En estos tiempos de dispositivos electrónicos para leer libros, perdón… digooooo… e-books, y discusiones eternas (los que no sabemos, que los que saben no) sobre cuál es el mejor y cuál no, cuál deberíamos comprar y cuál no (a mí me echa para atrás no el hecho de leer en un cacharro de esos, me importa un pepino con tal de leer, sino que me dan una pereza increíble y que el libro en papel me encanta) y, la más aburrida de todas, si el libro va a desaparecer o no, es un auténtico gustazo encontrarse un libro como este. Una recopilación de un buen puñado de portadas de libros de ediciones de bolsillo, una recopilación de ese fenómeno que condensa arte, publicidad, grosería y poesía en una sola página, todo con tal de llamar la atención del posible lector. A cualquier precio. Al precio del buen gusto, me refiero.
Steven Brower realiza una selección realmente alucinante de estas portadas de un tipo de libro, el de la edición de bolsillo, que en sus inicios simbolizó el ejemplo más diáfano de cómo la literatura podía llegar a todos, estos es, se popularizó. Precios de risa y ediciones pensadas para usar y no conservar, asequibles a cualquier bolsillo y puestos a la venta en cualquier lugar donde un ciudadano de a pie pudiera toparse con ellos. Sus contenidos, desde los más recónditos autores pulp a los clásicos más intocables de la literatura mundial. Porque para el libro de bolsillo no hay diferencia entre Erle Stanley Gardner y William Shakespeare. Total, ambos escribían casi siempre acerca de crímenes, y estaban allí para que los leyéramos.
Ruth Belew
Brower trabajó un tiempo en el diseño de portadas para estas ediciones de bolsillo, y comenta que lo que más le sorprendió al comenzar su trabajo fue que tuvo que desaprender todo lo que había aprendido en la escuela de arte. Allí lo prohibido era lo que funcionaba: letras gigantescas, frases llamativas y exageradas, portadas que saltaban a la cara del posible lector como un puñetazo… Otro tipo de arte, al fin y al cabo: el de concebir una portada de un libro como una caja de cereales o de detergente.
Carl Bobertz
En la introducción, Brower hace una breve historia del libro, centrándose en la de las ediciones populares, y es curioso observar cómo esta costumbre nace con la novela, a principios del siglo XIX, con una autora que en su época fue una absoluta best-seller: Ann Radcliffe. Su novela Los misterios de Udolfo ya tuvo edición barata en el año 1819. En el 1820, otro superventas, Walter Scott, vería publicado su Ivanhoe de igual manera. Después vendrían Charles Dickens, los penny dreadfuls y el comienzo de toda una forma de entender la literatura como objeto de consumo, sí, pero también como algo que debía y podía estar al alcance de todos. Por muy poco dinero. Y con maravillosas e impensables portadas.
La lista de dibujantes que trabajaron en estas ediciones realizando portadas que a día de hoy nadie duda en considerar arte (aunque esto nos dé igual, a los autores no: ver considerado su trabajo es el mejor pago que pueden recibir en muchos casos) es enorme, y los resultados un auténtico deleite para los sentidos: Norman Saunders, James Avati, Barye Phillips, Bob Stanley, Milton Glaser, Ruth Belew, Gerald Gregg, John Groth…
James Avati
John Groth
George Mayers
Ver su trabajo hoy es un auténtico regalo. Y una de las razones por las que, al menos yo, siempre seguiré buscando estas ediciones en papel. Abrir un libro, hojearlo, mirarlo, olerlo… son experiencias increíbles que van unidas a la lectura. Son cosas que seguiré haciendo hasta que me muera. Y si algún día no las puedo hacer, querré morirme.
Gerald Gregg
Ruth Belew
Victor Kalin
Mitchell Hillary Hooks
Gerald Gregg
Gerald Gregg
BROWER, Steven. Breathless Homicidal Slime Mutants: The Art of the Paperback. Foreword by Steven Heller; cover by Norman Saunders. New York: Universe Publishing, 2010. 303 p. A Universe Book. ISBN 978-0-7893-1804-6.