“¿Habría fuego en el purgatorio? No, el fuego
era en el infierno.” (p. 105)
Fui avanzando en la lectura de Puertas (There Are Doors, 1988) como entre bloques de hielo, los mismos por
los que escala el protagonista de la novela cuando debe acercarse a la playa
que se extiende frente al hotel de la extraña ciudad donde se hospeda en su
deseo de contemplar un mar que no pertenece a este mundo. Gene Wolfe comenzó
tal que ésta fuera una de sus obras más asequibles tras el evidente esfuerzo de
la monumental (por excelsa, no por su número de páginas) pentalogía El Libro del Sol Nuevo (1981-1987), pero
no. Después de unos primeros capítulos en los que pareciera que nos movemos por
tierras familiares, o cuando menos comprensibles, enseguida abordamos puertos
complejos y enrevesados donde la potencia de las imágenes sugeridas por Wolfe
nos impactan y desconciertan por igual. Da la sensación de que nos permitiera
aferrarnos a un evanescente hilo argumental para arrastrarnos a una vorágine
que no deja de avanzar paralela a la que padece el protagonista, el señor Green.
Nos ciega e hipnotiza y seguimos adelante confusos y fascinados, sin saber bien
hacia dónde nos dirigimos pero consiguiendo que esto nos dé igual. Sólo debemos
disfrutar (y sufrir) el viaje.
Puertas parece ser un libro
muy odiado por los aficionados a la fantasía, lo que hace que le tenga más
cariño del que ya por sí le iba profesando según lo leía. Ojo, que entiendo este
rechazo generalizado: no es una lectura fácil. Pero yo me lo he pasado de
escándalo con esta rareza excepcional de un escritor al que admiro profundamente.
En esta ocasión narrando una búsqueda desesperada a través de universos
paralelos a los cuales se puede acceder, como se nos indica en el título, a
través de puertas dimensionales que, no sé todavía si para bien o para mal, son
difíciles de localizar, tratándose más de suerte o casualidad que de una certera
posibilad el poder atravesarlas. Como es lo normal tratándose de Wolfe, el
texto está atravesado y enriquecido por multitud de referencias de todo tipo.
No es la locura referencial e inabarcable que encontramos en la saga del Sol
Nuevo, pero estamos nadando entre las aguas de una realidad tan irreal como la
que nos mostrara en ésta. Sin su grandeza: el Sol Nuevo es, a mi gusto, una de
las más poéticas, sorprendentes y mayestáticas obras maestras que nos ha dejado
la fantasía (y no sólo de la fantasía, quienes la hayan leído lo saben). La de
más difícil acceso, pero sin duda una de las más gratificantes y poderosas del
género.
Quizá la referencia más evidente en Puertas sea la que se hace a la novela El castillo (Das Schloß, 1926), la genial novela que Franz Kafka dejara
inconclusa a su muerte. De manera directa, encontrando el protagonista un
ejemplar en alemán del mismo y con la aparición de un personaje llamado Klamm,
siendo estas dos quizá las más superficiales. Una tercera y más profunda es que
tal vez (y disculpad mi imprecisión, pero tratándose de Wolfe siempre existe el
temor de quedarse uno corto en las interpretaciones) pudiera ser Green un
moderno agrimensor K. perdido en un mundo que no entiende en el cual busca
incansable a una persona que se nos antoja inalcanzable. Aquí se trata de una
joven con la que Green, en el mundo “normal”, el que conocemos o identificamos
como nuestro, estaba manteniendo una relación. Justo acababa de conocerla
cuando, al atravesar una de las puertas del título que llevan a ese otro
universo paralelo o quizá imaginado, la perdió. Una de esas puertas que desde
el magnífico relato de H. G. Wells La
puerta en el muro (The Door in the
Wall, 1911), los amantes del género fantástico conocemos tan bien.
