miércoles, febrero 27, 2013

Los mares grises sueñan con mi muerte, de William Hope Hodgson (primera parte, 1898-1920)



A veces uno tiene hermosos sueños, y a veces se hacen realidad. Muy pocos y en contadas ocasiones, por desgracia, pero hoy toca hablar de uno que sí se ha cumplido: ver publicados en un solo volumen todos los cuentos de terror en el mar de William Hope Hodgson (1877-1918), uno de los escritores de literatura fantástica más admirados en este blog. Maestro absoluto del relato de horror, Hodgson anticipa en parte toda esa nueva vertiente del moderno cuento de terror que florece de manera macabra con el gran H. P. Lovecraft como epicentro. Adentrarse en las oscuras aguas de este libro supone un placer que me temo no lograré expresar como merece en las siguientes líneas, pero no dejaré de intentarlo.

Este magnífico volumen se abre con un par de artículos introductorios de su antólogo, José María Nebreda. El primero de ellos es una excelente presentación que nos deja unas notas sobre el estilo y la manera de hacer de Hodgson, una categorización de sus relatos, la cual será la que vertebre la presentación de los aquí seleccionados, y cuáles y por qué han sido elegidos para esta antología. En el segundo, unas palabras acerca de las dificultades de la traducción, sobre el extenso y complicado lenguaje marítimo, lo específico de la terminología marinera y la ayuda en la labor de trasladar de manera correcta determinadas palabras y expresiones que el mismo Nebreda ha recibido en forma de cartas de marinos. Esto último supone una maravillosa manera de acercarnos a ese trabajo de traducción, a sus problemas pero también a sus logros, sin el cual muchos de nosotros jamás tendríamos acceso a estos autores que amamos. Nebreda, además, confecciona un glosario de términos y frases marítimos para hacernos la tarea más sencilla si cabe. Ante tal cuidado por acercarnos de la manera más correcta posible a la obra original solo podemos estar agradecidos. Que traductores como él trabajen nuestro género predilecto es un regalo que deberíamos ponderar de continuo.

Pero pasemos ya a la obra de Hodgson. El libro comienza con Diario de navegación (1898), que como indica su título es el diario que el autor llevó en su viaje en el barco Canterbury desde Nueva Zelanda a Inglaterra. Sencillez y concisión, sin literatura que embellezca los hechos: un diario real en el que Hodgson apunta las tareas cotidianas de manera esquemática. Esta misma falta de pretensiones es lo que nos hace sentir en primera persona y de manera verídica el viaje, con las múltiples ocupaciones habituales en su trabajo en el barco y sus breves distracciones y momentos de ocio. De estos destacan los dedicados a la lectura, a practicar deporte y a su afición a la fotografía. Afición que podemos admirar pues algunas de ellas acompañan el texto dotándolo de una vida que está más allá de las palabras. Quizá la anécdota más curiosa de las que nos narra sea cuando nos describe el fenómeno del rayo verde, un extraño efecto del sol al ocultarse sobre el horizonte que tiñe el mar durante unos segundos de un irreal tono verde, tal y como Jules Verne nos diera a conocer en su novela titulada así: El rayo verde (1882). Lo más chocante es que Hodgson ignora de qué se trata esa breve y fantástica visión. Solo tiene 21 años.

A través del vórtice de un huracán (1909) es una narración verídica de un viaje a un lugar del que muy pocos logran volver: el corazón de un huracán en alta mar. ¡Hodgson no solo estuvo allí, sino que además consiguió hacer fotografías! Magnífico “relato” que, como en el caso anterior, de forma sencilla y sin adornos, estremece solo por lo terrible y lo magnífico de los hechos narrados. Un viaje al horror real que tiene la fuerza de un relato oral, la historia increíble y alucinante que te contaría un viejo lobo de mar en una noche de tormenta. Con una descripción escalofriante del fenómeno del Mar Piramidal, un espectáculo que supone la antesala de la muerte porque solo los que están a punto de morir logran verlo. Bueno, casi todos, porque Hodgson sobrevivió. Estas imágenes que quitan de verdad el aliento las utilizaría más de una vez en sus relatos fantásticos. No es de extrañar, ya que por sí mismas conforman el horror en su estado más puro y espeluznante.

