viernes, diciembre 30, 2011

EAM # 03: No Name on the Bullet, de Jack Arnold (1959)



La película recomendada esta semana en El Antepenúltimo Mohicano es la sorprendente y oscura No Name on the Bullet, dirigida en el año 1959 por Jack Arnold. El Ángel de la Muerte visita un pueblo perdido del oeste, pero resulta que el infierno ya estaba allí.

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Una partida de ajedrez que no es otra cosa que un duelo dialéctico entre el Bien y el Mal. Aunque tras escucharlo uno no termina de saber cuál es cuál con claridad... Una secuencia soberbia rodada con tanta elegancia como sobriedad que marca el tono sombrío y desencantado de esta excelente película.












miércoles, diciembre 28, 2011

La voz que acusa, de F. F. Van de Water (1945)


Bueno, bueno, cuidado en cómo leéis el nombre de este autor, que pueden salir bromas a cascoporro. Confío en vuestra seriedad y formalidad para que mantengáis el punto requerido de concentración intelectual necesario para asimilar estos comentarios tan sesudos que dejo aquí. Risas (eso espero).

Vale, vale, vaaaaaaaaaaaaale, el único esfuerzo intelectual que requiere la lectura de esta novela es la cabezonería propia de un servidor que no abandona un libro ni aunque lo fumiguen con disolvente.

No he encontrado mucha información del autor en internet, tampoco es que haya hecho el esfuerzo del siglo, así que paso rápidamente a comentaros qué me pareció este La voz que acusa (Hidden Ways es el título original, tan poco acertado como la extraña traducción del mismo que nos endosan).

Bueno, La voz que acusa (1945) comienza en un molesto tono de novela negra lleno de tipos duros y topicazos como ladrillos para poco a poco ir derivando a novela de misterio más tradicional, lo cual se aviene mejor a la trama de asesinato imposible y el subsiguiente rosario de sospechosos habitual, limitados estos a los habitantes de dos apartamentos de un bloque de edificios, los Departamentos Morello. A partir de la mitad, cuando ya conocemos la identidad del asesino, la historia se centra en descubrir el por qué del crimen y cómo fue realizado, por lo que la función mejora otro poquito más, pero nunca lo suficiente como para convertirse en una lectura agradable. Entretenida sin más al final, pero olvidable. Y con unos personajes dibujados con cuatro burdos trazos, de manera pobre y tosca. Así, la anciana señorita Agatha, fascinante para casi todos los otros personajes de la novela pero no para el lector, el cual lee sin dar crédito a que esa señora que solo bebe, juega a las cartas y los mira a todos como sabiendo mucho de la vida pueda resultar ni tan siquiera soportable. O el protagonista, que menos mal que se enamora y deja de lado su insufrible pose de tipo súper duro. No es que empiece a caer simpático, eso jamás, pero al menos deja de resultar abofeteable. Van de Water se esfuerza como puede por que estos personajes parezcan interesantísimos e inteligentes, pero vaya, ni por asomo.

Eso sí, como ya he dicho, desde el momento en que todos dejan de ser rocas impávidas y comienzan a parecer personas la historia gana un poco de interés. Se entremezclan con torpeza dos tratamientos narrativos distintos, como si el autor no quisiera perder el autobús de la moda, entonces la novela negra más urbana, pero no le funciona el intento.

El original norteamericano fue publicado por la editorial Dell Books, en su colección A Dell Mistery, y la edición argentina de (¡atención al nombre!) Acme Agency S. R. Lda. en su colección Rastros presenta una ilustración que es una copia de la portada original, menos potente pero significativa y metafóricamente relacionada con la trama. Pero lo realmente bonito de esta edición es que reproduce la contraportada original, identificativa de la colección mencionada, que siempre consistía en un plano o mapa del lugar en el que acontecía la acción de la novela. Todo un lujo, un detalle de esos que a los que amamos el libro en papel nos reafirman en nuestro gusto. Y es que un libro, como al final todo, entra también por los ojos.

