La puerta abierta (The Open Door,
1882) es uno de los relatos de fantasmas más estremecedores que he leído nunca.
Como todo buen cuento, gana cuantas más veces se lee: siempre se descubre algo
nuevo. Margaret Oliphant (1828-1897) consiguió que el mismo M. R. James se
rindiera ante la fuerza espectral de esta obra sin igual, a la cual el maestro
de la ghost story jamás dejó de
dedicar los más encendidos elogios.
Aunque aún aparecen las ruinas como epicentro de
la acción, escenario heredado de la tradición gótica, este relato resulta
plenamente moderno por varios aspectos. El primero de ellos, la forma en que
ese escenario gótico es presentado: nos encontramos no ante los restos de una
antigua iglesia o mansión señorial, sino los tristes muros semiderruidos de una
casa moderna, en concreto el muro y la puerta de acceso del personal de
servicio. En principio, nada más prosaico. En segundo lugar, aunque la interpretación
fantasmal es la que domina el relato, no se dejan de lado otras posibles
interpretaciones, tanto realistas como una de calado fantástico pero alejada
por completo de la idea del alma en pena acosada por un hecho trágico de su
vida (si bien esta es la que empapa el relato y lo domina). Otro aspecto más
podría ser la misma actitud del protagonista, casi un cazafantasmas o
descubridor de misterios, solo que aquí obligado por circunstancias personales
que lo llevan a actuar de tal forma y no por dedicación.
Un relato extraordinario y difícil de olvidar, imposible
también de leer sin sentir de continuo ese familiar estremecimiento que nos
indica que el miedo está haciendo acto de presencia.
¡Y la próxima vez, por Cristo, que alguien lo
deje entrar!
OLIPHANT, Margaret. La puerta abierta.
Traducción de Rafael Díaz Santander. Madrid: Valdemar, 1987. 127 p. ISBN
84-7702-002-7.
2 comentarios:
Es un relato de terror conmovedor, que más allá de la presencia del fantasma, nos llega al corazón a traves del dolor de todos los personajes: el chico que quiere salvar al alma en pena, el padre que le da un giro a sus creencias sólo por salvar al hijo, el médico que, como típico científico de la época, no quiere claudicar ante su formación positiva y el sacerdote que pone fin a tanto sufrimiento por su fe y sus conocimientos del caso.
Con un marco romántico, la noche, las ruinas recientes, las sombras, todo esto perfectamente descripto, componen un cuento perfecto.
Totalmente de acuerdo: llega al corazón. Y también es un genial relato de fantasmas. Es fantástica la forma en que Oliphant consigue emocionarnos por tratarse precisamente de un relato de espectros.
Publicar un comentario