Con estos dos relatos verídicos se abre el volumen. Nebreda los ha agrupado bajo el epígrafe “En aguas profundas”, y no creo posible concebir palabras más adecuadas. Todo un paseo tenebroso por el lado más infernal y terrorífico del mar en su estado más violento y salvaje.


A continuación encontramos una selección de poemas de Hodgson, “Poemas del mar”. Mi favorito es, sin dudar, el que da título al libro, un grito desesperado dirigido a fuerzas que están muy por encima de todo lo humano.

Y ya desde aquí entramos de lleno en los cuentos de terror. Bajo el epígrafe “Cuentos del Mar de los Sargazos” asistiremos a un crucero maldito por estas aguas estancadas y mefíticas plagadas de criaturas abisales en las cuales el tiempo parece detenerse en un compás de horror. Porque para Hodgson, si os sorprende a estas alturas es que me estoy explicando realmente mal, las míticas aguas de los Sargazos suponen el mismo infierno. No deja de resultar una bonita paradoja que el infierno aquí en la tierra se desate en el mar.

En Desde el mar sin mareas. Primera parte (1906) Hodgson ya aprovecha su alucinante experiencia en el centro de un huracán, la que narrara en el artículo anterior, para contar cómo el Homebird es atrapado en el imposible fenómeno, la antesala de la muerte. El manuscrito que narra el viaje al corazón de la pesadilla del Homebird es hallado en el interior de una barrica abandonada en el mar, una idea que bebe del gran Edgar Allan Poe. Nadie como Hodgson para contarnos la soledad de unas aguas malditas, el aislamiento, el vacío de la existencia y el hálito final que lleva al hombre a resistir ante el mayor de los horrores… o a resignarse ante la muerte inevitable. Ya observamos en este relato otro de los grandes temas que recorren toda su obra: el grupo de humanos acosados por criaturas del abismo. Aquí, un gigantesco pulpo que poco a poco va haciendo desaparecer de la cubierta del barco a toda la tripulación. Cómo se levanta un parapeto alrededor del mismo, sobre las amuras, y cómo las embestidas del pulpo lo hacen temblar son momentos terribles narrados con una fuerza que marea por su crudeza y sensación de realidad. Los desgraciados supervivientes, los autores del manuscrito, se resignarán a vivir en el corazón de un infierno desolado en el que hasta, momentáneamente, les sobrevendrá algún breve destello de felicidad. Pero todo ello ahogado por la fatalidad de un destino que ha elegido para ellos un futuro despiadado de soledad y horror. Uno de los grandes cuentos de Hodgson, y uno de los que mejor nos muestran su estilo, sus temáticas y sus obsesiones.

Tan magistral cuento tuvo una continuación: Desde el mar sin mareas. Segunda parte (1907). No se complicó Hodgson con el título. Aquí se nos narra el contenido del quinto mensaje enviado por los supervivientes de la primera parte, que en esta ocasión han sufrido un ataque bestial por parte de unos cangrejos gigantes. El relato funciona a la perfección cuando aún ignoramos qué produce esos rítmicos y repetitivos golpes contra el casco del barco en las noches solitarias. La sensación de terror es poderosa mientras desconocemos su origen. Y pido perdón porque si leéis esto ya os lo he desvelado, ejem. Hodgson resulta angustioso y conmovedor, su tumba flotante (otro de los temas que se repiten de continuo en su obra, la del barco como gigantesca tumba, fruto quizá del odio que le tomó a la vida marinera) es infernal, pero allí hay tres personas que se aferran con desesperación a la vida. Los sostiene el amor, ese sentimiento que los lleva a no rendirse y luchar contra lo imposible sin desfallecer. En la más profunda oscuridad Hodgson no deja de mantener cierta luz de esperanza brillando entre la negrura, aunque en ocasiones es una esperanza que suena más bien a ironía.

