Durante dos semanas en la página dedicada al cine El antepenúltimo mohicano el protagonista ha sido el cine español. Reseñas de diferentes películas, a ritmo de una por día, han formado un pequeño ciclo del cual yo me encargué, para variar, de las más antiguas del lote. Estaba difícil elegir solo dos, ese era mi caso, pero como también era imposible resultar representativo con cantidad tan exigua al final resultó hasta sencillo. Una de mis favoritas (al final la elegida fue El extraño viaje, pero bien pudo haber sido cualquier otra) y una más que sería esta pequeña joya recuperada de nuestro casi destruido en su totalidad cine mudo.
El sexto sentido, dirigida por Nemesio M. Sobrevila en el año 1929, ni tan siquiera llegó a ser estrenada en los cines. Recuperada por la Filmoteca Nacional, fue anunciada como una película de vanguardia perdida y desconocida que tras décadas de oscuridad volvía a la vida. Y algo de eso hay, claro está, pero en esta película la vanguardia es objeto de mofa y cachondeo. La Verdad no está en la mirada alucinada de un filósofo borracho, sino en la limpia y sencilla de la gente común. El charlestón, el vino y los toros frente al arte, la vanguardia y la angustia vital. Sin embargo, que nadie se asuste: uno puede o no compartir el mensaje de esta película, pero lo que sí es cierto es que Sobrevila rodó con brío y brillantez una comedia dramática que a día de hoy podemos disfrutar con placer. Si quieres conocer más detalles acerca de ella, puedes leer mi comentario siguiendo el siguiente enlace:
Los ensayos del número musical en el teatro de la joven Carmen (Antoñita Fernández) tienen un toque accidentalmente surrealista maravilloso.
El fúnebre León (el director de cine Eusebio Fernández Ardavín) y el filósofo Kamus (Ricardo Baroja) ante ese invento que desvelará la Verdad al hombre si se lo deja libre: la cámara cinematográfica.
Preparados para ver los apenas cinco minutos de cine vanguardista que atesora la película, ni de lejos lo mejor de ella.
Aquí, lo que el ojo no ve es revelado por la cámara. Sobreimpresiones de la ciudad de Madrid, apenas tres o cuatro planos, que reflejan en conjunto a las vanguardias.
Y en el fotograma de más abajo, lo que a Kamus (en la película, él es la vanguardia) le interesa de verdad...
Verdad que acaba siendo la mentira más denigrante y malévola. El secreto encerrado en los fotogramas de Kamus tienen la altura filosófica de un cotilleo en un corral de vecinos.