martes, octubre 18, 2011

Corona de flores, de Javier Calvo (2010)

En una Barcelona fantasmagórica de finales del siglo XIX se desarrolla toda una trama enfermiza y delirante: el Asesino de la Esperanza deja su impronta en sus oscuras calles y un grupo de personajes, tan sociópatas y peligrosos como el mismo criminal, se pondrán a darle caza. Una Barcelona de pesadilla, con un trasfondo real pero que aquí toma la forma de una Gotham producto de la mente del Joker. Una Barcelona fruto de un folletín gótico y alambicado ahogada por el Dosel de Sombras, una nube perpetua de humos industriales que sumerge a la ciudad en una penumbra eterna. Una Barcelona donde la poesía más grotesca y horrible florece en una siniestra corona de funeral.

Este es el ambiente de atmósfera opresiva en el cual se desenvuelve la novela Corona de flores de Javier Calvo. Todo un descubrimiento que debo a un comentario de Joaquín Huguet dejado en este blog (pronto, El señor Teckel visitará La décima víctima…). Un libro que desde ya mismo recomendamos vivamente en este blog de muertos.

Porque si fascinante es esa Barcelona que iguala a la mejor imagen que tengamos del Londres victoriano y brumoso que amamos gracias a tantas novelas, no menos lo son sus protagonistas. Javier Calvo consigue mantener ese equilibrio genial que consiste en mostrar a unos personajes esperpénticos, exagerados, en el filo de la locura, pero en todo momento creíbles, reales, apabullantes. Empezando por el inspector de policía Semproni de Paula, el encargado de investigar el caso del Asesino de la Esperanza que mantiene en vilo a toda la ciudad, un hombre encerrado en un cuerpo con la apariencia de un niño de once años, ultraviolento y desesperado por la relación destructiva que mantiene con su bellísima, y algo veleidosa y coquetilla, esposa. O el que acaba por convertirse en el rey de la función, Menelaus Roca, y cito de la contraportada porque yo lo haría peor: “anatomista agorafóbico y fotofóbico con un pasado de locura homicida”. ¡Y nos quedamos cortos! El extraño Menelaus es un personaje salido de la trama más enloquecida del mejor Gustav Meyrink. Y no menciono este nombre por casualidad: Menelaus Roca, me gusta pensar, bien podría ser el particular Golem de Javier Calvo.

Citar a Meyrink tiene alguna razón más. Corona de flores, a mi modesto ver, se enraíza en esa tradición europea del fantástico más delirante y visionario, en el que la pesadilla convive con lo cotidiano, el horror con la mirada nunca exenta de humor, los cuadros espeluznantes con el retrato sardónico de nuestra sociedad. Una tradición que une a Leo Perutz, a Alexander Lernet-Holenia, a Hanns Heinz Ewers y a tantos otros a los que desde aquí siempre hemos demostrado devoción. En la actualidad, solo se me ocurre pensar en dos escritores tan geniales como ignorados, Francisco José Vaz Leal y Francisco Jorge Hidalgo, autores de los cuales algún día tocará hablar en este blog porque también son hermanos de todos los citados. Y creo que enumerar estos nombres no es en detrimento de Javier Calvo, debería ser innecesario aclararlo: si lo pongo en esta lista es porque tiene la fuerza y la personalidad suficientes para tutearse con estos titanes.

Confieso que tal es la fuerza que comento surge de la lectura de esta novela que la trama del asesino pues, bueno, es lo que menos me atrapó. Y ni falta que hacía, porque en el fondo todo trata de mostrar la vida de unos personajes fascinantes en un paisaje evocador y envolvente. Un extraño mal sueño del que no quieres despertar. Creo que los amantes del fantástico entendéis sin explicaciones qué demonios he querido decir con la frase anterior, ¿no?

De prosa encendida y plena de imágenes poderosas, ya lo he dicho, esta novela de Javier Calvo ha sido todo un hallazgo. Uno desea una segunda parte, porque podríamos seguir leyendo y leyendo sobre todos los personajes que aparecen en ella como espectros en la bruma de su trama.

