sábado, diciembre 29, 2012

Hombre perdido




Ya está editado este cómic del cual escribí el guion para mi amigo Enrique Flores. 52 páginas a todo color, editado por el CEXECI. Puedes pedirlo a info.cexeci@org.gobex.es al precio de 12 euros más 3 de gastos de envío.

"En el año 1541, Álvar Núñez Cabeza de Vaca comandó una expedición con camino a Asunción, una ciudad ubicada en tierras de la actual Paraguay. Compartía el viaje un extremeño de Santa Cruz de la Sierra: Ñuflo de Chaves.

No podremos saber nunca si el joven Ñuflo llegó a perderse de sus compañeros como aquí se relata, pero sí podemos dar por cierto el deseo de la jungla de devorar a los hombres que se aventuraban por ella." 


Estas dos fotografías del interior las hizo Enrique.


Ha sido todo un placer escribirlo, por mucho que en algunos momentos me sintiera más perdido que el propio Ñuflo, jajaja. Si os animáis a leerlo, espero que os guste.

lunes, diciembre 17, 2012

EAM # 35: La mosca, de Kurt Neumann (1958)



Ay, ay, ay, qué retraso llevo. Bueno, nada, a ponerse al día. Este es el comentario que escribí para la página de cine El antepenúltimo mohicano sobre la película La mosca (The Fly), el clásico de la ciencia ficción que dirigiera Kurt Neumann en el año 1958, basado en el relato de George Langelaan que James Clavell convirtiera en un magnífico guion. Una película emocionante y terrible a la que el bueno de Cronenberg en su versión de los 80 solo superaría en asquete: la de Neumann se queda impresa en el cerebro de manera imperecedera. Locura, horror, experimentos científicos delirantes, transformaciones monstruosas... En fin, todo lo que nos gusta pero mostrado de una forma tan inteligente que la convierte en uno de mis clásicos favoritos. Puedes leer el comentario si te apetece





¡Y qué actores! Junto al magistral Vincent Price, toda una vieja gloria tan gigantesca como Herbert Marshall y una fantástica Patricia Owens que borda su papel entre la locura y un tranquilo y desesperado romanticismo.


¡Vaya dos! Contemplarlos en acción ya hace que uno desee ver cualquier película, pero si además es una absoluta obra maestra de la ciencia ficción y el terror, se disfruta más aún. 


Price hace de cuñado comprensivo y bueno, enamorado en secreto de su hermosa cuñada. ¡Quién no se enamoraría de Patricia Owens en esta peli!


David Hedison es el científico de buenos sentimientos que intenta que sus descubrimientos supongan una solución para los problemas de la humanidad. Pero sus modélicas intenciones se verán truncadas por un nefasto error. No me digáis que no es una maravilla verlo aquí con su esposa, Patricia Owens (no me canso de escribir su nombre), con estas fantásticas gafas para ver experimentos locatis. ¡Quiero unas iguales!


Fijaos cómo cambian las cosas solo porque a uno se le altera un poquillo el cuerpo: de cena romántica con champán (eso sí, de fondo el laboratorio de nuestro científico) a comida solitaria con problemas para partir el ala de pollo con esa mano TAN EXTRAÑA.




Todos los momentos que Patricia Owens comparte con su marido ya irremediablemente convertido en un monstruo son espeluznantes, llenos de una increíble tensión. Nosotros sabemos qué ha ocurrido, pero ella no. Confía en que podrá ayudar a su marido y obedece a ciegas todas sus imposibles peticiones. El amor se enfrenta a una situación que pondrá a prueba su profundidad. Lo dramático se funde con lo terrorífico para llevar al espectador a un final que deviene brutal al hacernos partícipes de los sentimientos de los personajes.  Lo dicho, un clásico que el tiempo nunca destruirá.



La idea de cubrir con una tela negra la cabeza del científico ocultando el horror, haciendo así que nuestra imaginación se dispare y haga todo el trabajo, es quizá la imagen más recordada de la película junto a esta de más arriba: Patricia Owens desde el punto de vista de la mosca humana.