WATER, F. F. Van de. La voz que acusa. Traducción de J. Román. Buenos Aires: Acme Agency S. R. Lda., 1945. 191 p. Rastros; 28.


jueves, diciembre 22, 2011

EAM # 02: Kaschéi el Inmortal, de Aleksandr Rou (1945)



Nueva colaboración en la página web El Antepenúltimo Mohicano. Hoy: ¡el ataque de los soviets stalinistas! Cine fantástico ruso tan curioso como desconcertante. 

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lunes, diciembre 19, 2011

Ciento volando # 0


Parece que el mundo de los fanzines y las publicaciones independientes anda revuelto y animado, y por suerte también Cáceres está dando muestras de ello. Así hemos asistido al nacimiento del fanzine Ciento volando, una excelente iniciativa de María Polán, Ana Suárez y Carlos González. Ilustraciones, artículos, relatos, cómic... Todo un cóctel ecléctico y desinhibido que esperamos tenga continuación. ¡Y por muchos números!

En este número cero encontraremos obras de los tres responsables del fanzine junto a la siguiente suculenta lista de colaboradores: María Ramos, Nuria Cano, Pepa Prieto, Roberto Carbajal, Fermín Solís, Elena Bautista, Raquel Barrantes, Clara Tanit, Gabriel de los Bueis GAB, Jorge Méndez, Alma Fernández, PandJ, Lazy Juanma, OlgaZanaForever, Urbano Pérez, Virginia Rivas, Cinta Arribas, Jesús Nido y Brea-Meta 49. ¡No seas bachibozuk y hazte con uno pero ya!

Lo que ya no es tan suculento es que también hay un cuento mío, Marte en llamas. Por lo visto se ha formado un piquete que busca exterminar al autor. Menos mal que no leen este blog.

Como regalo especial se incluye una impresionante "mano loca" de regalo. Bueno, no es exactamente una mano, sino un bicho (hay muchos diferentes). Van a tener multitud de puntos de venta, así que en principio no habrá problemas para conseguirlo en tu ciudad. Si no es así, siempre puedes dirigirte a ellos a través de su correo electrónico: cientovolandofanzine@gmail.com.


sábado, diciembre 17, 2011

EAM # 01: Las aventuras del Príncipe Achmed, de Lotte Reiniger (1926)


Comienzan mis colaboraciones en la página web dedicada al cine EL ANTEPENÚLTIMO MOHICANO, del amigo Emilio Luna. Todas las semanas recordaremos algún clásico, alguna película olvidada, alguna joya perdida o alguna de esas películas más malas que un pimiento pero tan raras que ya solo por eso las amamos. Para empezar, una película de una belleza sobrecogedora: Las aventuras del Príncipe Achmed (1926), de Lotte Reiniger.

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domingo, diciembre 11, 2011

Piscina solitaria


Alucinantes dibujos de María Ramos para nuestra segunda historia ambientada en ese lugar olvidado del mundo y los humanos que es Pueblo Maldito: Piscina solitaria.


Editado por Círculo Vicioso en su colección Librinos con chapa.


Puedes ver y leer la historia completa AQUÍ. ¡Esperamos que os guste!


viernes, diciembre 09, 2011

La juguetería errante, de Edmund Crispin (1946)


El escritor inglés Bruce Montgomery (1921-1978) firmó todos sus libros bajo el seudónimo de Edmund Crispin: nueve novelas y dos volúmenes de cuentos protagonizados por su personaje Gervase Fen, profesor de Oxford y detective aficionado. La editorial Impedimenta promete editar todos ellos, y ha comenzado con La juguetería errante (1946), uno de los más populares. Tras haber terminado su divertidísima lectura, solo puedo decir que ojalá puedan llevar a cabo su promesa.

