No entraré en detalles sobre el merecido éxito que están obteniendo las novelas de Frédérique Audoin-Rouzeau (nombre real de Fred Vargas) porque poco puedo decir: más que merecido, y nos alegra, porque eso permite que su obra se vaya traduciendo a nuestro idioma. Otra cosa es que están siguiendo un orden de edición cuando menos peculiar, pero uno está ya tan acostumbrado a que las cosas no se hagan como sería deseable que se conforma con que se cumpla al menos una parte del deseo.
La autora francesa utiliza el seudónimo de Fred Vargas para sus novelas policiacas. He leído dos seguidas de la serie del Comisario Adamsberg y la sorpresa ha sido mayúscula. Estaba sobre aviso, claro (¡gracias, Paymon!), pero aun así lo que esperaba se ha visto superado de largo por lo que he encontrado. Huye rápido, vete lejos es la cuarta de la serie protagonizada por el tan sensacional como atípico Comisario de la Brigada Criminal de París.
Partiendo de algo tan común como una pareja de policías de caracteres contrapuestos, Vargas crea vida desde la convención. El comandante Danglard es metódico, realista, obsesivo de los datos y hábil con el ordenador y las bases de datos. Por el contrario, su superior el comisario Adamsberg es intuitivo, apenas si sabe dónde está el botón de encendido de su ordenador y gusta de pasear y perderse en la divagación. Ambos poseen una inteligencia fuera de lo común: Danglard, la del estudioso que a través de los años ha adquirido los conocimientos de los libros, mientras que a Adamsberg es la experiencia, la observación y su afilada capacidad de análisis lo que le han dado su carácter excepcional. También es opuesta su forma de ver y enfrentarse a la vida: Danglard es un desastre con las mujeres, ha renunciado a ellas y carga con cinco hijos a los que tiene que cuidar, abandonado por su esposa y por cualquier atisbo de belleza y apostura, siendo su única opción el mantener siempre una sobria elegancia a la inglesa que lucha con fervor contra su cuerpo desgarbado y propenso a la gordura debido a su inabordable afición a la cerveza; Adamsberg es apuesto, guapo, atractivo con sus silencios y su aura de misterio, descuidado en el vestir, pero con ese don que hace que todas las mujeres lo amen sin que tenga que hacer el mínimo esfuerzo. Uno tiende, por su humanidad deslavazada y desastrosa, a identificarse antes con Danglard que con Adamsberg, pero algo hay que los une y los acerca al lector de manera poderosa: ambos son personajes a la deriva, imperfectos, seres que han perdido de alguna manera el rumbo y se aferran a lo poco que tienen con la fuerza desesperada del que ni siquiera sabe que tiene algo. En el fondo, aun siendo tan diferentes, su particular patetismo los une, los convierte en la pareja perfecta. Y así es como Fred Vargas, partiendo de la convención, crea dos personajes con la fuerza y la atracción de los personajes más clásicos e imperecederos de la literatura criminal. Uno nunca se cansaría no solo de sus casos, sino de conocerlos un poco más.
Estas características de sus protagonistas se extienden a todos los personajes de la trama. Desde los otros policías de la Brigada a las personas de vida cotidiana que se defienden como pueden de su condición, pasando por los mismos criminales, los cuales muestran un carácter tan triste y desolado que uno quiere que jamás los atrapen, que cumplan sus objetivos de venganza sin que Adamsberg tenga tiempo de echarles el guante y deslavazar la increíble urdimbre que han tejido.
Porque tampoco hay que dejar de lado esto mismo: la prodigiosa red que Vargas teje en su novela, un misterio superior que engancha de manera frenética y te lleva como arrastrado por el devenir terrible de casi todos los personajes que aquí aparecen. Hombres y mujeres que parecen flotar a la deriva en la vida y que apenas si encuentran un débil pecio al que aferrarse en el naufragio.
Porque todo es triste, pero al tiempo pleno de vida y emoción, una complicada ecuación que Vargas maneja con verdadero gozo para el lector, mezclando en su historia realidad cotidiana y gris con personajes que nos conmueven hasta lo más hondo y pinceladas fantásticas que rompen con cualquier asomo de mediocridad detectivesca. Puro placer narrativo, pura pasión por contar. Los mismos criminales, como ya he comentado, resultan tan patéticos como los policías que les van a la zaga. La ilusoria venganza en forma de peste negra no oculta sino unas almas torturadas y destruidas que se cobijan en la vana ilusión de poseer un don divino.
Lo ancestral pasea por nuestras calles cotidianas e invade nuestras casas con la fuerza que lo más antiguo siempre tendrá sobre la sobriedad de nuestra sociedad obnubilada por la modernidad.
Y es que esto mismo se puede aplicar a Un lugar incierto (2008), octava novela de la serie del Comisario Adamsberg si contamos un volumen que recoge tres historias cortas.
Vale, de acuerdo, aquí los malos no resultan lo que uno diría simpáticos, pero… ¡Vaya si no resultan unos pobres diablos tan patéticos como los de la novela anterior!
En esta ocasión también Vargas nos muestra otra historia de venganzas imposibles, una venganza que clava sus raíces en un pasado inmemorial. Lo fantástico se entreteje con lo real en una historia que se lee sin aliento. El acercamiento al tema del vampirismo se efectúa desde su base más ancestral, la de la leyenda popular, y acaba por resultar más moderno y perturbador que otros supuestamente más “al día”. Lo más antiguo como germen de lo eterno, por lo cual ajeno a las modas y por encima de ellas. Fred Vargas demuestra, como ya he dicho en alguna ocasión refiriéndome a otras novelas, que no importa lo maltratado que nos parezca un tema, sino lo que el autor hace con él. Y aquí es oro fundido en una historia plena de horror, desolación y misterio primitivo. Hay momentos leyendo este libro en los cuales negar su parte más fantástica se nos antoja de idiotas. Oh, amigos, ellos existen, ¿lo dudas? Pero no como creías conocerlos. Porque aquí hasta los vampiros parecen algo de lo que nunca habías oído hablar.
Y sí, Un lugar incierto me ha parecido una novela sorprendente y arrebatadora, mágica, de esas que hasta las apariciones sorpresa de algún personaje para desliar el embrollo saben a gloria. Solo un escritor genial puede lograr esto. Y Fred Vargas es una escritora genial.
VARGAS, Fred. Huye rápido, vete lejos. Traducción de Blanca Riestra. 4ª ed. Madrid: Siruela, 2010. 331 p. Nuevos tiempos, policiaca; 21. ISBN 978-84-7844-661-2.
VARGAS, Fred. Un lugar incierto. Traducción de Anne-Hélène Suárez Girard. Madrid: Siruela, 2010. 347 p. Nuevos tiempos, policiaca; 156. ISBN 978-84-9841-338-0.
4 comentarios:
¡Vaya! Yo jamás lo hubiera explicado tan bien :)))
Vamos, que yo soy de esos de "leela, leela, que te gustará"
Pues gracias a esas pocas palabras yo me animé a leerla: ¿qué más se puede pedir? Pero tampoco fueron tan pocas, que en tu blog resumiste su espíritu de manera que hacía inevitable dejar de ignorarla. ¡Y la entrevista!!!
¿Sabías que es la exmujer de Baudoin?
Sabía que había hecho un libro con él...
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