Divertida y descaradamente locuela recopilación de relatos orquestada por Jesús Palacios, que se abre con una obertura explicativa tan fascinante como esclarecedora sobre las publicaciones pulp norteamericanas de las décadas 30 y 40 del siglo XX dedicadas al terror. Orígenes, desarrollo, edad dorada y muerte. Y su influencia posterior, desde luego.
Relatos de horror gráfico y directo, físico, con sus gotas de erotismo, en ocasiones algo naif visto a ojos de hoy, pero en otras verdaderamente guarrete. Y pese a entroncarse en temas fantásticos, siempre o casi siempre con su explicación racional final, no vaya a ser que el lector se altere demasiado. De ahí que Jesús Palacios encuentre un nexo fuerte con la literatura gótica más clásica y tradicional, el grueso de la misma básicamente con las mismas propuestas e idénticos niveles de calidad literaria. Y con igual reacción tanto de placer morboso por parte del público como de rechazo por parte de la crítica. Y sí, el relato gótico dio a la historia obras asombrosas de autores que amamos (Ann Radcliffe, Charles Robert Maturin, Horace Walpole, Matthew G. Lewis). Pero es que lo mismo sucede con la literatura pulp (H. P. Lovecraft, William Hope Hodgson, Seabury Quinn, Henry S. Whitehead). Y en ambos casos bien sabéis que cuesta trabajo limitar la lista a cuatro nombres…
Estos relatos se denominaron Shudder Pulps (pulps escalofriantes), y al género en sí Weird Menace (amenaza extraña), como nos explica Palacios. Revistas como Dime Mystery Magazine, Terror Tales, Horror Stories, Sinister Stories, Thrilling Mystery o la propia Weird Tales en ocasiones son algunas de las muchas que invadieron el mercado con estas historias entre macabras y excitantes. O excitantes por macabras, vete a saber. Pero lo mejor para conocer con detalle esta isla ignota perdida en el mapamundi de las letras es leerse de un tirón este estupendo prólogo de Palacios que nos aclara, explica y enseña todo acerca de este extraño momento de la historia de la literatura, el aperitivo perfecto para lanzarse a leer los trece relatos antologados teniendo bien clarito donde se mete uno. En fin, un prólogo que es una clase maestra y que cumple lo que yo creo que todo buen prólogo debe cumplir: iluminarnos y ayudarnos a comprender lo que vamos a leer. Y abriendo la puerta para que conozcamos a ilustradores tan maravillosos como John Newton Howitt y Norman Saunders.
Como complemento, recomiendo con fervor la lectura de Páginas negras. Film noir y literatura: el punto de vista pulp, también de Jesús Palacios, un ensayo incluido en el libro Gun Crazy: serie negra se escribe con B y al que el propio autor se refiere en el prólogo del libro que estamos comentando. En éste otro, Palacios hace lo propio con los pulps dedicados al género policíaco rompiendo un buen puñado de tópicos al respecto. Y con otro magnífico montón de ilustradores por descubrir, al menos para quien esto escribe (Rafael de Soto, George Rozen o John Drew, como ejemplo y sólo por citar algunos).
El volumen se abre con el relato perfecto para ilustrar el género. Y perfecto para contar a mis seis sobrinos, como así hice en una de las sesiones nocturnas que les dedico a contarles cuentos de miedo. Se corta un poquito por aquí y se delira un tanto por allá, y voilá: noche de terror asegurada para ellos. Y es que Los hombres topo quieren tus ojos, de Frederick C. Davis, es lo que ofrece: horror a espuertas sin demasiadas complicaciones. Algo parecido sucede con otros de esta antología: El barco del demonio dorado, de Lazar Levi, de los más tontuelos y prescindibles del volumen; Terror en el rancho de vacaciones, de Richard Tooker, en el cual una secta satánica y sus diabólicos ritos son el eje central, con un resultado tan malo como disfrutable; Locura rubia, de Arthur Humbolt; La cosa que cenaba muerte, de John M. Knox, un poquito más gore; Sangre para el vampiro muerto, de Robert Leslie Bellem; Tigresa, de David H. Keller, que leí hace muy poco en la antología Weird Tales (1933-1942) y que aguanta bien la relectura; y Cuando la bestia negra se sació, de Hal K. Wells. Todos ellos con títulos maravillosos que sugieren siempre bastante más de lo que terminan por ofrecer.