Aunque no se haga explícito en ningún momento, la odisea del Homebird llega a su fin, o tendremos conocimiento del mismo, en el relato El misterio del buque abandonado (1907). Su triste desenlace y el de su mermada tripulación no serán los protagonistas directos, pero lo que le acontece al barco en el que se centra la acción nos ayudará a descubrir qué ocurrió con aquel. Aunque la explicación al horror no deja de ser racional al tratarse de criaturas reales, el tono es de absoluta pesadilla, tan alucinante en su devenir que no deja la historia en una posición muy lejana al fantástico más puro. Podríamos considerar así estos tres primeros relatos como un todo, una odisea infernal en la cual los hombres se ven abocados a sufrir la calma mortal de ese Mar de la Quietud que no deja de ser el de los Sargazos, toda una metáfora de la misma muerte que toma forma en las aguas infestadas del más inhóspito de los lugares que se puedan concebir. A la tripulación del Tarawak le será dada la horrible respuesta del misterio que encierra el caso del buque abandonado, y su atmósfera terrorífica se crece de manera magistral al acompañarla y sernos mostrada como si de una investigación criminal se tratase.

En La cosa en las algas (1912) tenemos de nuevo otro barco acosado por un gigantesco pulpo en el Mar de los Sargazos, el infierno particular de Hodgson. El hecho de que haya una tripulación bien dotada, que los hombres no estén solos, hace más soportable el horror pues este no está teñido de desolación, del abandono y de la insoportable sensación de vacío y soledad que sufren los otros protagonistas de los relatos leídos hasta ahora. El tono aventurero de El descubrimiento del Graiken (1913) no dejará de hacernos sentir toda la angustia claustrofóbica del encierro en aguas abiertas. De nuevo un barco que se defiende de infernales ataques de criaturas imposibles (más por su tamaño que por tratarse de verdad de criaturas del todo fantásticas) con una estructura defensiva semejante a la que construyeran los tripulantes del Homebird. Y atrapados, como este, en el mismo mar vegetal. El punto de vista es el de un narrador que nos cuenta los hechos desde su posición de prisionero en su propio camarote. Aunque por una vez el desenlace no es de un pesimismo demoledor, ya os podéis imaginar que leyéndolo a uno hasta le cuesta trabajo respirar de la angustia.

La llamada al amanecer (1920) es uno de los cuentos más extraños y oníricos del libro. De arrebatadora belleza en sus descripciones del amanecer en un mar abierto atravesado por un horror de esencia sobrenatural, de unas aguas sobre las que se escucha una voz humana que rompe el silencio en el cual se desvanecen las sombras. Un resto flotante del Mar de los Sargazos a la deriva tras una tormenta, una pequeña isla en sí, parece ser el lugar de origen de la voz. Los marineros rodean e investigan este islote desde una chalupa, pero solo encuentran un derrelicto sin vida humana. Sin embargo, al amanecer vuelven a escuchar la voz, sin sentido, sin explicación, el misterio del mar mostrando todo su poder. Y no hay solución ni explicación al suceso. Todo queda sumido en las sombras en este relato fascinante y estremecedor, hermoso como a veces solo lo inexplicable y lo desconocido pueden serlo.

El último de los relatos que se desarrollan en el Mar de los Sargazos es La balsa (1905). Hay cierta dosis de humor negro en él, algo que no suele ser habitual en Hodgson. Pese a narrar una situación angustiosa, esta no se hace sentir con la fuerza de la desesperación que nuestro autor sabe transmitir con tanta maestría. Nebreda habla de que en esta ocasión el autor quizá sea un imitador de Hodgson, pues fue publicado bajo las inidentificables iniciales C. L. Pero por las fechas en que fue editado tal vez se trate más bien de que en la época no era tan extraño utilizar el misterioso Mar de los Sargazos como telón de fondo en el cual desarrollar las historias de terrores marinos. No sería pues solo Hodgson quien escogiera tan misterioso entorno para desarrollar sus historias. Al final, lo que nos impacta de él es su capacidad única de transmitir la agonía de la desolación, la angustia de saberse perdido sin remedio en lugares donde solo puede habitar el horror. El hombre siempre se enfrentará en soledad a la pesadilla, y esta saldrá triunfante en casi todas las ocasiones.

