, sin peleas, batallas ni enfrentamientos cósmicos. Una inmersión absoluta en el corazón del otro, de aquel que es radicalmente distinto a nosotros, desde el momento en que el protagonista, para poder visitar el lejano planeta, debe intercambiar su alma por medio de la hipnosis con un marciano. Ambos trocarán así sus cuerpos y podrán vivir bajo la apariencia de quienes no son en un planeta ajeno. Por descontado, si los marcianos resultan horrendos y monstruosos a los ojos humanos, se nos deja bien claro que los alienígenas sienten el mismo espanto físico al ver nuestras birriosas figuras. Lo hermoso de esta historia es que, junto al protagonista, conoceremos y amaremos esta sociedad lejana y extraña, incluso sentiremos el creciente afecto, la atracción y el amor naciente entre un humano y una marciana de aspecto en verdad horripilante pero de admirables carácter y cultura. Nos enamorará su forma de ser. Lo grandioso del relato de Infántiev es que nos arrastrará a aceptar al otro, a la representación más absoluta de lo diferente, hasta este punto.

En otro planeta es un magnífico ejemplo de narración con sentido de la maravilla. Pese a estar cercenado por la censura de la época (nos ha llegado incompleto: fueron eliminados largos fragmentos), su lectura es un auténtico paseo por un Marte fantástico y de ensueño. Es bonita también la secundaria historia del doctor François Rochas, un científico que vive aislado y solitario en las montañas suizas, junto al Mont Blanc. Infántiev resulta sobrecogedor en la descripción de la casa perdida entre los hielos de las elevadas cumbres. Rochas, un trasunto quizá de Nicola Tesla, es el único humano que conoce y disfruta del contacto marciano, al menos hasta que llegue por accidente hasta él el joven protagonista del relato. Sus conocimientos acabarán muriendo con él, dejándonos con esa sensación melancólica y triste de la sabiduría perdida, de todas esas verdades que traerían el bien de hacerse públicas pero que permanecerán ya para siempre sepultadas bajo la nieve eterna e indiferente.


V. Y. Briúsov


Pero si Infántiev ha supuesto un descubrimiento fabuloso, agarraos que ahora le toca el turno al prodigioso Valeri Yákovlevich Briúsov (1873-1924). De él se incluyen dos relatos en esta antología. El primero es La Montaña de la Estrella (1899), un relato pulp escrito casi antes de que estos existieran como tales. Una historia de civilización perdida muy del estilo, y la cito porque es la que tengo más reciente, a la que el gran Abraham Merritt nos describiera en Los habitantes del espejismo (1932). Como el doctor Rochas de Infántiev, aquí también tenemos un viejo explorador y científico con un gran secreto y conocimientos adelantados a su época que muere perdiéndose con su vida su legado. Desde las montañas nevadas y solitarias de Suiza a lo más profundo de la jungla africana, lugar donde se desarrolla la aventura que nos narra Briúsov, la sabiduría de los grandes hombres se deshace en la nada. En este caso el científico es un viejo francés que el joven protagonista encuentra moribundo. Antes de morir le cuenta el secreto que, aunque no se lo ha llevado al final con él a la tumba, también acabará por perderse. Y este secreto alucinante e increíble es el de la existencia de una civilización de origen marciano oculta en un desierto artificial, fugitivos del planeta rojo que acudieron a la Tierra huyendo de su hogar buscando formar uno nuevo aquí. La idea de que un gran secreto, un maravilloso hallazgo, se perderá en el olvido para siempre es fuerte:

“Lo que yo pude ver probablemente no haya sido presenciado nunca por nadie. Pero lo que más se vio afectado fue mi propio interior. Mis convicciones, que yo consideraba inamovibles, se vieron pulverizadas o fuertemente sacudidas en sus cimientos. Ahora admito horrorizado como verdad irrefutable todo aquello que antaño rechazaba. Estas notas podrían tener un claro propósito: prevenir a otros como yo. Pero lo más probable es que nunca lleguen a contar con lector alguno.” (p. 181)

Este es el protagonista tras vivir su aventura imposible, pero en un principio el científico francés encuentra un receptor poco predispuesto a recibir su confesión de la manera que él, o cualquiera, hubiera deseado:

