Nueve
números ya de la revista Delirio,
qué bien. Sí, así de lacónico pero también así de feliz. Porque es una gozada
que una publicación semejante se mantenga con vida, en especial ahora que
vivimos tiempos en los que todo parece morir. Fijaos que digo parece, que ya
sabemos que los malos ganan siempre porque son más listos que nosotros, pero a
los buenos nos quedan nuestros refugios y estos por el momento se muestran
irreductibles. Y hasta tal punto Delirio está viva que da la sensación de que
el último número es siempre mejor que el anterior. No hay nada más grande que
podamos decir de una publicación periódica.
Y es que
fijaos qué comienzo: El
mensajero del rey (1907), de
Francis Marion Crawford, un relato inédito en español que estaba incluido en
las últimas ediciones de su volumen recopilatorio de cuentos fantásticos Wandering Ghosts (1911). Ya solo por esto merecería la
pena este número de Delirio.
Se trata de un relato elegante, magistral en sus formas, que elude la sorpresa
en su trama y opta por una atmósfera onírica e irreal perfecta para contarnos
este encuentro ante una mesa repleta de comida con un fascinante y extraño
mensajero. Belleza y sobriedad propias del autor clásico que es Crawford dentro
del fantástico pese a sus breves incursiones en el género.
A
continuación podemos leer un relato ambientado en la Primera Guerra Mundial,
que esto de las aventuras de guerra también era dominio pulp: La escuadrilla de los hombres
perdidos (1942), del autor
conocido sobre todo por sus novelas de género negro David Goodis. Es una
fantástica muestra de esos relatos ambientados en estremecedoras batallas
aéreas, todo un subgénero dentro de la literatura popular, de los cuales
confieso no haber leído ni uno hasta este incluido aquí. Y si bien la historia
es de un convencional que tira de espaldas, Goodis narra los combates de las
máquinas de guerra en el cielo con una fuerza y una emoción más que notables.
Todo un placer.
Recordado
por su trabajo como guionista cinematográfico, Charles Beaumont no dejó un gran
legado como escritor debido a su pronta muerte. El excelente relato de ciencia
ficción Gente guapa (1952) nos muestra un futuro tan bello
como deshumanizado y frío. Resulta una estupenda parábola sobre la aniquilación
de la personalidad, de la amputación de lo que es diferente, de todo aquello
que se separa de la masa dominante. De plena actualidad, al fin.
Umbral (1940) es un buen relato del siempre
interesante, y en muchas ocasiones magnífico, escritor Henry Kuttner. Quizás
penséis que exagero, pero en serio que siento gran admiración por él. En Umbral nos cuenta la historia de un hombre
que cree que usando su inteligencia podrá pactar con el Diablo (más bien con un
demonio: Baal) y burlar el cumplimiento del acuerdo infernal por su parte. Es
un cuento tan diabólico como irónico y divertido, en el cual Kuttner juega con
la idea establecida en el género de que los pactos infernales siempre acaban
mal para los humanos.
Este
número también reserva una sorpresa para todos los amantes de los bolsilibros:
la publicación íntegra de la novela Sombras
del caos, originalmente editada por Bruguera Bolsilibros como el número 213
de su colección Futuro, Héroes del Espacio, en octubre de 1984. No había leído
nada de Lem Ryan (Francisco Javier Miguel Gómez), pero encontrarme con que
seleccionaban una novela suya para esta recuperación ya daba una buena
impresión. Y tras leerlo la impresión positiva se ha confirmado: es un
fantástico relato que aúna ciencia ficción y mitología cthulhiana, algo en
realidad ya implícito en los Mitos creados por Lovecraft pero no siempre tenido
tan en cuenta como sería de prever. Ryan la escribió a la edad de 19 años, pero
no es este su único mérito. A mi gusto lo mejor es su excelente atmósfera
opresiva, lo cual denota que la influencia de Lovecraft no es solo temática,
que sería lo fácil: la soledad, el aislamiento, la incapacidad absoluta del
hombre para relacionarse con su entorno y entre sí suponen la base de la
angustia existencial presente en todos los relatos del Maestro de Providence
(jaja, me encanta ponerme rimbombante con Lovecraft, ¡se lo merece por genio,
esto y más!).