Jajaja, se me pega un poco del estilo de Calvo, pero yo lo hago muy mal, no penséis que él lo escribiría así. Leed su novela, en serio. Es un regalo para los que amamos la literatura fantástica. Y me atrevería a decir que también para aquellos que no la aman…

CALVO, Javier. Corona de flores. Barcelona: Mondadori, 2010. 305 p. Literatura Mondadori; 425. ISBN 978-84-397-2245-8. 

sábado, octubre 15, 2011

Círculo Vicioso: caminando con gigantes



Gélida, de Fermín Solís.


Ceferino López es un gigante, una criatura mitológica que habita en las catacumbas romanas de la ciudad de Mérida. Cuando camina entre los humanos su aspecto es normal, el de un hombre de la calle, del que solo se distingue por usar un llamativo sombrero de color claro que parece sacado de otra época. Si hablas un rato con él quedas fascinado por su ímpetu, por su continuo ir y venir de ideas y proyectos, por esa mente prodigiosa que no para de maquinar cosas. Cada vez que me tomo una cerveza con él pienso que ojalá se me pegara algo de su genio. Pero en la vida real lo único que se te pega de los demás es un resfriado, ay. Aun así yo no pierdo la esperanza. Quizá en la siguiente...


Su proyecto actual se llama Círculo Vicioso. En él su empeño es hacer arte de un objeto que habitualmente solo usamos para plantarnos en la solapa con la imagen de un grupo que nos gusta, de alguna película o algún eslogan que nos ha hecho gracia o del que compartimos su mensaje: las chapas. No se trata solo de plantar allí un dibujo o un diseño de un artista, sino que el mismo soporte, la chapa, sea parte de la obra, su forma de transmitir la locura artística de cada autor. En fin, él lo explica mejor, pero creo que algo se me entiende. Ya dije que lo intento, pero el genio no se me pega. Alucinad con algunos de los artistas que han participado (¡hay muchos más!):








Etruscos
de Antonia Santolaya.










Mundo animal
de María Ramos.
















The Family,
de Sr. García.








Chaturanga,
de Emil Markov.














Monstruos,
de FHNavarro.

 








África,
de Enrique Flores.















Vánitas
de Fernando Vicente.

















Sarteneja,
de Javier Fernández de Molina.









También fue él quien estuvo detrás del concurso de chapas de la pandilla de locos que formamos el grupo de antimúsica Día X menos 60


Día X menos 60
según la gran Laurita.


Y su nuevo, ni dementes penséis que último, proyecto son los LIBRINOS CON CHAPA.


Las moskas cagan moscas es el primer número de la colección. Manuel Acedo ilustra con sus siempre impactantes, a veces sobrecogedores, dibujos un texto experimental y raruno (por eso nos gusta) de Blas Barroso



Sentados es la segunda entrega, dominada por la elegancia de Milán Rubio.



Zooilógico es la tercera entrega, en la cual Eduardo Barbero nos muestra la realidad animal con ojos nuevos gracias a su interacción con los más insospechados objetos. O al revés, pero el resultado es el mismo: la sorpresa, el humor y la mirada crítica a veces. 




Gélida es la última entrega por el momento. El gran Fermín Solís da vida a unos macabros relatinos. No es de extrañar que estos luzcan bien: es lo que tiene cuando uno camina con gigantes. Si no se fija mucho la vista, el pequeño también parece grande. ¡Gracias Fermín! ¡Gracias Cefe! Y lo dicho, a ver si se me pega algo de lo bueno, porque de lo malo ya estoy a rebosar.

viernes, octubre 14, 2011

Bananamán nº 1: gente con la que no me juntaría, de María Ramos y Cinta Arribas (2011)


Hay personas con las que uno jamás se juntaría. No pasa nada, es ley de vida. La mayoría de la gente que conozco desearía no juntarse conmigo. Y está bien. El problema es cuando uno no puede deshacerse de esa gente horrible porque se la cruza a cada vuelta de la esquina, en el portal de tu casa, en el trabajo, en el cotidiano devenir en el cual no hay refugio posible. ¡Agh! Que me dan los sudores fríos...


María Ramos y Cinta Arribas nos muestran en el primer número de su fanzine BANANAMÁN su catálogo particular de personas con las que ellas no se juntarían, como dice el poema, ni jartitas de whisky. ¡Y vaya rosario de personajillos! Porque no se trata del retrato superficial y reconocible, la imagen logotipo que nos va a ayudar a identificarlos: ellas le dan la vuelta al exterior y uno parece mirar dentro de ellos, resultando así que podemos no solo verlos, sino conocerlos. Y conocerlos es quizá el último horror. Conocer también es desamar.