Pero no acaba aquí la cosa: igual de clásica es esta otra con los restantes protagonistas mirando lo que sus ojos ven pero su mente se niega a aceptar. Hay algo atrapado en esa telaraña, algo que descubriremos y nos helará la sangre. Eso sí, los gamberretes de Marshall y Price se pasaron la peli entera haciendo bromas y chanzas por doquier, en especial en esta escena en que contemplan asombrados el horror. Era dejar de rodar y hala, a hacer chistecitos y decir tonterías sin parar de reír. Lástima que Neumann y su equipo no grabaran esos momentos: de seguro serían hoy tan clásicos y tan magníficos como la película misma.

jueves, noviembre 29, 2012

EAM # 34: La muerte robada, de Nyrki Tapiovaara (1938)



Nueva entrega de mis comentarios sobre películas para la página de cine El antepenúltimo mohicano. En esta ocasión, todo un clásico desconocido, una película tan extraña como sorprendente plagada de persecuciones en la noche, callejones oscuros repletos de conspiradores, tráfico de armas, ataúdes desaparecidos, imprentas clandestinas, contrabando, chantaje, extorsión y hasta una historia de amor arrebatada y de una poderosa sensualidad: La muerte robada (Varastettu kuolema), dirigida por Nyrki Tapiovaara en 1938. Puedes leerla siguiendo el enlace 





La verdad es que uno no sabe cuándo duermen estos señores porque se pasan el día conspirando, editando panfletos subversivos y huyendo de la policía y de los soldados rusos zaristas que mantienen bajo su yugo al pueblo finlandés.


También sacan tiempo para ir de entierro, pero no creáis que el ataúd está ocupado por un cadáver...



Planos de gran belleza plástica y originalidad, dos secuencias prodigiosas y el caos provocado en ocasiones por el desprecio reconocido del director por las leyes básicas del montaje. Para qué, si total la historia se entiende y cuando tiene que conmover, conmueve.


Se rodó en cuatro idiomas, así que incluye subtítulos en finlandés porque si no ni en su país de origen llegarían a entender algo.


El malo (Santeri Karilo), como suele suceder en las buenas películas, resulta sencillamente espectacular en su mezcla de ironía, inteligencia y verdadera rapacidad.


La pareja protagonista está magnífica. Tuulikki Paananen sabe utilizar su belleza para resultar inocente y, cuando es preciso, mostrar una sensualidad devastadora. Ilmari Mänty compartirá con ella la que quizá sea la escena más rompedora y genial de esta película visualmente atípica: la seducción que termina con ese beso final apasionado, encendido, sensacional, que acontece ante nuestros ojos y no llegamos a ver nunca. 


lunes, noviembre 26, 2012

Los cuclillos de Midwich, de John Wyndham (1957)



 Al escritor inglés John Wyndham (1903-1969) le gustaba escribir sobre invasiones alienígenas, qué duda cabe. Habitantes de otros planetas que se introducen en el nuestro con afán de conquista, violentando nuestras existencias cotidianas en las que se instala lo extraño cuando no lo imposible. Al menos en sus novelas más conocidas. Si en El día de los trífidos (1951) son unas despiadadas plantas del espacio las que se adueñan del planeta, más por cuestión de supervivencia que por maldad, las pobres, en esta Los cuclillos de Midwich (1957) adoptarán la forma de niños, los hijos de los habitantes de un pueblo inglés tranquilo y olvidado por la historia que se verá impelido a entrar en ella de una manera brutal. No siempre las visitas eran con afán de conquista, como en Chocky (1968), donde el alien solo desea hacer amistad con un niño terrestre. Pero sí planteaba en todas sus novelas argumentos e ideas originales y, por qué no, hasta subversivas.

En El día de los trífidos, los humanos se verán arrastrados a cometer barbaridades en su afán por sobrevivir, olvidando su razón de ser: la humanidad. En Chocky se plantea el rechazo a todo lo que se desconoce solo por esto mismo, por ser ajeno. Aunque no versa sobre una invasión ni una visita amistosa por parte de los extraterrestres, sí que en su novela Las crisálidas (1955) arremete contra el fundamentalismo religioso de una forma feroz. De nuevo el rechazo a todo lo que es diferente a nosotros, la incapacidad de comprender al otro hasta el punto de no dudar en matar a los propios hijos si estos no son considerados “de los nuestros”. Y esto mismo pero justo al revés es lo que Wyndham plantea en Los cuclillos de Midwich: los extraterrestres serán tus propios hijos. ¿Los matarías por la supervivencia de tu especie? Porque no hay opciones de convivencia. En Las crisálidas Wyndham tomaba y nos hacía tomar partido por los niños evolucionados que suponían un avance de la especie. Pero en Midwich los niños son invasores del espacio, y su exterminio se hace obligatorio si se quiere sobrevivir. De nuevo la temática de la supervivencia a cualquier precio, de nuevo la evolución de la especie que nos lleva a tomar medidas drásticas tanto si se quiere eliminar como si se desea seguir: no hay término medio en sus novelas. Uno debe elegir, se ve forzado a pensar, a dialogar con lo que lee. Y lo maravilloso de Wyndham es que llega a hacernos pensar sin dejar de ser nunca entretenido hasta la pasión.

