Continuamos con el repaso a los relatos que
conforman este magnífico volumen, sin duda uno de los más esperados por mí
desde el momento en que la editorial Valdemar dio noticias de su publicación.
Entramos en la sección que Nebreda ha
titulado “Cuentos de terror en el mar”, esto es, nos sumergimos de cabeza y a
pulmón abierto, con lo castigados que están los míos, en la zona troncal del
libro. Hay que prepararse, porque a partir de aquí navegaremos por el mar más
oscuro que mente humana haya podido imaginar. Con permiso de Melville y Poe,
por descontado.
En Un
horror tropical (1905) Hodgson nos introduce sin dilación en el ataque de
una informe criatura, aquí al fin de connotaciones más fantásticas que en los
cuentos anteriores pues asemeja ser una gigantesca serpiente con tentáculos,
pinzas, lengua viscosa terminada en dientes y boca infestada de colmillos… En
fin, nada más y nada menos que el Transformer tenebroso de los mares. El ataque
es implacable desde la página uno y la angustia resulta claustrofóbica apenas
llevamos un puñado de frases. Hodgson se aplica a lo que mejor sabe hacer, y
como si fuera del todo consciente de ello ni se detiene a presentarnos a los
diferentes personajes. Para qué, si total para lo que les queda de vida…
En Más
allá de la tormenta (1909) de nuevo Hodgson no pierde demasiado tiempo en
lanzarnos de lleno al corazón de la pesadilla. Aquí el monstruo es el mar
mismo, presentado como una voraz y despiadada criatura en el delirio que
precede al horror y la muerte. El hecho de que la narración sea el mensaje
final enviado por telégrafo desde un barco que se hunde crea una desasosegante
sensación de urgencia. Asistimos a los últimos instantes de vida de una
tripulación condenada.
El
misterio del barco inundado (1911) es un relato con un planteamiento y una
progresión fascinantes. El misterio propuesto desde su inicio es extraño y
cautivador, del todo terrorífico no solo por su aparente inexplicable
naturaleza sino por lo increíble de los sucesos que nos hacen avanzar temerosos
por la senda del fantástico más desatado. Lástima que en la explicación final
se torne una vulgar historia de piratas, pero fijaos qué trama de misterio nos
estaba mostrando Hodgson para que una historia de piratas no se nos antoje la
mejor solución… A pesar de este final, el relato es una maravilla y mientras se
mantiene en las aguas de lo imposible podemos considerarnos felices navegando
por las mejores páginas del autor, aquellas en las que lo extraño nos atrapa
por el cuello y no nos permite ni respirar ni cerrar los ojos ante el horror.
Porque estamos aterrorizados, pero por nada del mundo apartaríamos la mirada.
Nos tomamos un pequeño respiro con El encantamiento del Lady Shannon
(1919), un relato sobre capitanes y oficiales que maltratan a la marinería y
reciben su castigo por ello, un tema que se repite ocasionalmente en la obra de
Hodgson debido a que él lo sufrió en sus años de marinero. El castigo que
reciben los oficiales es por descontado ultraterreno y fantasmal, o al menos
así lo parece hasta que la maldita realidad nos pone los pies en el suelo y se
evapora todo lo espectral. Pero hasta entonces es un buen relato al que
gustosos, como siempre en Hodgson, le perdonamos las explicaciones realistas.
Y dije “pequeño descanso” porque nos
enfrentamos ahora a uno de los mejores cuentos de Hodgson, uno de aquellos cuya
lectura nos resultará inolvidable, terrorífica, al que volveremos siempre con
el corazón en un puño porque además es de los más tristes y melancólicos que
jamás escribiera: Una voz en la noche
(1907). Su perfecto comienzo nos introduce en el misterio de manera
sobrecogedora y sin duda es uno de los más extraños y poderosos que he leído
nunca en un relato de terror. Podéis quitar este “de terror” final y seguiré
firmando la frase. Un barco varado en calma chicha, el estado habitual de los
barcos en los relatos de Hodgson, marcando la angustia de verse anclado en un
lugar en el que lo más antinatural es la falta de movimiento, recibe una en
principio imposible visita en lo más profundo de la noche de un hombre en una
barca que solicita ayuda a la tripulación. Pide alimentos para él y para su
ausente esposa, pero bajo ningún concepto consiente en que los marineros del
barco acerquen alguna luz. Desea permanecer a oscuras. Su comportamiento es
extraño, pero su agradecimiento es sincero y emotivo al recibir las vituallas
que los ayudarán a sobrevivir. Por esto contará su desgraciada historia a la
tripulación, por deferencia al favor recibido pero también como aviso, como
advertencia ante el horror que él y su compañera están viviendo. Y entonces leeremos
el relato de su experiencia atroz, una de las más angustiosas y terroríficas
pero al tiempo más desoladora que se pueda imaginar. Este es sin duda uno de
los más estremecedores cuentos de Hodgson. Uno de nuestros favoritos.