“-(…) debo decir que si tengo que regresar de la tumba solo para acabar dictando estupideces a una ouija, preferiría no saberlo de antemano.” (p. 96)

Esta aventura de Gervase Fen se mueve en el terreno del humor británico más clásico, ese tan típico de las películas de la productora Ealing que arrasa con todo, que no deja títere con cabeza sin perder nunca las buenas formas, que por momentos raya el absurdo más delirante pero sin jamás dar una voz fuera de tono. Si el hombre es un animal estúpido, y lo sabemos, ¿por qué vamos a estas alturas a escandalizarnos por ello?

Así, siguiendo el trazado de un crimen en apariencia imposible y una trama que es puro whodunit (descubrir quién es el asesino como objetivo principal de la historia), Crispin va más allá y nos muestra todo un retablo impresionante de personajes delirantes, siempre con una mirada divertida, que sin dejar de resultar simpática y amable en su fondo se trasluce una fuerte crítica a ciertas convenciones sociales y un sano espíritu de cachondeo.

Hay momentos en verdad desternillantes: la persecución final por las calles de Oxford es de locos, pero es que la persecución de “la señorita joven y guapa”, con irrupción en una capilla, no es menos descacharrante. Todos los personajes tienen su instante de gloria y están maravillosamente dibujados por Crispin: Richard Cadogan, el poeta de éxito aburrido que está deseoso de correr aventuras y que se embarcará en una que le hará pensar que ojalá no hubiera salido nunca de su cómodo jardín; el estrambótico y fervoroso janeausteniano señor Sharman; el estudiante Hoskins, de mirada cansada y magnífico conquistador con su pose de no interesarle nada, convertido en ayudante para todo; el viejo profesor Wilkes, que uno no sabe si se apunta a la desquiciada aventura para ayudar o para acabar con todas las reservas de alcohol de la nación; la joven y pizpireta Sally Carstairs, involucrada en un lío del que nuestros héroes harán todo lo posible por ayudarla a salir; el abogado Rosseter, tan ladino como despreciable; y, en fin, toda una cohorte de médicos que cuando no están borrachos son medio criminales, de estudiantes que se pasan el día en los bares o de fiesta en fiesta, de viejas señoronas extravagantes y dictatoriales, de policías que no se enteran de nada y que parecen más preocupados por explicar a Shakespeare que por detener criminales, de editores avaros… Y por supuesto Gervase Fen, el rey de los personajes estrambóticos, y su peligrosísimo, cuando él está al volante, coche al que ha bautizado Lily Christine III. Todo un maravilloso y enloquecido despliegue ante el cual resulta imposible no devorar cada una de las páginas de este libro.

Hay bromas dirigidas al lector, bromas sobre el propio autor, sobre los posibles títulos del libro que estamos leyendo, y en todo momento está plagado de citas cultas tomadas y usadas para hacer chistes con ellas. El ambiente tan culto como pedante de la archiconocida ciudad universitaria atraviesa cada párrafo y le da al conjunto una atmósfera de erudición que jamás deja de ser gamberra y divertida. La misma trama de misterio tiene como clave fundamental el uso de algunos poemas del gran Edward Lear, el capitán del nonsense.

En fin, toda una gozada este libro de Edmund Crispin, creo que se me ha notado, ¿no? Y si no ha sido así, pido disculpas y os digo que si queréis pasar un excelente rato con una lectura que debería figurar en la cabecera y como modelo de eso que llaman humor inteligente, no lo dudéis un instante: esta es la novela que tenéis que leer. Y si preferís el humor destrozón y de golpe y tente tieso, pues también. Porque aquí hay risas para todos los gustos. Eso sí, siempre con nuestra corbata en su sitio, la raya del pantalón bien planchada y una buena botella de alcohol a mano.

