El disoluto millonario Desmond Doyle ha dilapidado su fortuna. Arruinado, abandonado por su novia, perseguido por multitud de acreedores y consciente, aunque tarde, de la descomposición moral en la que lo ha sumido una vida de vicio, decide poner fin a su vida. Así que ahí lo vemos, pistola en mano apuntando a su sien, frente a la chimenea de una mansión que dentro de poco no le pertenecerá, rodeado de libros que suponemos no ha tenido tiempo de leer pues nuestro amigo se ha pasado toda su vida sin trabajar, forrado de pasta, bebiendo, chingando, haciendo el salvaje y, bueno, jeje, dedicándose a esas cosas con las que soñamos todos y sólo unos pocos hacen. Justo cuando va a apretar el gatillo llaman a la puerta. ¡Qué inoportuno! Pero el disparo puede esperar, a lo mejor no estaba tan desesperado, ¿no?, y el tío va y deja la pistola y sale a abrir la puerta. ¡Vaya tipo! A mi casa llaman y como no esté esperando a alguien no abro. Pero bueno, no soy un millonario aventurero y solicitado por todos. Sigamos. Desmond abre la puerta y se encuentra allí con un tipo todo de negro, escuálido, de rasgos angulosos y siniestro de libro. Vamos, el mismísimo enviado de la muerte si a la postre no resultara que no tiene nada que ver con ella. Sólo es ambientación. Sólo así se explica que lo sepa todo de nuestro protagonista, incluso que estaba a punto de pegarse un tiro, aunque más adelante esto ni se explica porque… Exacto, no hay explicación. Sólo se trata de un truquillo pa ambientar. Pero bueno, Garland narra con sencillez y el lugar común le ayuda a que nos traguemos la historia con poca resistencia. El tío siniestro (que en realidad es una buena persona, el pobre todo lo hace por el bien de su sobrina, pero no interesa contar esto al principio porque entonces no hay así como ambiente de terror sobrenatural) le hace una propuesta increíble: le dará un montón de pasta si se casa esa misma noche. Y más dinero todavía si pasa la noche de bodas con la que será su mujer. Sólo una noche, y después podrá largarse y no volver a verla nunca más. ¡Ostras! ¿Por qué estas cosas les pasan a esos cabrones de millonarios? En fin, a lo mejor tendría que abrir mi puerta cuando llaman… Pero divago. La cosa es que a nuestro hombre lo van a casar esa misma noche, sin dilación, con una muerta. Pero ya mismo, nada de pensárselo. Como Desmond está apuradillo, y a pesar de que se quería pegar un tiro, la perspectiva de conseguir salir de todas sus trampas en una sola noche lo anima a vivir. Aunque sea al lado de una muerta. Y así comienza esta aventura macabra.
¡Buf! Pese a que en algunos momentos resulta de una ingenuidad desarmante, y que lo del tipo siniestro es un truquito de la más baja ralea, hay que reconocer que Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz es su nombre verdadero: si queréis saber más sobre sus otros seudónimos, su ingente obra, qué demonios está haciendo ahora y demás, os recomiendo el gran artículo de José Carlos Canalda que podréis leer si lleváis la flechita hasta AQUÍ y oprimís el botón derecho de vuestro ratón) imprime fuerza y convicción en estos primeros capítulos de su novela Boda de ultratumba, título magnífico que, soy así, a mí ya me ganaba antes de empezar siquiera a leer. Novela de bolsilibro, novela de a duro (aunque ésta costaba 75 pesetas de la época), el pulp patrio, en fin, como queráis llamarla, padece todas las carencias de este tipo de novelas: rapidez en su ejecución, estilo apresurado, mucho diálogo y poca, siendo amables, descripción. Pero ojo: Garland supera la media, y pese a que en el tramo final la novela pierde fuelle, su arranque es muy bueno, en especial los momentos que dedica a describir la macabra boda y la noche nupcial con la desposada cadáver. Dos momentos francamente conseguidos, enfermizos y angustiosos, sí que es verdad que sin resultar algo espectacular, pero plenos de atmósfera terrorífica.
Garland se permite además referencias continuas a Poe, en una ocasión citando directamente su relato El entierro prematuro, buscando una referencia externa de temática obsesiva y enferma que le ayude a meter al lector con rapidez en su trama, y también a El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, como apoyo para su descripción del estado al que ha llegado su protagonista. Pequeña piedra de toque ésta para empujarnos a comprender con mayor rapidez el carácter depravado de Desmond antes de la aterradora noche de bodas que lo cambiará para siempre. El lector habitual de novela popular quizá no tenga ni repajolera idea de quiénes sean estos Poe y Wilde, pero honra a Garland que considere que sí que lo saben.
Como he comentado, la noche que Desmond debe pasar con la esposa muerta da lugar a las mejores páginas de la novela. No llega a resultar necrófila, que tan lejos no se podía ir, pero el horror de permanecer junto a un cadáver toda una noche está reflejado con verdadero nervio macabro.
Lástima que la trama no deje de ser en el fondo una intriga criminal que gira alrededor de una herencia, con una intervención sobrenatural en su desenlace digna del más vetusto gran guiñol que resulta del todo ridícula, como poco, pero la historia se ha desarrollado con interés, manteniendo el misterio del porqué de tan mórbida boda de manera muy efectiva. Cuando llegan las explicaciones, nos importan un rábano, eso por descontado. Preferimos la gota de sudor en la frente provocada por el miedo, la angustia ante la visión de un cuerpo muerto que parece respirar, el sonido habitual de un crujido que en la noche se amplifica y está preñado de terror. Lo demás, como si no existiera.
GARLAND, Curtis. Boda de ultratumba. Ilustración de portada: Prieto. Barcelona: Ediciones Forum, Editorial Delta, 1985. 96 p. Serie terror thanatos; 15. ISBN 84-7598-088-0.
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