A veces realistas, otras con un reflejo casi monstruoso, por momentos naíf, su mirada nunca es cruel pero sí siempre divertida y despiadada. Porque se puede ser despiadado con clase y con elegancia. Claro, estamos de acuerdo, esta es la manera difícil. Y por eso me encantan sus dibujos.


Hay personas a las que uno admira. Y esas son con las que siempre querrías juntarte. Por eso yo ya tengo mi BANANAMÁN.


lunes, octubre 10, 2011

Las estrellas mueren de noche y otros casos de Dan Turner, detective de Hollywood, de Robert Leslie Bellem (1935-1944)

La producción literaria de Robert Leslie Bellem (1894/1902-1968), “el Shakespeare de los Spicy Pulps” (pulps guarrindonguillos), resulta inabarcable. Solo del personaje que protagoniza estos relatos, Dan Turner, detective de Hollywood, llegó a escribir más de trescientos. Jesús Palacios da un genial repaso al autor, tanto en lo referente a su vida como a su producción literaria, y ya lo sabéis: en los autores pulp lo primero suele ser más interesante que lo segundo. Aunque en el caso de Bellem yo afirmaría que se da un más que interesante empate. Como Palacios escribe también sobre el estilo y la evolución que se puede apreciar en los cinco relatos seleccionados de tan ingente producción, de los más folletinescos y clásicamente pulps del principio a los más enmarcables dentro del género negro del final, no incidiré en ello. Solo recomendaros vivamente la lectura de este prólogo: Jesús Palacios logra con él lo que muy pocos consiguen, y esto es que empecemos el libro con verdaderas ansias, ávidos por leer. Que la pasión que uno siente por un escritor resulte contagiosa a los demás es el mejor regalo que se le puede hacer a aquellos autores que admiramos.

De El brillante halo de la muerte (1935), más que la historia en sí lo que permanece o uno logra recordar al poco de terminar de leerlo son los detalles: una playa vacía por la que corre una aterrorizada chica desnuda con un extraño collar en el cuello, la lluvia torrencial cayendo en esa espectral playa, la casa que creemos solitaria frente al mar, cabezas estallando a causa del increíble collar… La trama de científico loco es tan absurda como divertida, y a Dan Turner le da tiempo a todo: a beber como un cosaco, a acostarse con todas las chicas que se le cruzan por delante y a repartir unos cuantos ñoños al malo de turno. Aunque claro, esto es lo común en los cinco relatos.

Destacan no solo los detalles argumentales, sino las expresiones, el exageradísimo toque de tipo duro del protagonista, su descarado machismo, y de manera especial las notas picantes, que a veces hacen acto de presencia en momentos que por lo inadecuados hacen reír y acaban dando, por qué no, un tono simpático y despreocupado, muy gamberro, al relato de manera tal que termina ganando al lector. Me refiero por descontado al lector dispuesto a aceptar el juego de reglas básicas de Bellem. Porque, en fin, cada vez que Turner encuentra un cadáver y este es el de una mujer, pues venga, una descripción sexy para calentar al personal. ¿Que el objeto, nunca mejor dicho, de deseo es una muerta? Qué más da, si esto es ficción. Y ficción pulp de la de verdad, no de esa reivindicada culturalmente gracias al cineasta plasta que todos conocemos…

Más allá de la justicia (1935) se centra en un lío con una copa de plata que importa un comino, pero que resulta tan divertido de leer como el anterior. El acierto de Bellem creo que está en su tono. Es como si nos dijera: “vale, muchachos, esto no es gran literatura, vamos, si me apuráis ni es literatura, pero da igual, nos vamos a divertir y lo que dure el rato que tardéis en leeros mi historia no vais a pensar en otra cosa que no sean tipos duros, chicas espectaculares (bueno, él diría “muñecas”), sorpresas increíbles como solución a los casos y una buena pelea; sí, exacto, justo lo que tú, lector, no tienes en tu vida real, porque si lo tuvieras tal vez no estarías aquí sentado leyendo”. Así me imagino que nos hablaría Bellem, así de borde, jajaja, aunque creo que a quien he puesto a hablar es a su personaje…