CRISPIN, Edmund. La juguetería errante. Traducción de José C. Vales. Madrid: Impedimenta, 2011. 312 p. ISBN 978-84-15130-20-8.   

miércoles, diciembre 07, 2011

Cuentos de lo extraño, de Robert Aickman (1966)

El escritor inglés Robert Aickman (1914-1981) está considerado uno de los mejores y más elegantes escritores de literatura fantástica del siglo XX. Debe su fama a 48 relatos publicados en diversas antologías. Sus novelas, libros autobiográficos y estudios sobre el sistema de canales inglés parecen no haber dejado la misma huella. Horrorizado por que se le considerara un autor de género, huía en todo momento de esta clasificación y siempre prefirió considerarse un escritor de cuentos extraños, buscando la sugerencia y huyendo de imágenes directas, más cercano al desasosiego que al terror. En fin, algo que define a prácticamente todos los autores del fantástico europeo sin que estos se rasgaran las vestiduras ni sintieran pavor de en qué dichoso lugar de la historia de la literatura les iban a encuadrar.

Se suele citar a Kafka como una de sus influencias, aunque sinceramente yo no logro verla por ningún lado. Imagino que estará presente en cualquiera de los otros 42 cuentos que no he leído de él. En estos seis, ni por asomo. Sí lo veo más cercano a un Dino Buzzati, por ejemplo, aunque desde luego ni en capacidad de sugerir lo extraño ni en fuerza evocadora logra acercarse al gigante italiano.

El vinoso ponto es el relato que abre esta recopilación. Es un cuento en verdad excelente, que rememora tanto en su historia como en sus formas un perdido paraíso clásico. Aunque más que recordar debería decir recrear: en una pequeña isla de Grecia perviven tres mujeres descendientes de aquellas que una vez dominaran la tierra, cuando el matriarcado regía nuestros destinos, cuando la belleza y la comunión con la naturaleza constituían la esencia de la vida. Un vistazo a un paraíso de raíces paganas ya imposible, pues ni el pasado soñado logra sobrevivir a nuestros grises y materialistas días. Un relato atravesado por un poderoso aliento epicúreo, enfangado un tanto por su tontuelo y pretendidamente poético final, pero disfrutable al máximo.

Aickman muestra siempre un deseo de contención que no juega a su favor en todos los relatos. Justo cuando se desata o comienza a desatarse el horror, Aickman se retira. Una elección por supuesto legítima y que cuando funciona da grandes resultados, pero su mismo afán por no ser considerado un escritor de género le lleva, me temo, a huir de lo que él pensaba eran los estigmas de la literatura de terror. Quizá hubiera sido preferible pensar qué era mejor para su historia que pensar en qué demonios iban a pensar los demás de su historia.  

Aickman busca lo esquinado, la sugerencia, lo que nuestra mente percibe pero el ojo no termina de ver. En Los trenes esto funciona a la perfección. Lo que el autor deja a la imaginación del lector es tan potente como lo que nos muestra del camino. Lo extraño va invadiendo la realidad en una progresión desbordante y perfecta, su atmósfera resulta cada vez más enrarecida hasta el desasosegante final (muy Buzzati, por cierto). Pero en Che gelida manina justo ese retirarse antes de terminar de mostrar del todo provoca un anticlímax notable al final del relato. En el mismo momento en que sentimos el primer y terrible escalofrío recorriendo nuestra espalda, Aickman da por finalizada su historia de una manera más convencional aún que aquella que trata de evitar. Así tenemos un cuento de fantasmas truncado, en el que el momento más típico, el de la aparición, apenas se intuye y resulta estremecedor y de aliento realmente fantástico, para alejarse enseguida de esta atmósfera y presentarnos a otros personajes del relato que nos importan un soberano pimiento cerrando la historia con unas explicaciones que hasta se contradicen con su estilo. Porque de repente leer sobre dos personajes que en plan como seriote dan veracidad a la alucinante historia de fantasmas que acabamos de entrever da un poquillo de risa. De verdad que era innecesario estropearlo. ¡Todo lo sugerido había funcionado muy bien!