A continuación, Nebreda selecciona dos relatos protagonizados por el capitán Jat y su ayudante el muchacho Pilby Tawles. En La isla del Ud (1912) es maravillosa la forma de dar inicio a la historia, con la descripción de la isla surgiendo a la vista del capitán y del joven como si emergiera de un sueño, como si estuviera tomando forma de la nada. Así nace el territorio de lo fantástico. Se trata de una aventura con puro sabor pulp, luminosa y trepidante sin estar exenta de los típicos terrores hodgsonianos: seres de pesadilla que se mueven en la oscuridad, un cangrejo de proporciones gigantescas, las sacerdotisas de un extraño culto que en lugar de brazos tienen pinzas de cangrejo… En fin, un cuento que sin renunciar a ciertos tópicos de este tipo de aventuras está dirigido con mano maestra llevándonos sin aliento hasta su desenlace.

Lo mismo podría valer para La aventura de la punta de tierra (1914). Por más que la trama en esta ocasión consiste en la búsqueda de un tesoro en una isla misteriosa, pronto Hodgson deriva el relato hacia una angustiosa persecución con Jat y Pilby corriendo a centímetros de las terribles fauces de unos perros carnívoros gigantes guiados por unos sacerdotes que corren como sus perros y que también como ellos tienen una especial predilección por la carne humana… En fin, pese a la relación llena de chascarrillos y se supone que divertida entre nuestros héroes, que demuestra que Hodgson no nació para el humor, la historia brilla en su parte macabra: esa inolvidable estampa de los humanos corriendo a la par que los terribles y enloquecidos sabuesos que los acosan y la angustia de la persecución a muerte a la que son sometidos.       

(Continuará…)

martes, febrero 26, 2013

Livianas, de Mayte Alvarado (2012)



Ay, se ha hecho esperar, pero ya tenemos una nueva obra de Mayte Alvarado. Livianas conforma la última entrega (por el momento) de esa colección de fanzines exquisitos, elegantes y cuidados que nos dan a degustar cada cierto tiempo nuestros amigos de Los Ninjas Polacos. Un relato sencillo y hermoso cuya metáfora no puede sino llenarnos de tristeza. Pero no temáis: toda su melancolía está entretejida de una poesía sutil en la cual las imágenes nos arrastran a otro mundo donde hay mujeres que pueden volar y hombres incapaces de comprenderlas. Otro mundo quizá no tan ajeno a este, pero gracias a Mayte desde luego más hermoso. 


Su trazo clásico nos encanta, para qué os vamos a engañar, y lo único que lamentamos es que no publique al menos uno al mes. 

Si quieres disfrutar con otras maravillosas ilustraciones de Mayte, no dejes de visitar su sitio tumblr (AQUÍ).



lunes, febrero 25, 2013

EAM # 37: El pueblo de los malditos, de Wolf Rilla (1960)




Nueva entrada para la página de cine El antepenúltimo mohicano. En esta ocasión, una película por la que siento absoluta pasión: El pueblo de los malditos (Village of the Damned, Wolf Rilla, 1960). Casi obsesión, me atrevería a decir, por una poderosa razón personal. Pero baste decir que la cabecera de este blog, desde su primer día, estuvo presidida por una imagen de sus niños alienígenas protagonistas. Puedes leer el comentario



Si atacas a uno, los atacas a todos:






Son inmunes al dolor y al sufrimiento:



Los humanos no pueden luchar contra su poder de controlar las mentes:




Gordon Zellaby les da clase,
pero apenas lo necesitan:






Procura que no te miren mal:




Todo tranquilo en Midwich:






AQUÍ

 mi opinión sobre la fantástica novela en la que se basa la película: 
Los cuclillos de Midwich (1957), de John Wyndham.