Lo bonito de las aventuras de Dan Turner, y ya sé que bonito es el adjetivo al que nadie se le ocurriría pensar leyendo a Bellem, es que sus casos están ambientados en ese Hollywood de las décadas de los 30 y 40, fantásticos y brillantes en el imaginario colectivo creado en nuestros recuerdos gracias a maravillosas películas, y por muy negro y sórdido que resulte todo parecen llevar impregnados el glamour de una época, un glamour que sabemos falso y estereotipado, pero tan propicio para la ensoñación que de entrada cualquier ida de olla del relato nos parecerá hasta normal. ¿Acaso no es esto Hollywood?

Así vemos desarrollarse los otros tres cuentos del libro. En El caso del horóscopo (1942), las supersticiones que hacen de adivinos buscavidas personas importantes y solicitadas son la base del relato criminal. O La maldad del monstruo (1943), en la que el protagonista es un afamado actor de películas de terror engullido por su propio personaje. Y Las estrellas mueren de noche (1944), que es la que más se centra en el caso expuesto y en su resolución, lo cual no hace que esté exenta de retruécanos, giros y sorpresas imposibles. Lo importante es el asesinato y cómo Dan Turner resuelve el enigma, ya sin que aparezcan doctores locos para darle color ni exploten cabezas humanas para darle emoción extra. Todo es ya más realista, pero claro, ese realismo pulp que es igual de delirante que el más exacerbadamente fantástico.

En conjunto, cinco relatos que se leen en un soplo y divierten y entretienen, no era otro su objetivo inicial, y cuyo gamberrismo argumental y estilo disparatado (tan bien trasladado a nuestro idioma por Marta Lila Murillo, la traductora) no hacen sino hacerlos aún más simpáticos.

Jesús Palacios, al final de su introducción, pide a los posibles lectores del libro que si al terminar la lectura les ha gustado, reclamen que se publiquen más cuentos de Dan Turner. Por si sirviera de algo, yo voy a reclamarlos desde aquí.

BELLEM, Robert Leslie. Las estrellas mueren de noche y otros casos de Dan Turner, detective de Hollywood. Introducción y selección de textos de Jesús Palacios; traducción de Marta Lila Murillo. Madrid: Valdemar, 2011. 183 p. El Club Diógenes; 299. ISBN 978-84-7702-702-7.

martes, octubre 04, 2011

El joven Moncada, de Alexander Lernet-Holenia (1954)

No diré nada extraño ni fuera de lo previsible si afirmo que El joven Moncada (1954) es una novela menor dentro de la obra del escritor austríaco Alexander Lernet-Holenia. Y lo es por su falta de pretensiones, por no mostrar los temas que a lo largo de su vida y en otras novelas sí mostró, en especial su obsesión por la muerte y su trascendencia, por su humor descacharrante tan amable y educado en su tono como ácido y burlón en su fondo y, en definitiva, porque de su lectura se desprende que Lernet-Holenia no se tomó esta novela como algo serio… ¡porque ni falta que hacía! Pero ojo, que no tomarse en serio no tiene nada que ver con ser intrascendente: un Holenia menor es gigante comparado con cualquier otro autor.

En el desarrollo de esta novela bufa nos encontramos con la historia del joven Moncada, un rufián español arraigado en esa tradición tan nuestra del pícaro, redimido por el amor. ¡Ay, estos españoles, tan fulleros y tan románticos, tan ávidos de dinero como capaces de cualquier cosa por un ideal elevado! Y es que Holenia sabe reírse de nosotros demostrando al tiempo su cariño y conocimiento de nuestra cultura y, sobre todo, de nuestro país. Sus risas no son diferentes a las que gasta cuando le toca reírse de sus compatriotas. Y si no fuera así, a mí al menos me importaría un pimiento: yo nací en España, pero mi país es el de los ensueños de Lernet-Holenia. O así me gusta pensar, qué demonios, que para eso podemos pensar: para soñar.