“-A usted, a usted le entregaré mi secreto- me dijo mientras se veía morir-. Continúe mi misión y llévela a término, en nombre de la ciencia y de la humanidad.
Me eché a reír:
-A la ciencia la desprecio, y la humanidad no me gusta.” (p. 185)

Me encanta esta actitud descreída del protagonista, que acepta investigar solo por curiosidad, uno interpretaría que casi por aburrimiento. Su devenir le obligará a cambiar. La resignada desesperación, la aceptación amarga de un destino infausto, la tristeza de quien lo ha tenido todo y ahora está desposeído y solo, y ni siquiera le importa, es el aprendizaje de la vida al que se someterá nuestro héroe. Su conocimiento, el cambio, lo que le traerá es el dolor. Como dije, estamos ante un relato pulp de civilizaciones perdidas, con sus reyes, princesas, esclavos y sublevaciones rebeldes, emocionante de leer y absorbente al máximo. A pesar de que sus personajes luchan y se enfrentan a los problemas, hay una melancólica aceptación del devenir fatal en todos ellos. En esto estriba quizá la mayor diferencia con el pulp posterior norteamericano: este suele estar impregnado de optimismo y capacidad de superación. Para Briúsov, la aventura nos lleva a conocer maravillas, pero también todo el horror y el mal que encierra la naturaleza humana.

De Briúsov se incluye un segundo relato, La República de la Cruz del Sur (1905). Aunque se presentan todos los cuentos incluidos en Pioneros como inéditos en nuestra lengua, la verdad es que este ya fue publicado en el número 2 de la revista Delirio: ciencia ficción y fantasía en junio de 2008. Descrito como el primer relato de zombis de la literatura, esto solo da una idea empobrecida y tristona del verdadero alcance de este sobrecogedor y magistral cuento, una obra maestra absoluta (¿recordáis que dije que en este libro al menos había dos?) que adoptando las maneras de una nota histórica o un informe de un suceso ambientado en el futuro, nos detalla de forma fría y descriptiva la apocalíptica catástrofe en la que se sume la capital de la naciente República de la Cruz del Sur, la Ciudad de las Estrellas. Un auténtico infierno desatado en la tierra de manos de la locura del hombre. Sus apenas treinta páginas son suficientes para contarnos una pesadilla que nace de una enfermedad, la enfermedad de la “contradicción”, mania contradicens, que lleva al individuo afectado a hacer justo lo contrario de lo que desea. Esto provocará en su inicio situaciones jocosas y divertidas, pero poco a poco se empiezan a dar casos de espeluznante horror. Aprovechando la locura de la enfermedad, todos los criminales y psicópatas se refugiarán en la floreciente ciudad y darán rienda suelta a sus deseos más enfermos ocultos en la locura colectiva. Un relato terrible y estremecedor, el reflejo de la naturaleza del hombre en el que el heroísmo y la entrega de unos pocos resultan insuficientes ante la enajenación y el delirio destructivo de la muchedumbre. Briúsov se muestra magnífico en su descripción de la nueva República: en tres páginas ya nos ha hecho creíble este país del mañana. En las restantes, nos hará sentir como un mazazo toda la abominación de la que es capaz el ser humano. Un cuento magistral y demoledor, toda una cumbre del género que desde ya consideramos imprescindible. Y recordad: todo lo que he leído y visto sobre zombis no son sino historias para bebés comparado con lo que Briúsov nos permite atisbar aquí. Esto es el horror, porque no son zombis ni criaturas extrañas: somos nosotros mismos, es el hombre como vórtice del espanto y la pesadilla. Nosotros somos los monstruos.