El
albatros
(1911) es la historia de un sencillo pero a la vez fabuloso salvamento. También
la historia de una lucha de resistencia ante la muerte y el horror digna de
admiración. Con muy buenos momentos de terror de lo más repugnante, El albatros acaba siendo, absoluta
paradoja, uno de los relatos más luminosos del volumen por su carácter
aventurero, por su ritmo trepidante, por su tensión creada por el recurso de
“salvamento en el último minuto” y por su feliz desenlace, algo no muy habitual
en Hodgson pero que en esta ocasión resulta la mejor elección posible. Un
excelente relato.
El altísimo nivel se mantiene con el
espectacular cuento La nave abandonada
(1912). Hay que decirlo de nuevo, y una y mil veces si fuera preciso: pocos
escritores como Hodgson son capaces de transmitir la angustia desesperada de
ser acosado a muerte por criaturas terribles, por el terror tomando la más
horrible de las formas. Aquí, una extraña masa informe que vive en las
inmediaciones de un barco abandonado, un derrelicto cubierto de una fungosidad
viva y anhelante de alimento que pondrá en un aprieto infernal a los
tripulantes de la falúa que se acercan a inspeccionarlo. Se lee sin aliento,
del todo absorbido el lector por el terror ante lo desconocido y el espanto de
un ataque surgido del mismo infierno.
Viejo
Golly
(1919) es otra historia de marinero fantasmal que exige venganza ante un
capitán maltratador. Aunque se ofrece una explicación racional, lo bonito de
este relato es que deja en el aire que quizá esta no basta para dar solución a
todos los hechos.
Demonios
del mar
(1923) es un auténtico clásico y uno de los mejores exponentes del estilo y las
temáticas de Hodgson: un barco en la soledad del océano acosado por criaturas
terribles surgidas del peor de los infiernos. La angustia provocada por la
tensión de un peligro innominado que cuando tome forma mostrará todo su horror
es sencillamente difícil de igualar. La soledad que sentimos en nuestras peores
pesadillas parece que fue el alimento del genio de Hodgson.
Y seguimos con otro impresionante y
fantástico relato, Los habitantes de la
isleta Middle (primera publicación: 1962), en el cual Hodgson ambienta con
perfección magistral tanto la atmósfera de misterio como el escenario, una
ensenada flanqueada por elevadas montañas en la que se oculta un barco perdido,
aunando maravilla y terror a partes iguales. Es un cuento de fantasmas, algo no
muy común en nuestro autor cuando nos narra una de sus visitas al infierno en
el mar, en el que lo terrorífico acaba por vencer a esa trama que consiste en
la búsqueda desesperada de un amor desaparecido entre las aguas. Siempre el
horror derrotando a la redención. Desasosegante al máximo, cuando creemos ver
una pequeña luz para la esperanza pronto nos es retirada del horizonte para dar
paso a la más cruda oscuridad. Espectros condenados a habitar un pecio
abandonado, un lugar de ensueño convertido en el nido donde perviven las almas
condenadas de los que allí perecieron: una historia subyugante y estremecedora
que devora el corazón.
Cuesta trabajo seguir leyendo esperando que
el nivel de estos últimos relatos se mantenga, pero el festival macabro no
decae. Si fantástico e increíble es el mar cuando nos lo describe Hodgson,
también hay ocasiones en que su visión es decididamente alucinatoria. Así
acontece en este excepcional relato, La
nave de piedra (1914), en el cual el océano jamás estuvo tan cerca de
convertirse en el escenario de una pesadilla psicodélica. Misteriosos e
imposibles sonidos rompen el silencio de la noche en alta mar anunciando
presagios funestos y adelantando la monstruosidad que se desatará en su final.
Un cuento de aventuras de construcción clásica que poco a poco va derivando
hacia la locura con el descubrimiento de un barco abandonado que alberga la
esencia de todo lo extraño y es atravesado por un circuito eléctrico de
imágenes que harían las delicias de los más furibundos surrealistas.