En Los cuclillos de Midwich el planteamiento es de una fuerza y una originalidad que desarma al poco de comenzar la lectura. Todo un pueblo queda atrapado en una cúpula que deja sumido en un extraño sueño tanto a los que están en su interior como a aquellos que se aventuran a entrar. Un día de aislamiento tras el cual todo vuelve a la normalidad. O eso parece. En las cercanías se ha divisado un extraño objeto con forma de platillo volante que ha estado detenido junto al pueblo todo el tiempo que ha durado su aislamiento. Y a los pocos meses, todas las mujeres del pueblo están embarazadas. El horror de no saber qué se está gestando en su interior junto a la lucha contra las convenciones sociales (entre ellas hay mujeres solteras y chicas muy jóvenes) se funden en un relato llevado con mano maestra. Porque no solo se trata del horror, sino también del amor que una madre no puede dejar de sentir por su hijo pese a desconocer el mismo por qué de su embarazo. Una temática difícil que Wyndham nos narra con una elegancia magnífica, sin eludir nunca lo más escabroso y sin caer jamás en lo sensacionalista. Porque en definitiva, si en Las crisálidas lo que se cuestionaba era si por la evolución deberíamos matar a nuestros padres, aquí es si por evitarla debemos matar a nuestros hijos.

Quizá el único problema de esta novela que se lee en un suspiro, que te envuelve y te atrapa de manera que no hay quién abandone hasta terminarla, es que los niños extraterrestres aparecen demasiado tarde y solo toman presencia casi al final de la misma. Para cuando podemos “oírlos” hablar por primera vez, sus actos ya nos han hecho tomar partido y la decisión de acabar con ellos no resulta tan dolorosa. Y eso que nunca dejan de ser niños asustados que solo desean sobrevivir. A cualquier precio, claro, pero es que todo es como la vida en la naturaleza salvaje: devorar o ser devorado. Los niños son más fuertes, pero son inferiores en número. Su fría lógica y su superior inteligencia los hará invencibles en cuanto crezcan un poco más y desarrollen todo su poder. Hay que exterminarlos cuando aún son adolescentes. Resulta curioso, quizá paradójico, que el único humano, Gordon Zellaby, que tendrá claro que es una cuestión de matar o morir, sea el más inteligente, el que más amistad o cercanía ha logrado con los niños, el único que los conoce bien y en el que ellos confían. En realidad, es un padre que deberá tomar la decisión de asesinar a sus hijos para salvaguardar su propia especie. Un tema casi bíblico, Abraham sacrificando a Isaac, solo que aquí no se trata de una petición ciega de un dios cruel, sino de la supervivencia exigiendo un sacrificio inhumano.

Esta edición de la editorial Gaviota presenta la traducción que se repite de una edición a otra de las pocas que ha tenido esta novela en España. Una traducción nefanda que llega a resultar incomprensible en algunos párrafos por su mala redacción. Si sumamos este uso “particular” de la gramática a la mareante cantidad de errores tipográficos y faltas ortográficas que contaminan el texto casi a cada línea, no queda sino llegar a la conclusión de que esto es lo más extraterrestre del libro. Hay momentos en los que se lee casi por abstracción: formando las frases en tu cabeza. Un espanto, en fin.  

En el año 1960 se realizó una adaptación cinematográfica, El pueblo de los malditos (Village of the Damned) que a mi gusto supera a la novela, pues permanecen en esencia todos sus planteamientos y los niños tienen una presencia más constante y poderosa. La decisión de Zellaby, al tiempo que más dolorosa, también está mejor llevada. Sus dudas y certezas se entienden mejor y alcanzan más profundidad precisamente por el hecho de haber sido simplificadas en su versión para el cine, obra de la soberbia adaptación de Stirling Silliphant, Ronald Kinnoch y Wolf Rilla, este último también como director. No entraré en detalles de qué supuso para mí la primera vez que vi esta película. Por muy importante que me resulte, a vosotros os aburrirá sin remedio. Baste saber que una fotografía de los niños de esta película es la imagen que preside este blog.   

