Ahora que asistimos a una cierta revalidación
de la literatura de fantasía, en especial gracias a esa serie de televisión que
ve todo el mundo basada en la obra aún inconclusa de George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego, es bonito
recuperar a los ancestros del género. En esta ocasión a los ancestros más pulp,
no por ello menos importantes, entre los que podemos contar al gran Abraham
Merritt. Un género que antaño sabía mezclar la oscuridad de tramas llenas de
peligros y maldiciones ancestrales sin cuento con la luminosidad de las
aventuras trepidantes y vitalistas protagonizadas por unos héroes y heroínas de
marcado carácter positivo. Podían tener su faceta oscura, como los de ahora,
pero a diferencia de estos sabían luchar contra sus fantasmas en lugar de
enorgullecerse de ellos. Las batallas eran cruentas y despiadadas aunque sin
esa nota de verismo feísta tan del gusto actual. En fin, ambas caras del género
tienen grandes valedores, y si bien la serie de la HBO se me antoja una
cacafuti importante la obra de Martin es un placer.
Los
habitantes del espejismo se publicó por primera vez en 1932 en seis entregas en
la revista Argosy, la habitual de Merritt. Conocería reediciones posteriores,
destacando las de 1941 y 1949 porque venían acompañadas con ilustraciones,
originales para cada ocasión, del fantástico Virgil Finlay. Javier Jiménez
Barco cuenta con detalle todas las vicisitudes editoriales en la estupenda
introducción: Tentáculos negros y mundos
perdidos. Así mismo también nos cuenta de la relación entre Merritt y
Lovecraft, la cual no se limita a la evidente influencia del segundo en esta
novela, sobre todo en la aparición de un tremebundo pulpo que hasta en el
nombre nos recuerda a Chtulhu, Khalk’ru, el señor del vacío, el cual procede,
atención, de un universo paralelo. Si a esta terrible aparición de un ser
abominable se le suma que dispone de toda una civilización perdida que lo adora
y otra que lo teme, pues ya tenemos los ingredientes perfectos para la más
desaforada de las aventuras.
Merritt lanza a sus héroes a una tierra
perdida oculta entre las montañas de Alaska. Esto en sí ni en la época suponía
nada nuevo, pero la imaginación de Merritt es un prodigio y se las ingenia para
que el viaje siempre tenga algo de maravilloso. Aquí será que esta tierra
olvidada se encuentra aislada del resto del mundo no solo por un infranqueable
muro rocoso, sino además por un manto ilusorio formado por un espejismo. Una
idea hermosa que Merritt nos retrata con delectación y cuidado. La bruma de su
relato es la bruma de la fantasía, de ese mundo que está creando y al que nos
va a arrastrar a poco que confiemos en él.
El descubrimiento y el descenso a este oasis
ancestral se llevan a mi gusto algunas de las mejores páginas del libro. Una
vez allí, primero encontraremos a la gente pequeña, unos seres insufribles que
se pasan el día bailando y tocando el tambor, del tamaño de niños y de color
dorado, que resultan de lo más cargante. Y su empalagosa líder, la bella semi
salvaje Evalie, esta de tamaño grande para que el héroe no tenga problemas a la
hora de conquistarla. La historia es mucho más interesante cuando traslada la
acción al bando de los malvados seguidores del súper pulpo cuántico (o así).
Estos son unas criaturas bellas, altas, rubias y de ojos azules, de ascendencia
nórdica, y encima casi todos ellos… Bueno, ellas más bien, porque casi todas
son chicas medio desnudas. Eso sí, de armas tomar, guerreras feroces que no
conocen el miedo. Vamos, la fantasía de cualquier lector de fantasía, valga la
redundancia porque no puede ser más veraz. Lobos, un lago habitado por
espectros (al que se le podría haber sacado más juego), una explicación lógica
al mito de Thor y su poderoso martillo y una espectacular y sangrienta batalla
final que se sigue con auténtica expectación y temor completan un tapiz mucho
más emocionante que el anterior.
A pesar de su desprejuiciado carácter de
aventura plagada de maravillas Merritt seguía con atención las noticias y
novedades científicas, siendo así que varias de ellas sirven de soporte “real”
a lo increíble de sus tramas. Para conocer al detalle sobre la ciencia en esta
novela de Merritt recomiendo este breve pero contundente artículo de Anthony
Baillard: Leyendo ciencia en… Loshabitantes del espejismo.
Como ya he comentado, hay momentos en los que
la novela pierde algo de fuerza, en especial en la parte dedicada a describir
la vida feliz de la gente pequeña, si bien debo reconocer que después de todo
es algo necesario pues Merritt sabe que para hacer tangibles sus civilizaciones
imposibles debe hacérnoslas sentir cercanas, o al menos que podemos conocerlo
todo acerca de ellas. Solo así lo que a sus protagonistas pueda sucederles
llegará a importarnos. Las páginas dedicadas a los malos dejan claro que ya
incluso en esos años tampoco todo era tan maniqueo como al principio se daba a
entender, y que esto de los caracteres que gozan de luces y sufren sus sombras
es algo ya viejo en el género. Merritt lleva con pulso tenaz y sin respiro la
parte poderosa de la novela, la de la confusión y posesión de personalidades,
la de los seres abisales que reclaman su tributo en forma de sacrificios de
jóvenes a punto de dar a luz, de batallas encarnizadas a martillo y espada y
sanguijuelas gigantes y lobos hambrientos devorando los despojos de la lucha. No
pedimos más porque no otra cosa puede exigírsele a Merritt. Era esto lo que
sabía hacer. Y lo hacía bien.
MERRITT, Abraham. Los habitantes del
espejismo. Introducción y traducción de Javier Jiménez Barco; ilustraciones de
Virgil Finlay. Bilbao, Madrid, Barcelona: La Hermandad del Enmascarado, 2008.
300 p. Los libros de Barsoom, Zona Weird; 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario