Luchadores
del espacio
se ha convertido con el tiempo en una de las más míticas colecciones de novela
popular española gracias, en primer lugar, a las fascinantes portadas de José
Luis Macías, un absoluto genio creativo que con sus ilustraciones dotó de una
vida especial a unas obras que en manos de otro dibujante menos visionario no
hubieran pervivido con la misma capacidad de sugerir maravillas, y en segundo
lugar, a ser el hogar en el cual se desarrollaron las novelas que conforman la
saga más famosa (con permiso de Ángel Torres Quesada y su El Orden Estelar) de la ciencia ficción española, la Saga de los Aznar, obra del valenciano
Pascual Enguídanos Usach firmando bajo el seudónimo de George H. White, de
clara resonancia al maestro H. G. Wells. Para haceros una idea de lo que fue
esta colección, lo mejor es leer el fantástico artículo de José Carlos Canalda
dedicado a los autores que en ella colaboraron: Los escritores de la colección Luchadores del espacio. También os
recomiendo, antes que perder el tiempo con lo que yo os voy a contar, que
sepáis quién es Karel Sterling de su mano: JulioPérez Blasco, alias Karel Sterling. El trabajo de Canalda dedicado a las
novelas conocidas como de a duro es espectacular, absoluta referencia para mí,
por lo que ya aprovecho y os invito a que no dejéis de leer su genial La gran historia de las novelas de a duro,
53 capítulos y un apéndice a los que podéis acceder de manera gratuita en los
enlaces indicados.
Karel Sterling (de nombre real Julio Pérez
Blasco) escribió trece novelas para Luchadores
del espacio. La tercera de ellas fue Los
mares vivientes de Venus (1957). En principio, adolece de demasiados
errores gramaticales que la afean y dificultan la lectura. Cuesta trabajo
concentrarse en la narración ante tal desbarajuste lingüístico. A su favor
diremos que goza de un punto de partida fantástico: un extraño recipiente ha
caído de los cielos procedente de Venus conteniendo un líquido negro que lo
devora todo. Una especie de cosa pringosa al estilo de La masa devoradora (The Blob,
Irvin S. Yeaworth Jr., 1958), adelantándose en un año a esta curiosa película,
aunque de dimensiones algo más modestas. También resulta muy interesante la
idea, si bien no está desarrollada como sería de desear, de que la acción
acontezca en un 1978, entonces el futuro, en el que Nueva York ha sido
destruida en El Punto Final de las Guerras. La Tierra vive pues un período de
paz que los alienígenas están dispuestos a finiquitar. La trama desinhibida y
vivaz ayuda a no abandonar la lectura ante la notable torpeza de la redacción.
Y acaba resultando una novela muy divertida y entretenida, con un final
trepidante y un tanto loco. Y es que a esas alturas ya la estaba disfrutando
dejados a un lado, no sin algo de esfuerzo, todos los inconvenientes que he
comentado.
El
tiempo desintegrado
(1959) fue la décima obra que Sterling entregó a la colección. Al tratarse de
una novela más ambiciosa que la anterior, a mi gusto los defectos de su autor
se hacen más evidentes. Si por un lado se agradece el intento de dotar de más
profundidad a la historia, que nunca a los personajes, por otro queda en
evidencia que Sterling se mueve mejor en la acción más aventurera que a la hora
de prestar enjundia a la trama. En su parte final, El tiempo desintegrado deviene en una locura temporal: un
Cataclismo, así con mayúscula pues es como sus habitantes lo han bautizado, se
ha desencadenado en el planeta Hankhar (en la constelación de Las Pléyades), el
cual consiste en una debacle total en la que se superponen todas las épocas del
planeta con sus distintas civilizaciones enfrentándose entre sí a muerte. Esta
idea apocalíptica que bebe en el caos del tiempo es muy bonita, pero su
dificultad y belleza excede con mucho las capacidades literarias de Blasco.
Todo resulta torpe y confuso. Funciona más porque el lector imagina lo que el
autor nos quiere contar que por cómo nos son narrados los hechos. Una lástima,
más aún cuando el inicio ha resultado un tanto aburrido, con el ataque a la
isla donde se alza Centrolab, una ciudad de científicos, por parte de una
criatura extraterrestre y las alteraciones temporales a las que se ven
sometidos algunos de los humanos protagonistas a consecuencia del mentado asalto.
La impotencia narrativa de Blasco resulta dolorosa. Su uso de la elipsis es
terrible: de una página a otra han sucedido cosas trascendentales de las cuales
nos enteramos… ¡porque un personaje se lo cuenta a otro! Se nos hurtan así
escenas emocionantes de la historia que merecían más atención. Esto sí que
acaba provocando agujeros temporales y caos sideral y no lo que Blasco se
esfuerza por describir. Y digo esto con pena, porque de verdad que hay
abocetadas buenas ideas en la novela, pero acaban siendo solo eso: burdos
apuntes en los que el sentido de la maravilla es demolido por la vulgaridad y
la pobreza narrativas. El sorprendente desenlace de El tiempo desintegrado ayuda a que la impresión final no sea tan
negativa: oscuro e irónico, supone un golpe de efecto que rozaría la excelencia
si hubiera estado en mejores manos. Lástima que su desarrollo se desenvuelva de
manera tan farragosa. De no haber sido así, todo podría haber desembocado en
una sencilla pero eficaz y bonita novela.
STERLING, Karel. Los mares vivientes de
Venus. Ilustración de portada: José Luis Macías. Valencia: Editorial
Valenciana, 1957. 128 p. Luchadores del espacio; 84.
STERLING, Karel. El tiempo desintegrado.
Ilustración de portada: José Luis Macías. Valencia: Editorial Valenciana, 1959.
128 p. Luchadores del espacio; 135.
5 comentarios:
Leer tus reseñas de estas rarezas es sin duda mil veces más gozoso que leerlas.
Un saludo!!
Fantásticas y necesarias reseñas que por fin tratan a la literatura popular como una rama más del corpus literario, como debe ser... Y de acuerdo en su apreciación de Macías: sin él, nada hubiera sido lo mismo...
(Diga lo que diga Blogger, soy el Abuelito, don Llosef...)
Estimado Wolfville: le animo a que se arme de valor y se atreva con alguna de estas novelas. Créame que igual que hay decepciones hay obras que le proporcionarán excelentes ratos de entretenimiento y disfrute. ¡Mil saludos!
Estimado Abuelito: el trabajo de Macías es en verdad una maravilla. Recientemente se ha montado una exposición con originales de sus obras. ¡Ojalá podamos admirarla en estas tierras tan lejanas! ¡Un abrazo!
Estoy leyendo ahora mismo "Los mares vivientes de Venus", don Llosef... ¿Gángsters árabes en Venus? Como le ha dicho al señor Wolfville, estas experiencias hay que tenerlas en directo y no en diferido...
¡Un fuerte abrazo!
Estimado Alberto: claro que sí. En muchas ocasiones uno encuentra grandes momentos o ideas en estas novelas que hacen más que disfrutable su lectura. "Los mares vivientes de Venus", dentro de todas sus limitaciones, da un buen rato de entretenimiento y diversión. Y como ha indicado, con el aliciente de esos gángsters haciendo de las suyas... ¡nada más y nada menos que en Venus!
¡Un abrazo!
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