martes, enero 22, 2013

EAM # 36: Blancanieves, de James Searle Dawley (1916)



Aquí os dejo mi comentario para la página de cine El antepenúltimo mohicano de la película Blancanieves (Snow White), dirigida en el año 1916 por James Searle Dawley. Toda una maravilla del cine comercial más primitivo, siempre moderna, entretenida y emocionante. Al principio nuestra heroína más parece Cenicienta, pero nos da igual. Marguerite Clark está fabulosa y, si bien la historia tarda en arrancar y en esos minutos iniciales hay un exceso de intertítulos, pronto la trama fluirá con pasmosa facilidad. Puedes leer el comentario

AQUÍ    



La primera secuencia está genial: Papá Noel irrumpe en una casa y deja unos muñecos sobre una mesa. Estos cobrarán vida resultando ser los protagonistas de la historia que veremos a continuación.


Aunque en muchos aspectos el guion es fiel al cuento de los Grimm, en otros lo ignora con admirable desparpajo. Así todo lo referente a la madrastra y su espejo, por poner un solo ejemplo de muchos, pero sin duda el que resulta más chocante.



El cazador toma en esta versión una importancia fundamental, tanto que su devenir casi devora en interés el de la propia protagonista. Uno de mis momentos preferidos es el encuentro de ambos en el bosque, cuando él tiene el encargo de asesinarla y le fallan las fuerzas.


Cómo no, hacen su aparición los siete enanitos, aquí cada uno con su nombre (no así en el cuento de los Grimm). Walt Disney, enamorado de esta película, iría más lejos en su versión incorporando a cada uno de ellos un rasgo de carácter definitorio.


La reina, madrastra de Blancanieves, tiene unos extraños aliados: una bruja trapisondera y un gato antropomorfo que no sé qué pinta allí. Eso sí, raro lo es un rato...


El ataque de la madrastra a la inocente Blancanieves en la cabaña de los enanitos también sigue con bastante fidelidad el original de los Grimm.


Y el desenlace está fantástico, con esa resurrección que a los que conozcan el cuento solo por la versión de Disney, en todo distinta a la de los Grimm, les sorprenderá sin remedio. Aquí también esta película de 1916 respeta a los hermanos alemanes. 


Y como obsequio, podréis ver completa la película Frankenstein, la mítica producción de Edison de 1910 dirigida por James Searle Dawley y protagonizada por Charles Ogle, que se tuvo por perdida hasta que el coleccionista que la conservaba solo para sí fue convencido de que la sacara a la luz. Anda que no le costó trabajo ni nada al muy...


viernes, enero 04, 2013

La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas (1869-2011)




Antonio José Navarro es el autor de varias compilaciones de relatos publicadas por la editorial Valdemar en su imprescindible colección Gótica: Sanguinarius: 13 historias de vampiros, La maldición de la momia: relatos de horror sobre el antiguo Egipto, Venus en las tinieblas: relatos de horror escritos por mujeres, y la que hoy voy a comentar, La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas. Todas ellas destacan por incluir nombres desconocidos o sorprendentes, lo cual siempre es de agradecer, pero también por su irregularidad. Por supuesto, no falta en ninguna de ellas esa pequeña joya que justifica la adquisición de cualquiera de estos volúmenes, pero faltaría a la verdad si no añadiera que, siendo lo normal en cualquier antología que algunos de los cuentos resulten un fiasco, en el caso de las realizadas por Navarro la descompensación suele ser grande. Confieso también que esto a mí no me supone ningún problema: prefiero este riesgo antes de que se incluyan los relatos de siempre. En este sentido, Sanguinarius resultaba modélica teniendo presente lo quemado que está el tema vampírico: conseguía que todo pareciera nuevo, un terreno aún inexplorado pese a la cantidad de obras que tienen a los vampiros como protagonistas. Esto hace que, en conjunto, interesen o atraigan más las temáticas elegidas para agrupar los relatos, suponga un auténtico placer sumergirse en las diversas propuestas. Y eso que en este de la Gorgona, pese a que Navarro justifica incansable el por qué de la selección, en realidad la sensación final es que valía todo: desde el momento en que basta con que el protagonista esté loco para que ya lo podamos considerar un monstruo, por ende una transformación, el terreno que se quiere acotar es tan inmenso que se difuminan un tanto sus pretensiones. Y no es que estemos en contra de considerar pulpo como un animal de compañía, estooooo… quiero decir, loco como transformación monstruosa, pero no es lo primero que uno piensa cuando le dicen que va a leer un libro sobre transformaciones monstruosas. Pero bueno, esto es una apreciación mía sin valor que no pretendo que empañe la valoración del libro relato a relato. Cada obra va acompañada de una excelente introducción sobre el autor correspondiente que, eso sí, como el mismo antólogo explica en la introducción, conviene leer al final pues destripa todos los cuentos sin excepción.