Pero hay otros relatos que, en mi opinión, sí sacian de verdad nuestra hambre de horror.
Así, El señor de los muertos, de Robert E. Howard, con la dosis habitual de testosterona a la que Howard nos tiene acostumbrados. Mamporros a mansalva en un relato que no es lo mejor de su autor, pero que pese a esto, pues ya sabéis: cuando los protagonistas se lían a golpes, los puñetazos parecen salir del libro para estamparse en la jeta del lector.
Tumbas para los vivos, de William Irish, seudónimo del magistral Cornell Woolrich, es un relato que ya había leído y es el primero de los tres que de verdad me han gustado de esta antología. En la línea angustiosa y desesperada de sus mejores cuentos, oscurecido aún más por la poetiana situación que plantea. Otra secta lo protagoniza, pero ésta parece más bien formada por ejecutivos de un banco que por adoradores del Mal. Y dan más miedo.
La profecía, de Hugh B. Cave, es el favorito de Jesús Palacios de los incluidos en esta antología. Y el mío también. Cave nos sumerge con mano firme hasta ahogarnos en una extraña ceremonia sobrenatural en la cual la sensación de realismo, de verosimilitud, es brutal. Fatalista y oscuro, no cumple con todos los tópicos del género. Y es la prueba mágica de que hasta en el subgénero más desprestigiado pueden surgir relatos magníficos. La joya del volumen, no se puede dudar.
Momias a la carta, de E. Hoffmann Price, supera la media aunque sin brillar en exceso. Amiguete de Lovecraft y Howard, fue la versión extrovertida y aventurera de estos misántropos solitarios. Ni momias ni nada parecido, claro, pero entretenido.
Y para el final Palacios ha dejado el relato que da en su totalidad lo que desde un principio se nos ha prometido pero nunca llega a cumplirse del todo: horror a lo bestia. Y es que Novias frescas para la hija del diablo, de Bruno Fisher, seudónimo de Russell Gray, es el más morboso, gore, salvaje y desaforado cuento de la antología. Y el tercero de los tres que de verdad me han gustado por encima de los demás. Hay momentos en que en él todo es tan exagerado que hay que hacer algún esfuerzo por reprimir la sonrisa y olvidarse de la lógica realista. Esto es pura carnaza para degustadores de lo macabro. Y da, como he dicho, lo que promete. En toda la boca. Vamos, que no entiendo cómo James Herbert no ha dado su versión contemporánea del tema central de este relato: la caza humana. Bueno, igual lo ha hecho y lo desconozco, porque en su línea está. En fin, el relato más bruto del lote goza de nuestra total simpatía, y supone el toque maestro para terminar el libro con una sonrisa de satisfacción en los labios. Esa sonrisa que por nada del mundo querríamos que nos descubriera nuestra madre.
LOS HOMBRES topo quieren tus ojos y otros relatos sangrientos de la Era Dorada del Pulp. Edición de Jesús Palacios; traducción de Marta Lila Murillo. Madrid: Valdemar, 2009. 558 p. Gótica; 74. ISBN 978-84-7702-649-5.
