El erudito Montague Rhodes James (1862-1936)
es recordado hoy más que por sus ensayos sobre manuscritos medievales y su
correspondiente clasificación por sus modernos cuentos de fantasmas. Modernos
porque él introduce en la tradición de los cuentos de fantasmas clásicos, tanto
los primitivos góticos como los aún para él no muy lejanos victorianos, de
manera definitiva los ambientes y espacios cotidianos y de tiempo presente en
ellos, un poco siguiendo la estela de su admirado Joseph Sheridan Le Fanu,
alejándose de los entornos siniestros habituales aunque sin renunciar del todo
a los mismos. En James una iglesia medieval o un pergamino antiguo son objeto
de estudio o análisis, como él hiciera en la vida real, para a través de ellos
o por su intermediación introducir el elemento espectral, le sirven de pie de
entrada para, nunca sin una buena dosis de sentido del humor, llevarnos ante
las presencias fantasmales. Es toda una alegría, casi una celebración (yo al
menos así me lo he tomado), descubrir que al fin se edita en español uno de sus
escritos inéditos. Y no una de sus colecciones de comentarios a los citados
manuscritos medievales, a las que no nos importaría echarles un ojo, cuidado,
sino un relato fantástico en toda ley. Aunque adscrito a esa tradición que toma
el cuento popular, el folclore y el cuento para niños como marco, James nos
deja aquí una novela bien breve en la que la fantasía y el horror se hacen
compañía con la maestría y la elegancia habituales en el que sin duda es uno de
nuestros autores favoritos de cuentos de fantasmas.
Los
cinco frascos
(The Five Jars, 1916, aunque no es
publicado hasta 1922) adopta la forma de una carta que el propio James
escribiera a su pupila en la vida real Jane MacBryde. Es maravilloso el tono
bucólico y feérico que mantiene en sus páginas, entrelazando a la perfección lo
fantástico con ese ya comentado humor con el cual James sabía impregnar de
forma tan magnífica sus historias. El inicio es toda una delicia, con ese
protagonista (James) paseando y perdiéndose entre la floresta y los umbríos
bosques persiguiendo el rumor y la llamada de las aguas, emparentándose en
forma e intenciones con los mejores relatos del romanticismo alemán. Un arroyo
que se torna pletórico de vida y que guía al narrador a lo más profundo de su
fuente, un manantial cristalino rodeado de ancianos robles que encierran un
misterio portentoso. El cuento de hadas se torna en sus manos en una
experiencia arrolladora donde lo imposible deviene realidad.
A partir de aquí conoceremos, con una narración
en primera persona que favorece el tono de confesión en voz baja, de secreto
compartido pues no de otra cosa se trata, estamos leyendo una carta, la que
James aparenta escribir a su joven protegida, cómo el protagonista pudo conocer
a la gente menuda, a las Criaturas Afables y a sus contrarios las Criaturas
Aviesas, y cuál es el secreto de que pueda comunicarse con los animales, los
ríos, las plantas del bosque y los árboles, siendo un pequeño lago o manantial,
en la más pura tradición fantástica popular, el origen de los prodigios o
cuando menos la fuente de ellos. Pero este mundo maravilloso y encantado
también cuenta con su contrapartida maligna: son las mentadas Criaturas Aviesas
quienes protagonizarán los momentos más terroríficos y escalofriantes en su
deseo de arrebatar a James los cinco frascos mágicos. La progresión detallada,
noche a noche, de cómo el autor va ingiriendo el contenido de los diversos
frascos que le llevan y lo introducen cada vez más en ese mundo paralelo donde
lo fantástico está más lleno de vida que nuestro cotidiano quehacer y lo que va
aconteciendo en ellas, los descubrimientos, las amistades nuevas que hará y los
enemigos desconocidos que lo acecharán, está narrada con una naturalidad que,
perdonadme que lo diga de forma tan torpe, pareciera sobrenatural. Las grises
columnas de niebla que avanzan en la noche arrastrándose hasta la casa del
narrador para intentar arrebatarle los frascos, o el impresionante ataque de la
bola de murciélagos en una lucha sin cuartel entre James y sus nuevos y jóvenes
aliados, son dos de los más celebrados, con razón, capítulos en esta pequeña
novela que no sólo nos habla de prodigios, sino que ella misma lo es por su
perfección.
A modo de continuación de Los cinco frascos se incluye el relato El campo de juegos después de anochecido
(After Dark in the Playing Fields,
1918), de nuevo con un búho como figura guía al mundo fantástico, rebosante de
sabiduría ancestral y un divertido carácter malhumorado como corresponde al de
un sabio que fuera interrumpido en sus reflexiones. Este relato muestra un
aspecto más oscuro y adulto que el de Los
cinco frascos, pero resulta muy afín a los momentos más siniestros y
espeluznantes de éste. En su estructura básica ambos son semejantes, y ambos
son herederos de tantos y tantos cuentos e historias provenientes de la
tradición fantástica: el del caminante solitario que se topa de improviso con
lo increíble.
James impregna este último relato de
continuas referencias a El sueño de una
noche de verano (1595) de William Shakespeare, no puede evitar su querencia
más clásica y erudita, pero como nos comenta Óscar Mariscal (autor de esta
traducción que no podemos dejar de definir como modélica) en sus no menos
eruditas notas, en Los cinco frascos
no hace sino posicionarse junto a otras fantasías infantiles que los adultos
disfrutamos por igual: el clásico indiscutible que es Alicia en el país de las Maravillas (1865), de Lewis Carroll, o esa
otra maravilla sin parangón que es Los
niños del agua (1863), de Charles Kingsley. Acompañada de las ilustraciones
de Gilbert James que iluminaban la edición de 1922, sólo podemos recomendar
este libro absorbente, mágico y maravilloso. Su lectura ha calado hondo en este
oscuro lector, y por eso no puedo sino instaros a que dejéis de lado cualquier
otro libro que estéis leyendo, siempre habrá tiempo para ellos, y os detengáis
en esta pieza exquisita y fulgurante que esplende como una pequeña semilla en
el fondo de un manantial prodigioso.
JAMES, M. R. Los cinco frascos. Ilustraciones
de Gilbert James; traducción y notas de Óscar Mariscal. (Córdoba): Berenice,
2014. 149 p. Los libros de Pan. ISBN 978-84-15441-49-6.
1 comentario:
¡Couteau, le va a encantar! Y se lee en un ratín. El principio es tan fantástico que no se puede parar ya uno hasta el final.
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