El
buque embrujado Pampero (1918) nos narra la historia del barco maldito que hará
cierta la leyenda de su maldición. Pese a las explicaciones finales dando
sentido a un origen lógico de un suceso en apariencia fantástico, no hay duda
acerca de cuál es la opción de Hodgson. La lógica parece ser la única salida
para no enloquecer ante el horror. Pensar que lo acontecido carece en realidad
de componente extraterrenal es una componenda que, paradójicamente, nadie en su
sano juicio podrá creer.
Justo como en el relato anterior, en La noche partida (primera publicación:
1973) el acoso procederá también de criaturas espirituales, fantasmas que en
manos de Hodgson serán todo menos lo que conocemos o les atribuimos. Al menos
por la forma en que la atemorizada tripulación del barco dará con ellos, un
festín visual y delirante que hace recordar de manera poderosa a su magistral
novela La casa en el confín de la Tierra
(1908). El mar se inunda de colores alucinógenos y abismos enfebrecidos para
dar a luz lo espectral. Es curioso que en uno de sus relatos más psicodélicos
Hodgson se incluya como protagonista…
Y en el siguiente cuento, de nuevo
encontramos espectros furiosos que surgen de las aguas para convertir el mar en
la tumba silenciosa de un navío. Como testigos impotentes, los marineros de
otro barco contemplarán toda la escena estremecidos de terror. Con sus ojos
observaremos la siniestra escena en El
navío silencioso (primera publicación: 1973), compartiremos su angustia y
descubriremos que el barco atacado no es otro que el Mortzestus, el mismo que
sufría un infernal asedio en la magistral novela Los piratas fantasmas (1909). Quizá Hodgson reservó tan terrible final
para esta historia dejando que en la novela escaparan con vida. Ya veis que de
poco les iba a servir, pues salieron de las garras de los piratas para caer en
las de los monstruos surgidos de la bruma. Ni el mar ni nuestro admirado autor
perdonan.
El
encantamiento del Jarvee (1929). Volver a leer un relato protagonizado por el
gran Carnacki, el investigador de lo oculto creado por Hope Hodgson, resulta
estremecedor y reconfortante. Lo primero porque es imposible no temblar al
volver a una atmósfera, unos personajes y unas aventuras que tanto nos han
hecho disfrutar. Lo segundo, porque uno tiene la sensación de reencontrarse con
viejos amigos, de ser uno más de los cuatro invitados a los que Carnacki ofrece
una de sus cenas y la velada posterior. Y por esto he disfrutado tanto de esta
relectura, porque es maravilloso volver a contemplar a Carnacki enarbolando
todos sus aparatos eléctricos en busca de fantasmas y hechos extraordinarios,
en esta ocasión a bordo de un buque. Ni de lejos está entre los mejores de este
libro que comentamos, pero me ha emocionado sinceramente retornar a él. Y un
placer añadido es poder comprobar cómo Hodgson supo trasladar los temas fetiche
de sus relatos ambientados en el mar a uno de los cuentos protagonizados por el
gran Carnacki: sombras que acosan y se ciernen sobre el barco, la bruma
impenetrable, la oscuridad de la noche como un manto o un nicho, la calma
chicha que atrapa al navío en un mar tranquilo y muerto como un espejo, las
repentinas y brutales tormentas… En definitiva, lo espectral tomando forma real
entre sus manos.
(Continuará…)
2 comentarios:
He leído algunos relatos de Hodgson -que apellido más complicado, por favor-, y sin duda no han envejecido en absoluto. Más bien, aunque tengas conciencia que muchos relatos tienen al menos un siglo, no dejan de ser, en cierto modo, una corriente de aire fresco que, en lugar de llegar de un presente de supuestas "obras alternativas", o "populares", viene de un pasado injustamente olvidado. Por cierto, que "Una voz en la noche", tiene el el recopilatorio de Valdemar "Mares tenebrosos": "La isla de los hongos", de un tal Fisher, que no deja de ser una auténtica sengunda parte del relato, y un homenaje al cuento y a Hodgson -el autor, honradamente, no sólo no oculta el hecho, sino que lo deja claro-.
Hasta pronto, y a ver si me pongo otra vez con el blog; últimamente he estado un poco ocupado.
"Una voz en la noche" es todo un clásico que no es difícil encontrar en más de una antología, Reddis, aunque a mí la continuación escrita por Fisher no me gustó demasiado...
¡Un saludo y adelante con el blog!
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