S. R. Mintslov


Después del impacto producido por la lectura de este relato prodigioso y único de Briúsov, la verdad es que lo siguiente que me diera por leer parecía condenado de antemano a resultarme aburrido e intrascendente. Pero resultó que no: El misterio de las paredes (1906), sin estar a la altura del anterior, sería cruel e injusto esperar esto, de Serguéi Rúdolfovich Mintslov (1870-1933), es una historia de ciencia ficción más tradicional pero disfrutable totalmente. De nuevo encontramos aquí la temática secundaria de esos inventos o ingenios maravillosos que tras mostrar un momento de fulgor increíble se pierden para la ciencia y para la historia de la humanidad. En este caso, el artefacto imposible es un artilugio que nos permite ver y oír sucesos acontecidos en los lugares en los cuales se aplica su funcionamiento. Una máquina del tiempo, aunque solo nos traiga de allá el pasado en imágenes. Así, una abandonada mansión será el escenario elegido por los investigadores para revelarnos su historia, sus secretos, brillando con intensidad de nuevo entre la soledad y el frío de la estepa en la que se eleva la ahora muerta casa. Nuestros protagonistas serán testigos únicos y de excepción de una fiesta que funde lo real con lo fantasmal en fantástica representación. Un cuento elegante que esconde una fabulosa estampa de época y la belleza y la desgracia de los dramas pasados. También el del presente, pues hasta lo que acaba de acontecer pronto es devorado por el olvido. Otro relato, pues, en el que lo maravilloso es atisbado, admirado y perdido casi todo a la vez.

En conjunto, cinco historias que no suponen tan solo una mera curiosidad histórica dentro del género, sino un auténtico descubrimiento, cuatro nombres que cuando algún día se escriba de verdad una historia de la ciencia ficción no podrán ser dejados a un lado. Imprescindibles para los amantes de la literatura fantástica, estos no solo disfrutarán, como yo lo he hecho, o al menos en eso confío, de estos admirables y prodigiosos relatos, sino que se sobrecogerán ante la perfección y modernidad de todos ellos.  


PIONEROS de la ciencia ficción rusa. Selección y traducción de Alberto Pérez Vivas. Barcelona: Alba, 2013. 346 p. Rara avis; 7. ISBN 978-84-8428-828-2.


viernes, agosto 30, 2013

EAM # 44-47: cuatro películas de Alfred Hitchcock



El director de la página web de cine El antepenúltimo mohicano, Emilio Luna, me encargó que dedicara varios artículos a comentar algunas películas de Alfred Hitchcock. Tenía libertad para elegir el número de ellas y sobre cuáles escribir, siendo la única condición que Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955) estuviera en la selección. Así que me puse manos a la obra con la primera. Si os apetece leer el resultado, podéis hacerlo aquí:




Había para escoger, qué os voy a contar, pero las dos siguientes las tenía bien decididas nada más empezar a oír la propuesta de Emilio: serían mis dos películas favoritas de su etapa inglesa sonora, dos obras maestras por las que siento una especial fascinación. Como el objetivo de la selección no era ser exhaustiva, ni tan siquiera representativa de su autor, sino absolutamente aleatoria y subjetiva, no me importó lo más mínimo no dejar ni margen ni posibilidades a otras películas más populares y conocidas del maestro. Así que la siguiente fue Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938).    






¡Qué maravillosos carteles! En fin, la tercera fue 39 escalones (The 39 Steps, 1935), una de las primeras que vi de Hitchcock siendo niño y que se me quedó grabada a fuego. Todavía tiemblo de emoción cuando Robert Donat y Madeleine Carroll deben huir por los páramos esposados el uno al otro y acaban ocultándose en la posada. Los momentos que comparten en la habitación de esta me siguen pareciendo de los más románticos, eróticos y divertidos de todo su cine.



Escribí también sobre la novela de John Buchan 
en la que se inspira la película: AQUÍ.



Tenía claro que para finalizar quería hacerlo con una de sus dos últimas películas: o La trama (Family Plot, 1976) o Frenesí (Frenzy, 1972). Una porque me parece de las más divertidas y simpáticas de su cine, la otra porque es la más macabra, gamberra y destroyer de todas las películas que dirigió. También porque en comparación con otras quizá sean de las menos reivindicadas, al menos de manera popular. Podría daros una razón súper profunda y demás de por qué acabé eligiendo Frenesí, pero dejando aparte que en esos días yo mismo me sentía bastante macabro y gamberro, por lo que empatizaba de manera absoluta con el humor negrísimo de la cinta, la verdad verdadera es que no tenía una copia de La trama y no me pude hacer con ella en el tiempo del que disponía para escribir el artículo, así que nada, ya sabéis cuál ganó.





Y estas fueron mis estúpidas aventuras y disquisiciones mientras escribía los cuatro artículos dedicados a sendas películas de Alfred Hitchcock. Si os han aburrido, imaginaos yo que tuve que vivirlo... ¡Espero que al menos el resultado sea de vuestro agrado!