WYNDHAM, John. Los cuclillos de Midwich. (Traducción de Barbara McShane y Patrick Alfaya McShane); (ilustración de portada: Enrich). Barcelona: Gaviota, 1986. 302 p. Infinitum, ciencia ficción; 4. ISBN 84-7693-026-7.





miércoles, noviembre 21, 2012

EAM # 33: La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel (1956)



Ya, ya, voy atrasadísimo con la puesta al día del blog, ay. Pero bueno, en cuanto pueda paso a ordenador comentarios que ya tengo escritos en mi cuaderno 19 (a mano, claro) de libros de John Wyndham y William Hope Hodgson (de este en una entrega doble cuando menos). Mientras, aquí os dejo lo que escribí para el blog de cine de Emilio Luna El antepenúltimo mohicano sobre la fascinante y con razón clásico de la ciencia ficción La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers), dirigida por Don Siegel en 1956. De lejos mi favorita de las dirigidas por él, una película por la que siento una profunda admiración y que nunca puedo dejar de ver con total arrobo y emoción. Puedes leer el artículo siguiendo el enlace:




El pueblo de Santa Mira me recuerda al mío, con la diferencia de que en el mío la invasión sin duda tuvo éxito.


"Salen todos de sus vainas / con sus camisas de caballos, / van todos en fila india / caminando como patos." (Día X menos 60)



Una película desesperada que por momentos deviene terrorífica. ¡Y con extraterrestres malvados que quieren dominar el mundo! ¡Y son como nosotros! Imposible no amarla.





martes, octubre 23, 2012

La profecía de Cloostedd (1868), de Joseph Sheridan Le Fanu


Puedes leer el comentario a este libro de Joseph Sheridan Le Fanu en la página web El antepenúltimo mohicano, bajo el título El espectro del lagoAQUÍ.

LE FANU, Joseph Sheridan. La profecía de Cloostedd. (Traducción de Francisco Torres Oliver). Madrid: Alfaguara, 1978. 202 p. Nostromo; 63. ISBN 84-204-4063-9.

jueves, octubre 18, 2012

EAM # 32: La maldición de la calavera, de Freddie Francis (1965)



Ay, ay. Mi nuevo trabajo ocasional de negro literario o fantasma de los no espectrales me tiene muy alejado del blog. Bueno, del blog y de la vida en general, vaya dislate. Pero en fin, de vez en cuando saco tiempo para cosas gratificantes. Una de ellas es, por supuesto, escribir para la página de cine El antepenúltimo mohicano, que el amigo Emilio Luna dirige de manera cruel y despiadada. ¡Nos tiene esclavizados! Para esta ocasión, elegí la magnífica La maldición de la calavera (The Skull), que dirigiera Freddie Francis en el año 1965 para la productora británica Amicus. Puedes leer el comentario si te apetece


  


Peter Cushing es un erudito de lo extraño que se encapricha de la calavera del mismísimo Marqués de Sade. La verdad es que la culpa de todo la tiene su avaro dealer Patrick Wymark.


Un plano de un cementerio y hala, ya me tienen enganchado como un bebé a su chupete. Llevo días como si viviera en uno, pero ni de lejos tan bonito como este.


Solo por contemplar juntos a estos dos genios ya valdría la pena esta película. Un duelo interpretativo, como se suele decir, de campeonato. El final es toda una performance de Cushing, pero Christopher Lee también tiene sus momentos de gloria.



Como la dichosa calavera te eche el ojo vas listo. Yo me pediría una para regalársela a algún "amigo" de esos que, bueno, jejeje, seguro que ya sabéis qué quiero decir.  



La secuencia en la que la calavera levita es una de las más estremecedoras de esta película de verdad sensacional. No la estropea ni esos hilillos que se ven ahí ayudando a su vuelo nocturno. 