¡Ay! Sigo adelante, pero antes indicar que tanto El vinoso ponto como Che gelida manina pertenecen a su libro Powers of Darkness (1966), mientras que Los trenes es del volumen coescrito con Elizabeth Jane Howard We Are for the Dark: Six Ghost Stories (1951). Los tres restantes de esta antología pertenecen a The Unsettled Dust (1966).

En La habitación interior Aickman juega todas sus cartas y las juega con verdadera maestría. Partiendo de la idea de la casa de muñecas encantada, todo un tema clásico del género de terror, Aickman construye un relato en verdad extraño, desconcertante, terrorífico y fantasmal, casi brumoso en su inconsistente sentido de lo que es real, una pesadilla mórbida en la cual, esta vez sí, lo sugerido es tan terrible y mareante que dejarlo ahí, instalado en nuestra mente sin decir una sola palabra, provoca auténtico pavor. El mejor relato del libro a mi gusto, y una pequeña joya del fantástico.

 Nunca vayas a Venecia no es un mal relato, pero no comparto su visión de una Venecia vista a todas luces desde el punto de vista del turista anglosajón más recalcitrante. Bien es cierto que el carácter del protagonista incita esta mirada incapaz de comprender ni el país ni la ciudad que visitan, ese prurito de sentirse único y especial, de no ser como los otros turistas. Pero amigos, hay una abismal distancia entre creerse superior a los demás y serlo. Me temo que no era la intención de Aickman provocar animadversión hacia su personaje, pero a mí me resulta en extremo desagradable. El protagonista viaja a una Venecia soñada que no se distingue de la real, en parte porque la real que se nos muestra en el relato es la soñada por el típico turista que reniega de la Venecia actual y solo ve en ella restos de un esplendoroso pasado. Ya sabéis: el turista que espera que todos los lugares que visita estén conservados en una vitrina para él. Una Venecia que se torna destino al cual ir a contemplar el final de los días, otro topicazo, en la cual por no faltar ni se nos evita la presencia de una bella y misteriosa joven oculta tras una máscara veneciana. Se recurre a evocar la figura del Barón Corvo en su condición de gran extraño en Venecia. El problema está en que Corvo era un extraño en cualquier parte a la que fuese y su figura inmensa empequeñece aún más la del ridículo oficinista inglés. A estas alturas os estaréis preguntando qué demonios me ha hecho escribir que este no era un mal relato. Yo también. Lo he olvidado.

Y llegué al último relato, En las entrañas del bosque, el que se prometía desde el prólogo como el mejor, más intenso y metafórico de los seis aquí incluidos. Se citan grandes nombres para avalarlo, curiosamente algunos de ellos grandes escritores de terror, pero ni por esas. Para mi gusto es el peor con diferencia del libro: pretencioso, vacío (claro, si no, no sería pretencioso…) y tan cómodo como aburrido de leer. Parte de una idea excelente, o llamativa al menos: un sanatorio en el cual todos los pacientes padecen de insomnio, rodeado de un misterioso y profundo bosque. Pero todo queda ahí, diluido en las insufribles idas y venidas de su protagonista y en dos conversaciones con sendos pacientes. Ochenta páginas que resultan excesivas para no contar nada y que, en el momento en que todo comienza a tornarse un poquillo raro, el autor nos endilga una explicación cuya pretenciosidad me hizo llevarme las manos a mi rostro ruborizado por la vergüenza ajena.

Ejemplo perfecto del relato que se utiliza para aquello tan típico de los que detestan la literatura fantástica de que es una obra maestra que horrorizará a los habituales de las emociones fuertes y etc., pero que a mí más bien me recuerda a esa historia del traje nuevo del emperador: si no aprecias sus ricos y espléndidos ropajes te darán por tonto, pero por más que miro yo solo veo que el emperador está desnudo.   

AICKMAN, Robert. Cuentos de lo extraño. Prólogo de Andrés Ibáñez; traducción de Arturo Peral Santamaría. Girona: Atalanta, 2011. 349 p. Ars brevis; 53. ISBN 978-84-937784-3-9.