Relatos de horror gráfico y directo, físico, con sus gotas de erotismo, en ocasiones algo naif visto a ojos de hoy, pero en otras verdaderamente guarrete. Y pese a entroncarse en temas fantásticos, siempre o casi siempre con su explicación racional final, no vaya a ser que el lector se altere demasiado. De ahí que Jesús Palacios encuentre un nexo fuerte con la literatura gótica más clásica y tradicional, el grueso de la misma básicamente con las mismas propuestas e idénticos niveles de calidad literaria. Y con igual reacción tanto de placer morboso por parte del público como de rechazo por parte de la crítica. Y sí, el relato gótico dio a la historia obras asombrosas de autores que amamos (Ann Radcliffe, Charles Robert Maturin, Horace Walpole, Matthew G. Lewis). Pero es que lo mismo sucede con la literatura pulp (H. P. Lovecraft, William Hope Hodgson, Seabury Quinn, Henry S. Whitehead). Y en ambos casos bien sabéis que cuesta trabajo limitar la lista a cuatro nombres…
Estos relatos se denominaron Shudder Pulps (pulps escalofriantes), y al género en sí Weird Menace (amenaza extraña), como nos explica Palacios. Revistas como Dime Mystery Magazine, Terror Tales, Horror Stories, Sinister Stories, Thrilling Mystery o la propia Weird Tales en ocasiones son algunas de las muchas que invadieron el mercado con estas historias entre macabras y excitantes. O excitantes por macabras, vete a saber. Pero lo mejor para conocer con detalle esta isla ignota perdida en el mapamundi de las letras es leerse de un tirón este estupendo prólogo de Palacios que nos aclara, explica y enseña todo acerca de este extraño momento de la historia de la literatura, el aperitivo perfecto para lanzarse a leer los trece relatos antologados teniendo bien clarito donde se mete uno. En fin, un prólogo que es una clase maestra y que cumple lo que yo creo que todo buen prólogo debe cumplir: iluminarnos y ayudarnos a comprender lo que vamos a leer. Y abriendo la puerta para que conozcamos a ilustradores tan maravillosos como John Newton Howitt y Norman Saunders.
Como complemento, recomiendo con fervor la lectura de Páginas negras. Film noir y literatura: el punto de vista pulp, también de Jesús Palacios, un ensayo incluido en el libro Gun Crazy: serie negra se escribe con B y al que el propio autor se refiere en el prólogo del libro que estamos comentando. En éste otro, Palacios hace lo propio con los pulps dedicados al género policíaco rompiendo un buen puñado de tópicos al respecto. Y con otro magnífico montón de ilustradores por descubrir, al menos para quien esto escribe (Rafael de Soto, George Rozen o John Drew, como ejemplo y sólo por citar algunos).
El volumen se abre con el relato perfecto para ilustrar el género. Y perfecto para contar a mis seis sobrinos, como así hice en una de las sesiones nocturnas que les dedico a contarles cuentos de miedo. Se corta un poquito por aquí y se delira un tanto por allá, y voilá: noche de terror asegurada para ellos. Y es que Los hombres topo quieren tus ojos, de Frederick C. Davis, es lo que ofrece: horror a espuertas sin demasiadas complicaciones. Algo parecido sucede con otros de esta antología: El barco del demonio dorado, de Lazar Levi, de los más tontuelos y prescindibles del volumen; Terror en el rancho de vacaciones, de Richard Tooker, en el cual una secta satánica y sus diabólicos ritos son el eje central, con un resultado tan malo como disfrutable; Locura rubia, de Arthur Humbolt; La cosa que cenaba muerte, de John M. Knox, un poquito más gore; Sangre para el vampiro muerto, de Robert Leslie Bellem; Tigresa, de David H. Keller, que leí hace muy poco en la antología Weird Tales (1933-1942) y que aguanta bien la relectura; y Cuando la bestia negra se sació, de Hal K. Wells. Todos ellos con títulos maravillosos que sugieren siempre bastante más de lo que terminan por ofrecer.
Pero hay otros relatos que, en mi opinión, sí sacian de verdad nuestra hambre de horror.
Así, El señor de los muertos, de Robert E. Howard, con la dosis habitual de testosterona a la que Howard nos tiene acostumbrados. Mamporros a mansalva en un relato que no es lo mejor de su autor, pero que pese a esto, pues ya sabéis: cuando los protagonistas se lían a golpes, los puñetazos parecen salir del libro para estamparse en la jeta del lector.
Tumbas para los vivos, de William Irish, seudónimo del magistral Cornell Woolrich, es un relato que ya había leído y es el primero de los tres que de verdad me han gustado de esta antología. En la línea angustiosa y desesperada de sus mejores cuentos, oscurecido aún más por la poetiana situación que plantea. Otra secta lo protagoniza, pero ésta parece más bien formada por ejecutivos de un banco que por adoradores del Mal. Y dan más miedo.
