lunes, abril 09, 2012

Un rey sin diversión, de Jean Giono (1946)


Escrita al parecer en un momento de crisis o dudas creativas, Un rey sin diversión (1946) es la primera de la serie de novelas que el escritor francés Jean Giono (1895-1970) denominó como Crónicas. Nunca había leído nada de él, y aunque me atraen más las obras de su Ciclo del húsar, pues basta que uno lo desee así para que empiece por el sitio contrario, que no equivocado. El resultado ha sido una lectura apasionada a ratos, por momentos algo aburrida, pero siempre agradable y sencilla. Vamos, que te la lees de un tirón en una tarde.

Es una novela que en realidad son tres, o una dividida en tres tramos temporales distintos de la vida de un pueblo, sus habitantes y el capitán de la policía Langlois. Cada una con un narrador distinto y con un tono entre poético en sus descripciones y frío en el relato, pues por algo adopta el sobrenombre de Crónicas: de eso se trata, de mantener un tono desapasionado y frío para narrar historias que para nada te harán sentir así. Al menos mientras, en mi opinión, ojo, esto no lo tendría ni que aclarar pero por si acaso, la novela funciona a la perfección.

En el primer tramo de la novela asistimos a un relato de crímenes. Un misterioso asesino hace estragos en un desolado pueblo de una región francesa perdido entre agrestes montañas y sepultado entre la nieve. La atmósfera que Giono consigue impregnar a la historia es de una fuerza sobrenatural, casi tanto como esa naturaleza salvaje e inconquistable que tan bien sabe trasmitirnos desde sus páginas. El momento en que uno de los personajes comienza a seguir al asesino sin que este se percate de su presencia a través de un paisaje desolado es uno de los momentos más poderosos y magníficos del libro.

Como he indicado, no llevamos ni un tercio del volumen cuando la historia del asesino llega a su fin y se pasa a otra con los mismos protagonistas. Salvo los muertos y el asesino, se entiende. Si la acción comienza a desarrollarse en 1843 y es narrada por una voz actual, esto irá cambiando a lo largo del relato. En el segundo tramo la acción se desarrolla unos años después, cuando Langlois vuelve para quedarse en el pueblo donde se desarrolló el caso del asesino. Pero ahora ya no es un gendarme: es comandante de montería de lobos.

De esta segunda historia, que Giono sabe engarzar de manera magistral a la anterior de manera que parece que todo continúa cuando en realidad hemos dado un salto importante, muchos destacan las páginas que Giono dedica al caballo de Langlois. Casi podría considerarse un relato breve dentro de una narración mayor, pero por eso mismo Giono definió esta novela como Crónica. Este relato gustará a todos los que se sientan un poco perdidos ante el estilo y la forma de narrar de Giono: encontrarán aquí algo a lo que aferrarse, una narración agradable de leer, sin duda la más amable y divertida del libro, con un carácter entrañable que a mí es la que me ha resultado más ajena.

Cuando las aventuras de este Platero al que todos aman tocan a su fin comienza el que para mí es el segundo gran momento de la novela: la caza del lobo, la gran batida que reunirá a un grupo numeroso de hombres (y dos mujeres que valen lo que casi todos ellos juntos) en una persecución, otra más, que dará como fruto algunos de los mejores momentos de la novela. Los silencios, la blancura, el frío, el sentirse perdido y solo entre las enormes extensiones de los bosques y las montañas… Giono consigue estremecer con estas sensaciones. La batida de caza podría durar años, que nosotros seguiríamos leyendo embobados. Porque aquí lo importante no es lo que pasa, que también, sino cómo nos lo cuenta el autor que nos embelesa con su ritmo y sus palabras.

Y entonces llegamos al tercer tramo, ambientado años después, narrado por otro personaje de la novela, la ex prostituta Salchicha, dueña del Café de la Carretera del pueblo que coprotagoniza la historia. Y a mi gusto el peor con diferencia, el más aburrido y en el que Giono, es verdad, realiza todo un brillante esfuerzo narrativo por llevarnos hasta el final sin respiro con su prosa brillantísima sin darnos tiempo a pensar. Y es verdad que esa descripción de una mesa recién puesta como si fuera un mar cristalino y esplendente quita el aliento, pero no se mantiene todo el tiempo ese nivel. Ya sabemos el truco de Giono a estas alturas: revelarnos lo mínimo para que sigamos leyendo deseando saber a dónde nos lleva todo, pero en esta ocasión el camino se hace largo por muy doradas que sean sus baldosas y el desenlace no está a la altura.

ATENCIÓN: en el párrafo final comento algo que si no has leído la novela y piensas hacerlo, de seguro no querrás conocer aún. ¡Avisado estás, caminante!

En Un rey sin diversión el esquivo Langlois mata a tres animales, a tres bestias bien distintas, pero bestias a fin de cuentas: una que lo es por degeneración y maldad humanas; otra porque es un depredador por naturaleza, no es consciente ni del bien ni del mal, solo es un lobo hambriento y solitario; y la tercera porque, así se afirma en más de una ocasión, aunque no es una bestia como el asesino bien podría serlo. La fascinación por la sangre no deja de ser fascinación por muy hermosa que refulja sobre la nieve.

GIONO, Jean. Un rey sin diversión. Introducción y traducción de Isabel Núñez. Madrid: Impedimenta, 2011. 216 p. ISBN 978-84-15130-22-2.   

3 comentarios:

PAYMON dijo...

Pues a mí al menos me han entrado ganas de leerlo... y la del Húsar también...

WOLFVILLE dijo...

Me abstendré de leer ese último párrafo, jeje. Le regale a mi hermano este libro por su cumple y probablemente se lo acabe pidiendo más adelante. Sin duda me pareció interesante, como todo lo que publica Impedimenta. ¡Loor y gloria a ella!

Llosef dijo...

Es una gozada de lectura, y aunque hay partes que no me atraparon las que sí lo hicieron me parecieron geniales. Yo voy a leer más libros suyos, seguro...