No se trata, claro está, solamente de que
Green pase por un portal a otra realidad, otro mundo o universo paralelo como
hemos indicado, ni tan siquiera a muchos o a una sucesión de ellos. Esto sería
lo normal o lo que cabría esperar de un relato de este tipo. Y lo normal o lo
cómodo es enemigo de la obra de Wolfe. La sensación en algunos tramos de la
novela es que llega un momento en que cada vez que los ojos de Green miran o se
detienen en algo, lo que éste ve se asemejara a flashes o imágenes de aquello
que observa, pero de forma enloquecida, alterado por su mente, sin orden
aparente ni lógica conocida alguna. Todo se transforma en un carrusel continuo
de visiones que en tres frases nos lleva a atisbar universos que otros autores
desarrollarían y nos detallarían en varios tomos. Tal es así que nuestro
protagonista cree estar soñando todo el tiempo, pues piensa que estas visiones
y alucinaciones forman parte de fugaces sueños. El lector duda: Green, tanto en
el mundo conocido como en el otro, acaba dando con sus huesos en sendas
instituciones para enfermos mentales. Hay un conseguido tono de vigilia, de
fantasmagórico duermevela que me ha parecido subyugante y maravilloso.
Algunas otras referencias. Una podría ser que
la muñeca viva que lleva Green en un bolsillo durante casi toda la novela,
Tina, consista en una broma privada (o no) con el episodio 6 de la temporada 5
de la serie The Twilight Zone
(1959-1964), Living Doll (1963, dirigido
por Richard C. Sarafian y con guión de Charles Beaumont), cuya coprotagonista,
una muñeca llamada Talky Tina, se enfrentaba a un atormentado Telly Savalas
mientras aquélla le espetaba una aterradora e inolvidable frase: “My name is
Talky Tina and I’m going to kill you.” Otra: hacia el final de la novela se nos
desvela el nombre completo de Green: Adam K. Green. No hay sorpresas en
reconocer en él esa kafkiana K. Otra más: a Antinea, la mujer fatal por
experiencia, como nos diera a conocer Pierre Benoit en su fantástica novela La Atlántida (L’Atlantide, 1919). Por último, Wolfe incluye un cuento que ignoro
si es de su autoría o se trata de una adaptación: el de Jacob y Joseph en la
Selva Negra. Pero por muchas obras ajenas que se traigan a colación, vengan a
propósito o no, lo que de verdad importa es la novela de Wolfe en sí misma. Y
Wolfe, cuando menos lo esperábamos, cierra y deja clara su historia en el
desenlace de la novela (sí, lo habitual en otros aquí también es sorprendente).
Todas las explicaciones se nos aparecen diáfanas, con emoción y transparencia,
y si bien no alcanza las cotas de maestría absoluta de su Sol Nuevo sí que
acaba resultando una novela excelente digna de su autor.
WOLFE, Gene. Puertas. Ilustración de portada
de Michael Whelan; traducción de Celia Filipetto. Barcelona: Martínez Roca,
1994. 282 p. Gran Fantasy. ISBN 84-270-1826-6.
4 comentarios:
¡Hola, Llosef! Leí hace años la pentalogía de 'El Libro del Sol Nuevo', y me pareció excepcional, atípica en el panorama de la fantasía contemporánea. Eso sí, tienes que estar muy atento a lo que sucede. Los dos primeros libros, en los que nos presentan a Severian, ese aprendiz de torturador (!), y todo el mundo en el que se desarrolla la historia, es impresionante. Creo recordar que en el segundo libro se incluye hasta una obra de teatro. Menuda imaginación de la Wolfe.
También tengo un buen recuerdo de otro libro suyo, 'Soldado de la niebla', en el que el protagonista, debido a una herida pierde la memoria cada día, con lo que debe escribir un diario cada noche con lo acontecido, y leerlo por la mañana. De nuevo, estamos ante un protagonista nada creíble, algo habitual en Wolfe. No sabemos si nos miente o es que no recuerda.
Muy buena reseña. Tengo 'Puertas' pendiente, y tiene buena pinta. ¡Saludos!
No he leído "Soldado de la niebla", Óscar, pero sólo con eso que has contado ya me muero de ganas, jajaja.
"Puertas", no lo puedo negar, no se puede comparar con las aventuras de Severian, ¡sería una crueldad!, pero si te gusta Wolfe la vas a disfrutar.
¡Saludos!
Grandísima novela, otra más de Wolfe. Guardo el libro como un tesoro, descatalogado como está y con el esfuerzo que hice para conseguir encontrarlo no es para menos.
Es una lástima que en estos últimos años no hayan traducido ninguna de sus novelas más recientes, su enrevesado lenguaje me impide disfrutarlas en inglés.
¡Esperemos que alguna editorial se atreva con él!
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