La profecía, de Hugh B. Cave, es el favorito de Jesús Palacios de los incluidos en esta antología. Y el mío también. Cave nos sumerge con mano firme hasta ahogarnos en una extraña ceremonia sobrenatural en la cual la sensación de realismo, de verosimilitud, es brutal. Fatalista y oscuro, no cumple con todos los tópicos del género. Y es la prueba mágica de que hasta en el subgénero más desprestigiado pueden surgir relatos magníficos. La joya del volumen, no se puede dudar.
Momias a la carta, de E. Hoffmann Price, supera la media aunque sin brillar en exceso. Amiguete de Lovecraft y Howard, fue la versión extrovertida y aventurera de estos misántropos solitarios. Ni momias ni nada parecido, claro, pero entretenido.
Y para el final Palacios ha dejado el relato que da en su totalidad lo que desde un principio se nos ha prometido pero nunca llega a cumplirse del todo: horror a lo bestia. Y es que Novias frescas para la hija del diablo, de Bruno Fisher, seudónimo de Russell Gray, es el más morboso, gore, salvaje y desaforado cuento de la antología. Y el tercero de los tres que de verdad me han gustado por encima de los demás. Hay momentos en que en él todo es tan exagerado que hay que hacer algún esfuerzo por reprimir la sonrisa y olvidarse de la lógica realista. Esto es pura carnaza para degustadores de lo macabro. Y da, como he dicho, lo que promete. En toda la boca. Vamos, que no entiendo cómo James Herbert no ha dado su versión contemporánea del tema central de este relato: la caza humana. Bueno, igual lo ha hecho y lo desconozco, porque en su línea está. En fin, el relato más bruto del lote goza de nuestra total simpatía, y supone el toque maestro para terminar el libro con una sonrisa de satisfacción en los labios. Esa sonrisa que por nada del mundo querríamos que nos descubriera nuestra madre.
LOS HOMBRES topo quieren tus ojos y otros relatos sangrientos de la Era Dorada del Pulp. Edición de Jesús Palacios; traducción de Marta Lila Murillo. Madrid: Valdemar, 2009. 558 p. Gótica; 74. ISBN 978-84-7702-649-5.
17 comentarios:
Lo tengo en la estantería y todavía no le he hincado el diente... sus reseñas son muy ilustrativas, muy fiables (será coincidencia de gustos) y se leen hasta el final con gusto, cosa infrecuente...
Del género Weird Menace me gustan muchísimo las ilustraciones de portada, con esos científicos locos y sus cacharros para matar a la rubia del momento. En el blog ausente hay una recopilación sobre el género, pero más centrado en el comic.
¿Para cuándo acordarte de mi y mis lecturas? ;)
Beso cariñoso.
Cuanto juego dan las mujeres en esas portadas.
Julián
Lástima que la portada sea más gótica que pulp. Qué ocasión perdida...
Bueno, que las portadas están geniales, pero los relatos también.
Vale, vale, en conjunto quizá no tanto como ellas, pero ya digo que tres de los relatos son buenos de verdad...
Llevo más de la mitad del volumen. Lo alterno con otras lecturas, para no embotarme con algunos relatos y terminar dejándolo. Tengo que admitir que algunos relatos están bien (pocos), pero la mayoría de los que he ido leyendo son para sonrojarse de manera ajena, vamos: pura anécdota (que bien es cierto que conviene conocer). Leyéndote me doy cuenta que la gran mayoría de los relatos que más te han gustado están al final del volúmen, vamos que son los que me quedan aún por leer, así que... mi opinión puede variar... jejeje, aunque lo dudo. Ya decía yo que el pulp a mí no me va mucho. Eso sí ¡Menudas portadas!
Un saludín.
Amigo Pesanervios, no se rinda. Si desfallece, adelántese a alguno de los que creo que están mejor y, si con estos no funciona, pues entonces ya sí que no hay nada que hacer...
Por mi parte, con esos títulos confieso que ya me tienen ganado. Es muy divertido que te pregunten qué estás leyendo y uno, tan ufano, conteste: "pues nada, los hombres topo quieren tus ojos, está mu bien", jeje.
