Sigue la edición por parte de La
biblioteca del laberinto de las novelas que dieron origen al Harry Dickson
de Jean Ray. Estos relatos eran apócrifos protagonizados por Sherlock Holmes y
un ayudante ideado para la ocasión que sustituía a Watson, Harry Taxon. Ray
comienza a traducirlos para el mercado belga, pero cansado de lo que
consideraba una tarea rutinaria y convencido de que él podía superar con
facilidad a los originales, decide bien pronto pasar de traducirlas a
reescribirlas. Para entonces ya este Sherlock de pacotilla era Harry Dickson y
su ayudante había tomado el nombre de Tom Wills. Y ambos, de la mano de Ray, se
dedicaron a investigar los casos más inverosímiles y fantásticos que cupiera
imaginar.
En mi comentario al volumen anterior no tenía claro que Tom Wills en ningún momento se presentara como un
trasunto del doctor Watson, sino que se trata nada más y nada menos que de un
ayudante, casi un aprendiz, de aquel al que siempre se dirige como maestro:
Holmes/Dickson. Imposible imaginar en Holmes ese trato afectuoso, casi de padre
a hijo, entre Dickson y Wills. Esta nota distintiva permanecerá en las
versiones de Jean Ray, lo cual ayudará, junto a su derivación netamente
fantástica, a diferenciarlo de su modelo. El genial escritor dio así el paso
decisivo para crear uno de los más grandes detectives de lo sobrenatural
gracias a sus “traducciones creativas” de estas en verdad desaforadas aventuras
convirtiéndolas en definitivamente extravagantes y únicas.
Ya en estos cuentos poco queda
del Holmes del canon, de hecho no está ni Watson, y de una aventura a otra,
dependiendo de quien escribiera la historia correspondiente, el personaje varía
de forma considerable, así tanto el estilo narrativo como el carácter de lo
narrado, que puede unas veces ser más detectivesco y otras pura acción sin
descanso. En ocasiones varía hasta en lo físico: en este mismo volumen, en una
aventura es un tipo rubio, en otra moreno. En fin. Ray tenía materia con la
cual jugar.
En esta edición se ha optado por
seguir los títulos de la edición belga, de ahí que no siempre coincidan con los
de la primitiva edición española. Las aventuras primera y última del volumen
pertenecen a la colección Memorias íntimas de Sherlock Holmes, formando
parte la segunda y la tercera de la colección Memorias íntimas del rey de
los detectives, cambio de nombre debido a la actuación de los herederos de
Conan Doyle que consiguieron eliminar ese Holmes de la portada, si bien en el
interior el protagonista seguía siendo este. A pesar de ser estas aventuras las
originales protagonizadas por el genial e irrepetible detective asesor, también
en esta edición se ha preferido cambiar el nombre del protagonista por el que
se harían popularmente más conocidas, Harry Dickson.
La timba de la calle Franklin
(Die Verbrecher-Drogerie in der
Franklinstreet, 1909) es un compendio de disparos, carreras y persecuciones
de vértigo que tienen lugar en una urdimbre de pasillos, galerías subterráneas,
habitaciones ocultas y paredes que se desplazan y esconden puertas a pasadizos
secretos. Un relato que debe más al folletín y, a través de este, a la misma
novela gótica (joven indefensa raptada y amenazada de muerte a la cual nuestros
héroes deben salvar, junto a ese infierno de pasadizos escondidos tras las
paredes y bajo el suelo de una mansión victoriana que más asemeja cualquiera de
los siniestros castillos que poblaron las obras de Walpole y Radcliffe) que a
los relatos del canon holmesiano, esto es, los escritos por Arthur Conan Doyle.
Pura acción en una aventura que si bien no deja una huella digamos profunda,
desde luego sí que resulta entretenida.
Miss Mercedes, la reina del
aire (Oceana, die Königin der Luft,
1907) es un relato más detectivesco, con crímenes, robos inauditos y una clara
visión negativa de los judíos. El punto de partida no deja de ser una divertida
confusión que parece encaminar la historia hacia un enredo de faldas entre un
lord snob y un engreído baronet, pero pronto todo deriva hacia una intriga
principesca de nobles rusos acosados por malvados nihilistas, para llegar a la
mitad, descubrir que se nos ha entretenido con una falacia y centrarse todo en
un absurdo robo. No muy brillante debido a esta indefinición y baile
argumental, pero por eso mismo no consigue aburrir. En su mayor defecto está
también su minúscula virtud.
Es evidente que el anónimo autor
de Alrededor de un trono (Um einen
Thron, 1908) pretende elevar el vuelo estilístico de la colección. Otra
cosa es que lo consiga, claro, porque dicho esfuerzo no da grandes frutos, la
verdad. Sin embargo resulta muy curioso comprobar cómo ese esfuerzo literario
va acompañado de una trama delirante, no tanto por los increíbles y
desestructurados sucesos, que por momentos parecen seguir la única lógica de
“lo primero que se me ocurra, pues eso vale”, como por lo exagerado de los
mismos. El adjetivo “desaforado” parece aquí cuadrar mejor que nunca. No hay
más que detenerse brevemente en uno de los dibujos, una de las ilustraciones
que adornan el relato: un joven servio dormido en un banco mientras Harry
Dickson abre un saco lleno de cabezas humanas ante la mirada vagamente
horrorizada de Tom Wills. Si esto fuera una película de serie b, tendría una
legión de seguidores irredentos proclamándola una joya de culto. En fin, una
aventura algo salvaje, asilvestrada, con una trama que va del mar Jónico a
Belgrado, pasando por un campamento gitano que está en otro país y un convento
del que se efectúa una fuga de la que resulta difícil enterarse de cuánta gente
en verdad han ido allí a salvar nuestros héroes pues no coincide con el número
de salvados. Es que por no coincidir, no coincide ni el género: las hermanas
del joven servio durmiente son hermanos al salir del convento, así porque sí,
sin mediar palabra los pobres (a no ser que sea un descuido de la traducción).
E incluye una forma de burlar un pelotón de fusilamiento que si llegáis a
leerlo no olvidaréis jamás de puro desquicie, de pura tontería. Y todo regado,
como he dicho, con las florituras literarias más ingenuas y desarmantes. En
definitiva, un más que disfrutable folletín de la más baja estofa.
La intrigante desenmascarada
(Dämon Weib, 1908) es la aventura que
cierra este segundo volumen de las aventuras originales de Harry Dickson. Se
trata de una aburrida trama de crímenes orquestados por una mujer malvada y su
horda de secuaces dispuestos a todo a cambio de sexo.
La biblioteca del laberinto
acaba de publicar dos nuevos volúmenes de esta colección incluyendo seis
aventuras: aquellas en las que el magnífico detective se enfrenta al maléfico
Profesor Flax. No podemos sino felicitar a esta editorial por esta labor de
rescate única que nos está brindando la oportunidad de descubrir la verdad
sobre el caso Harry Dickson. (Lástima que no continuaran con este fascinante
proyecto – nota en octubre de 2019).
HARRY Dickson, el Sherlock Holmes
americano; volumen 2: La timba de la calle Franklin y otras historias
desaforadas del rey de los detectives. Ilustraciones de Alfred Roloff;
introducción de Alfredo Lara; apéndice de Francisco Arellano. Madrid: La
biblioteca del laberinto, 2007. 216 p. Delirio, ciencia-ficción; 11. ISBN
978-84-935407-2-2.