Ryan sabe
homenajear a Lovecraft no solo en lo superficial. Hay una conseguida visión de
belleza siniestra que lo acerca a él más allá del recurso fácil de mentar a sus
monstruos. Hace tangible el Horror Cósmico: “Pero ya nadie bailaba entre las
estrellas, ya no se oían melodías demoníacas en el eterno vacío del espacio, ya
los malignos seres de leyenda, todopoderosos y terribles, no esparcían su ciega
locura por el universo que los había rechazado. Se habían ido, arrastrando su
abismal estupidez consigo, para aullar eternamente en negros fosos de horror,
durmiendo con sueños de desastre total, y ya nunca volverían.” (p. 76)
En
definitiva, un relato excelente, angustioso y oscuro. Se le achaca que quizá el
final resulta algo precipitado, y tal vez sea verdad, pero la resolución rompe
con lo que era habitual en los bolsilibros. Aquí la única boda final es la que
los supervivientes forjarán con la oscuridad y la muerte.
Juegos
peligrosos (1980) de
Marta Randall es un extenso relato perteneciente a la serie de la saga de la
familia Kennerin. Es de ese tipo de ciencia ficción que no me va mucho: mucha
tecnología, mucha palabreja rara haciendo alusión a cosas del futuro evitando
explicarlas, héroes de una pieza y, dentro de todo este futuro inconcebible,
pues resulta que los habitantes de planetas a años luz pertenecientes a una raza
alienígena se sientan a una mesa a tomar el té de las cinco o se comen un
bocadillo de mortadela. En fin, la space
opera más tradicional pero
sin el aire retro e inocente de sus primeras manifestaciones. Sin embargo, su
lectura me resultó al final más que entretenida quizá a su evidente falta de
pretensiones más allá de entretener, y de entretener sin que uno se sienta
medio idiota. Y eso que la ilustración a doble página que lo acompaña,
reproducción de la portada de su edición original, destripa todo el supuesto
misterio de la trama…
La
revista se cierra con el magistral poema La
ciudad en el mar de Edgar
Allan Poe acompañado de unas ilustraciones del no menos genial Frank Frazetta.
Un curioso artículo, Realismo
y utopía en la literatura española (1962),
en el cual su autor, Mariano Baquero Goyanes, nos cuenta cómo el carácter
arbitrista (“individuo utópico a corto plazo”, p. 185, esto es, el tipo que lo
soluciona todo típico del bar, ahora también en facebook y twitter) del español
lo imposibilita para obras de gran calado imaginativo. El mismo Baquero Goyanes
afirma que generalizar es un dislate, pero sin olvidar esto el artículo no deja
de tener su punto certero. Y un segundo artículo, El juego de los contrarios en E. A.
Poe (2010), de Javier Martín
Lalanda, que para variar teniendo en cuenta quién lo firma nos ha resultado un
poco intrascendente: no pasa de mera curiosidad su incursión en el mundo de Poe.
En
resumen, un número excelente este nueve de Delirio que nos hace esperar el siguiente con
más ansias de lo habitual. No es el único, pero sí desde luego es un bastión
imprescindible para los amantes de la literatura fantástica. No diré de los
amantes más audaces, pero nadie podrá evitar que lo piense.
P. S.:
Tiempo después de haber publicado este comentario, tuve la oportunidad de
mantener una breve charla virtual con el autor de Sombras del caos,
Lem Ryan. En ella me prevenía de que la edición original en bolsilibro tenía
otro desenlace, uno acorde con la política de la editorial la cual imponía un
final feliz. He podido cotejar ambas versiones pues conseguí hacerme con un
ejemplar de su obra editada por Bruguera. Hay ligeros cambios de una versión a
otra: algunas líneas y expresiones que en nada afectan a la trama, un pequeño
fragmento en el cual el protagonista mantiene un fugaz encuentro romántico con
la chica de la astronave, Liz, y el final. En la edición en bolsilibro, Ryan
daba una imposible resolución a la novela, ya hemos dicho que por imposición de
la editorial. Sin embargo, pese a estar impostado y romper un tanto con la
oscuridad que se había apoderado de todo el relato, resulta de agradecer que el
autor asumiera su falta de lógica y optara por darle un toque onírico que ayuda
a que no desentone en exceso del conjunto. ¡Hasta forzado por las
circunstancias lo solucionó bien!
RYAN, Lem. Sombras del caos. Ilustración de portada: Almazán. Barcelona:
Bruguera, 1984. 93 p. Bolsilibros Bruguera, Futuro, Héroes del espacio; 213.
ISBN 84-02-09281-0.
DELIRIO:
ciencia ficción y fantasía. Número 9. Marzo 2012. Traducciones de Francisco
Arellano; presentaciones de Francisco Arellano y Óscar Mariscal; ilustraciones
de Hannes Bok, Frank R. Paul, Wilf Hardy, Aubrey Beardsley, Martin Key, Louis
Breton, William Draven, Alex Schonburg y Frank Frazetta. La Biblioteca del
Laberinto. 198 p. ISSN 1888-5896.