Y aunque yo esté aquí haciendo alguna broma, La maldición de la calavera me parece una maravilla. Angustiosa y delirante, por momentos no podemos evitar estremecernos ante la pesadilla vívida que doblega a nuestro por siempre admirado Peter Cushing.



lunes, octubre 15, 2012

Tour vértigo, de Carolina Velasco (2012)





Un poco a la manera de Legs McNeil y Gillian McCain en su excelente y ya clásico libro Por favor, mátame: la historia oral del punk, la periodista Carolina Velasco ha compuesto el suyo dejando que sean las voces de los músicos por ella entrevistados los que conformen el texto. Eso sí, claro está, las preguntas formuladas así como la selección de las respuestas corren a su cargo, creando la sensación de que su intervención es mínima cuando en realidad es ella la que da forma real al libro. Una manera de hacer en la cual bajo la guía de la periodista nunca se omiten o malinterpretan las palabras de los músicos, aunque ya sabemos que por el solo hecho de ordenar las respuestas y elegir los fragmentos que podremos leer de alguna manera se está dando una imagen concreta que responde al objetivo del autor en la sombra.

Pero bueno, esto último nos importa un soberano pimiento. Lo importante es poder leer qué opinan los músicos sobre lo que se les pregunta. Y aquí nos hablarán sobre el proceso que todos los grupos deben seguir si llevan una carrera más o menos normal, que otros hay que ni de broma la llevan. Lo sé. La composición de las canciones, la grabación de un disco, las giras y la vida en la carretera, cómo se reciben las críticas… En fin, los entresijos más ocultos, el devenir diario y las dudas y certezas de los músicos que admiramos o no, pero siempre interesantes de conocer si en definitiva lo que te gusta es la música.

El título en sí mismo ya es fantástico: Tour vértigo. Según confiesa la autora, se lo sugirió el cantante del grupo Liars (Angus Andrew) al explicarle que es así como se sienten los músicos al terminar una gira: tal y como si uno sufriera un ataque de vértigo. Tras días de carretera, conciertos, entrevistas, convivencia con los compañeros de banda y un desarraigo continuo la vuelta a casa suele ser traumática. Al final para bien, pero en los primeros días acostumbrarse a la rutina habitual no es sencillo. Por muchos que algunos lo deseen.

Quizá lo mejor del libro sea comprobar cómo la realidad destruye todos los estúpidos topicazos que son repetidos hasta la saciedad, en especial aquellos que se refieren a supuesta vida loca llena de drogas y sexo de los grupos de rock. Al menos de aquellos que no gozan de un éxito bestial. Un grupo normal se desenvuelve entre la creación de sus canciones, los ensayos y los conciertos. Si se viaja de un lado a otro en la propia furgoneta no hay tiempo para demasiados desmadres. Eso queda para las leyendas prefabricadas y los escribas de medio pelo que les escriben las anécdotas. Bueno, y para los que ganan mucho, pero mucho dinero. Como los músicos que aquí son entrevistados, si bien son conocidos tampoco son lo que podríamos definir como del gusto popular, pues deben hacer lo que hacemos todos: trabajar si queremos que las cosas salgan bien. Si quieres dar un buen concierto, debes ir descansado y con las canciones más o menos bien aprendidas. El resto es para los que tienen chófer, cocinero y un puñado de mindundis dispuestos a hacerles de esclavos.

La lista de grupos o componentes de los mismos entrevistados es extensa. Confieso no conocer ni a la mitad. Hay representados muchos estilos. Entre mis favoritos están: Deerhoof, Warren Ellis, The Ex, Cosey Fanny Tutti, Faust, Miguel P. Núñez (autor de la portada, además), Alan Vega y Wire. Hay muchos más, desde el pop español más aburrido hasta gente de los no menos plastas Minor Threat o Fugazi (Ian McKaye). Ojo, que nadie se enfade que esto es una opinión sin importancia. He disfrutado lo mismo con sus respuestas que con las de los grupos que me gustan. Porque eso es lo más interesante de este libro: nos ayuda a conocer qué hay de verdad tras el trabajo de un grupo, y creedme que da igual el interés que su música pueda provocar.

Por afinar, me quedaría con las siempre geniales respuestas de Alan Vega, el gran ausente del libro que citaba al principio de este comentario, y por descontado las de la fascinante Cosey Fanny Tutti. Solo ella podría contestar a la pregunta de en qué lugares atípicos había grabado alguna vez un disco y contestar: “En un depósito de cadáveres.”

El libro de Carolina Velasco solo está disponible en formato digital. No se ha llegado a publicar en papel. Puedes encontrarlo a la venta AQUÍ.     

Si os apetece leer una entrevista a la autora, podéis hacerlo en esta página de Soviet Magazine.