lunes, octubre 19, 2015

E-19 (2015), de Mayte Alvarado



Quizás sea la soledad el estado natural del hombre. Respirar en la calma y la tranquilidad que acompañan el aislamiento y la distancia de otros seres humanos es un placer que saben valorar quienes temen las multitudes y su ruido cargado de furia y distorsión. Pero un breve detalle, un destello lívido nos puede hacer pensar que nos equivocamos. Contemplar dos pájaros en una rama que juegan y alzan el vuelo juntos hacia un amanecer lejano tal vez nos haga añorar el deseo de compañía. Y esto es lo que le sucede al campesino protagonista de E-19 al principio de este estremecedor y maravilloso cómic de Mayte Alvarado. La costumbre, el rito idéntico de vivir un día y después otro igual a este no son suficientes para colmar nuestro deseo. Porque cuando todo acontece en la misma secuencia repetida de actos y vivencias mínimas la necesidad del otro se hace imperiosa si hay algo que rompe ese estado de monótona placidez. El curso propio de todas las cosas se resquebraja y queremos aquello que creemos nos pertenece, que otros disfrutan y comparten y que a nosotros nos parece negado. La soledad se inunda de dolor al recordar aquella vez que fuimos felices con la persona amada. Y ansiamos que vuelvan esas sensaciones, incluso cuando sabemos que el objeto de nuestro anhelo imposible ya no retornará. El campesino verá así invadido su monótono discurrir por la necesidad de una compañera. Y en su aislamiento y deseo de recuperar lo que una vez tuvo o creyó tener construirá una mujer artificial, un robot, que le proporcione esa compañía deseada. Piensa así que con una metáfora suplirá la realidad. Pero las metáforas también tienen vida propia: sueñan, viven, crecen y desean a su vez. Quizás al final la soledad no sea nuestro estado natural, sino la proyección de saber que solo en ella seremos felices. Anhelando siempre, porque conseguir lo que se desea no da fin al dolor. 

Historias de amores y querencias insólitas, de melancolía pausada y silencios de desesperada resignación, de encuentros extraños entre personas solitarias llenan las páginas de la hermosa obra de Mayte Alvarado. Eso es lo que podíamos ver en Miss Marjorie (2013) y Livianas (2012), dos de sus libros anteriores, y que también encontraremos en E-19. Dominado por dos colores antagónicos, azul para el campesino y naranja para la robot, la vida alzándose más real entre los engranajes mecánicos que de la sangre y la carne humanas. Mayte impone su ritmo en la narración y esta nos invade y nos insta a adoptar su cadencia: un día que pasa con el sol desplazándose en lo alto, un instante nocturno en el que un hombre le habla de las estrellas a su compañera, un ser mecánico que abre los ojos a la vida. Nos describe estos breves momentos con una perfección expositiva de tal fuerza que nos olvidamos de que no hay palabras que acompañen a sus dibujos. Escuchamos su voz tras ellos y oímos respirar a sus personajes. Una página lleva a la siguiente y el relato se desarrolla con una fluidez exquisita, con una poesía que en su delicadeza no olvida lo horrible, la oscuridad que anida y acecha en el corazón humano. Una mariposa, una flor, un soldador tienen tanta importancia como los protagonistas. Detalles pequeños que al hacernos la autora fijar la vista en ellos nos hacen comprender lo grande. Una historia de apariencia sencilla que resume todos los sueños y decepciones, toda la belleza y el horror de los innumerables corazones perdidos en esta tierra impasible.




ALVARADO, Mayte. E-19. Badajoz: El Verano del Cohete, 2015. (72 p.). ISBN 978-84-942610-3-9.

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