Me declaro degustador de los relatos de este tipo, gracias a Lovecraft y su "escuela" o predecesores...La calidad de los relatos puede ser variopinta, pero no hay que olvidar que se cobraba a centaco las cien palabras, según creo recordar en la bio de Lovecraft.. Como la tele basura, pero estos tenían mucho más mérito.
En efecto, las portadas son muy curiosas: su estética de profesores locos y chicas protuberantes, en circustancias más prtuberantes aún, hacían asomar las narices a los compradores en los Estados unidos en una total crisis porst-crack del 29.
Quizá , en España... les hubiese ido mejor a nuestros antepasados (y, por ende, a nosotros..), pero en la piel de toro, pan y toros..y fútbol.
Amigo Autodolor... ¡Cuánta razón! ¿Qué sería de nosotros ahora si nuestros antepasados hubieran crecido con estas lecturas? ¡Ay! Yo estoy convencido de que seríamos mejores. Un pelín más morbosillos, pero mejores al fin y al cabo, jeje.
Vd. es que es un mozalbete de gustos barbarizantes. Aquí gustamos de leer historias con hombres de pelo en pecho, no perversiones escritas por pusilánimes advenedizos.
No dejo de reconocer que eres de "buen gusto" (Conforme mi gusto, aunque saboree autores del XIX, y que uno de mis faoritos sea Baltasar Gracián con su extenso, aunque loable "El criticón", y el maldito/bendito Chesterton).
No creo que nosotros fuésemos más "morbosos" si nuestros padres hubiesen leido estos relatos...En este aspecto disiento de tí.
Recuerda que todas las noches SOÑAMOS BARBARIDADES. Y esa es la "literatura" númica que todos tenemos dentro.
Al fin y al cabo, que dejémosnos de pajas mentales y disfrutemos de lo "primigenio, ancestral e ignominioso"
Todo ser humano es mitad ángel y demonio. Sin esa facultad bipartita, seríamos....¿Qué mierda seríamos?...Buff
(En toda esta reflexión, me ha venido el porqué me gusta la música industrial..)
:)
Amigo Autodolor: pensándolo bien, es que quizá nuestros padres sí que leyeron cosas así, ¿no? ¡Ay! Esa época de los folletines y los bolsilibros. Pero en fin, lo de que seríamos "más morbosos" era un poco en plan estrambote. Comparto más lo que dices.
Sí, sí, es que de ahí a el por qué nos gusta la música industrial ha resultado de lo más convincente.
Y estimado Don Erre, no se enfade usted que en estas historias aparecen de continuo esos héroes bravíos y de pelo en pecho que tanto le gustan. Eso sí, nada de nombres hispanos. Y físicamente, los buenos de pura raza aria, los malotes así como morenos y mediterráneos. En fin.
Y gracias por lo de mozalbete. ¡A mis años! ¡Pero si hago joven al mismo Abuelito de "El desván del Abuelito"!
Lo tengo en la estantería, y debería empezarlo YA
madpundit, te lo vas a pasar de escándalo, seguro.
Acabo de conseguir el libro y me encantó, unos seis relatos son mucho más que memorables, y curiosamente me parecieron muy sanos desde el punto de vista sexual y moral, líbido pura. A destacar que la antología nos mete en subgéneros desconocidos para los que nos iniciamos en literatura sobrenatural leyendo todo lo que aconseja el tío Lovecraft en su ensayo célebre, texto excelente pero demasiado casto, que deja claro que el genio de Providence le temía a la carne viviente y lujuriosa mucho más que a los mismos Primigenios... Fue tan agradable la bocanada de aire fresco de la antología, tanta la información nueva, que difiero completamente de los que opinan que es de bajona calidad; al contrario, es de mis libros favoritos de Valdemar, y todo un reto para nuestros prejuicios, estéticos y de los otros. Gran reseña, como siempre; la leí en su momento, se disfruta releerla luego de devorar el libro reseñado.
¡Gracias Puroshuesos! A mí también me parece una antología excelente, tanto como la dedicada a Arkham House en esta misma colección. Ambas algo denostadas, pero disfrutables al máximo para los amantes del género. ¡Saludos y gracias por comentar!
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