Louisa May Alcott

Y el primer relato es la primera sorpresa. Aunque no es nada del otro mundo, solo la oportunidad de poder conocer la faceta macabra de una autora como Louisa May Alcott ya es una maravilla. Perdido en la pirámide, o la maldición de la momia (1869) es una entretenida historia que sigue la estela de aquellos inspirados en las maldiciones de las momias egipcias, terribles para los profanadores y sus allegados. Se mueve entre el horror y el romanticismo fúnebre y, como he dicho, aunque no resulta especialmente brillante, es agradable de leer. Alcott lo publicó bajo el seudónimo de A. M. Barnard, el que utilizaba para dar salida a sus obras más góticas y oscuras. Y sí, esta es la verdadera cara adorable de la autora de Mujercitas.


Guy de Maupassant

El siguiente en la lista está firmado por el gigantesco Guy de Maupassant, La madre de los monstruos (1883). Sus relatos de miedo son de una originalidad especial, y siempre extraños y sobrecogedores. Este en concreto es un espeluznante y cruel relato de horror, pero también una feroz crítica a las costumbres sociales y los cánones de belleza de la época que perfectamente podría ser aplicada a los de hoy. Su carácter destructor deja a un lado al final su faceta fantástica, aunque se disfruta igual.

Y de la madre al fabricante. Aquí lo que importa es que salga un monstruo. El fabricante de monstruos (1887) de William Chambers Morrow es un macabro y morboso relato, todo un antecedente de los mejores cuentos pulp a los que se adelanta en varias décadas. Directo y sin concesiones, va anticipando el horror en el que desemboca por medio de pequeños detalles que nos llevan a ese punto en el cual el espanto ha tomado casi forma definitiva antes de llegar a narrarlo, a ser contado en detalle. Su estructura en tres tiempos le hace perder intensidad, en especial en su parte central, una conversación entre dos policías que hace avanzar la acción pero que nos aleja de la atmósfera opresiva del caserón del científico loco protagonista. El desenlace lleva a Morrow a figurar entre ese modesto panteón de reyes del horror más brutal. No es extraño que su obra fascinara a Ambrose Bierce, editor de la revista The Argonaut, la cual dio salida a varios de sus cuentos. Un creyente afirmaría eso tan manido de “Dios los cría y ellos se juntan”. Y por una vez le tendríamos que dar la razón.


Gertrude Bacon

La cabeza de la Gorgona (1899) de Gertrude Bacon es el que presta su título a la antología. Nunca sabremos si el encuentro del capitán Brander con la cabeza de la Medusa en una isla jónica, tal y como aquí se nos narra, fue real o ficticio dentro del contexto del mismo relato. Sí, en cambio, podemos afirmar que el resultado es un cuento entretenido entre lo aventurero y lo fantástico. Sencillo, hasta divertido en su inicio con ese encuentro entre la joven pasajera del barco y el capitán al que pide le narre su fabuloso encuentro con una de las Gorgonas. Es mi parte predilecta de este relato que no brilla en lo importante, el citado enfrentamiento, pero sí en la presentación de esa pareja encantadora en un viaje en crucero por tranquilos mares.