Las aventuras de este niño bien, educado en las formalidades del trato social y desconocedor absoluto del trabajo, comienzan precisamente con una entrevista de trabajo en la ciudad de Buenos Aires. Holenia arremete contra las ínfulas señoriales de esos hijos de la nobleza profranquista, con esa hidalguía tan fuera de tono y anacrónica que tan de buen ver era para algunos durante la dictadura, enfrentando a nuestro héroe Juan Moncada ante algo tan vulgar como tener que darse a conocer ante el que va a ser su futuro jefe. Y qué queréis que os diga, desde el primer instante Holenia sabe reírse de todo sin que en ningún momento uno deje de tenerle un cariño inmenso a los personajes, y su risa es contagiosa. La desopilante entrevista es la antesala de todo un festival de personajes cuya única obsesión es la de conseguir dinero. Porque cuando uno no lo tiene poca preocupación mayor puede haber. Como afirma el viejo Moncada: “Lo admito: el dinero se necesita, y cuanto más tratan los otros de convencernos de su superfluidad, tanto más importancia le conceden ellos mismos.” (p. 90)

El joven Moncada vuelve pronto a España en un viaje en barco que parece extraído de esas películas antiguas de ricachones embarcados en viajes de placer, pero claro, aquí el motor es el que es y casi toda la belleza lleva el signo del dólar. Casi toda, porque también hay sitio para el amor, jeje, lo cual me encanta. Y me encanta porque en un paisaje tan arrolladoramente desolador Holenia planta su semilla romántica que le sirve para crear el conflicto que hará despegar la novela hacia un desarrollo tan enloquecido como el de una screwball comedy, una comedia loca cinematográfica.

Porque a su llegada a España entra en escena el que sin duda es el personaje más abyecto, más tramposo, más ávido de dinero y más fullero que os podáis imaginar: el viejo conde de Moncada. Un personaje que resultaría detestable si no fuera porque Holenia, en una jugada magistral, lo convierte en el tipo más lúcido, sincero y honesto de toda la novela. Honesto en su descarado interés por el dinero, se entiende. A él debemos las perlas más ingeniosas de unos diálogos que se tornan aún más chispeantes. Y se suceden sin descanso. Las frases agudas e inteligentes (¡y muy divertidas!) a costa del dinero no tienen fin. El capítulo V, el cual consiste casi en su totalidad en un diálogo entre los dos Moncadas, el viejo y el joven, no tiene una sola línea de desperdicio. Si les cambiáramos de vestuario y los pusiéramos en el año 2011, no solo no habría que cambiar nada más, sino que sus palabras nos resultarían de una lucidez desarmante. A ver qué os parece (habla primero el joven Moncada, le responde el viejo):

“-(…). No tardé en convencerme de que las leyes condenan a quien las infringe, pero protegen a cuantos las eluden. La ley también exige cierto respeto, claro; y si uno le muestra este respeto, puede hacer lo que quiera dentro de su marco. Mire el Estado, por ejemplo, que con tanta veneración menciona usted: cuando pretende cometer alguna ilegalidad, crea simplemente una ley ad hoc y comete la ilegalidad dentro del marco de la ley. Porque es preciso respetarla en todo caso. Es uno de los principios supremos y yo mismo me he atenido ciertamente a él a pesar de que, o quizá precisamente porque, he cometido actos que no eran del todo legales.

-Joven, ¡usted me gusta!- dijo Moncada, y acercó el sillón-. Explíqueme con más detalle cómo respetaba usted la ley.” (pp. 90-91)

Todo el enredo amoroso que se va mostrando a lo largo de la novela así como la trama picaresca, picaresca de la que hacen gala todos los personajes ante la necesidad perentoria de conseguir dinero, se resuelven con una reunión de los implicados en una habitación de la casa señorial del viejo Moncada. Una solución coral y feliz que nos hace pensar en esos desenlaces de las obras de teatro del Siglo de Oro español, en claro homenaje a la tradición más respetada del país en el que sucede la acción por parte de Holenia, él mismo reconocido autor teatral al principio de su carrera como escritor.

El resultado es vibrante, divertido, de una brillantez esplendorosa. Quizá, ya lo dije al principio, no sea esta una obra mayor, ni de lejos tiene esa pretensión, pero sí que está a la altura del genio desbordante de su autor.

LERNET-HOLENIA, Alexander. El joven Moncada. Traducción de Adan Kovacsics. Barcelona: Minúscula, 2006. 148 p. Alexanderplatz; 11. ISBN 84-95587-28-9.