E. & H. Heron era el sobrenombre de Katherine O’Brien Prichard y Hesketh Vernon Prichard, madre e hijo en la vida real. Ellos crearon al investigador de lo oculto (sí, otro más) Flaxman Low, el protagonista de La historia de la vieja casa Konnor (1899). Frío y racional, Low se enfrenta aquí a un caso de vudú con casa encantada de regalo y hongos africanos que producen un veneno mortal con una envidiable actitud científica. Y eso que la metódica explicación final elude las extrañas apariciones del “hombre resplandeciente”, el detalle más interesante de este regulero relato, si bien ilumina todos los demás misterios de la historia. Entretenido pero sin brillantez. Simpático pero sin fuerza. Con un buen planteamiento pero con un desarrollo poco atrayente y un final decepcionante. En fin, otra aventura de Flaxman Low.


John Davys Beresford

La granja de los degüellos (1918) de John Davys Beresford es toda una gamberrada. Al nivel del mejor y más ácido Ambrose Bierce (segunda vez que invocamos su nombre y no está en esta antología). Adopta un punto de vista original: las apreciaciones del narrador, que se antojan fuera de tono y descolocan al lector. ¡Quizá él sea el verdadero loco del relato! Goza de un divertidísimo, sin dejar de ser atroz, final y atesora magníficas descripciones:

“(…), pude divisar una casa achatada e inclinada en un claro a los pies de la ladera opuesta. Imaginé que la casa había llegado a este lugar deslizándose colina abajo por la interminable marea de árboles de crestas borrosas que apuntaban al cielo, frenando en seco en el lugar en el que ahora se alzaba, dislocada y totalmente fuera de lugar.” (p. 118)

Y fijaos qué inicio:

“- ¡Ah! Acá la llamamos la granja de los degüellos- me informó el conductor.
- Pero, ¿por qué?- pregunté nervioso.
- Verá por qué cuando llegue allí.” (p. 117)

Un relato que comienza así, por fuerza me ha de gustar.

Mezclando el relato de misterio con la narración terrorífica, William James Wintle nos presenta en La voz en la noche (1921) un cuento elegante, sutil, donde las maldiciones y los horrores son más sugeridos que reales, aunque en su conclusión deje bien claro su trasfondo fantástico. Toma la leyenda para trasladarla al presente, y la mirada fría pero nunca incrédula del protagonista es la del lector: pregunta e inquiere jamás negando la evidencia por muy increíble que esta sea. Elevando el nivel de la antología.

En A porta inferi (1923) se nos narra la posesión de un espiritista por el alma de un criminal. El autor, Roger Pater, seudónimo de Gilbert Roger Huddleston, un monje benedictino, advierte sin estridencias sobre los peligros de las prácticas espiritistas, de funestos resultados si nos ceñimos al relato, si bien deja la puerta abierta a la conversión, al arrepentimiento y al perdón, todo en uno. Resulta intenso el momento en el que Pater se detiene en contarnos el ritual del exorcismo. No deviene terrorífico al no tratarse del demonio, presencia siempre más imponente que un asesino por terrible que sea. Quizá lo mejor esté en la ambientación, en la atmósfera malsana y decadente que desprende una casa señorial convertida en manicomio y sus jardines habitados por enfermos mentales. Más tristeza que horror, al fin, pero no deja nunca de ser una buena y entretenida historia.

La bagheeta (1930) de Val Lewton es un fascinante relato sobre la leyenda de la mujer pantera, una joven virginal que siendo mancillada por los hombres retorna en forma de pantera negra anhelante de venganza. Solo un joven puro, virgen, podrá darle muerte, podrá rechazarla cuando convertida en mujer reclame sus besos. Es fantástico el tono de leyenda que mantiene en todo momento pese a que, irónicamente, la historia destruye la leyenda misma: se sustenta en una mentira alentada por la vanidad (ahora parezco Antonio José Navarro desvelando quizá demasiado la trama: ¡perdón!). Esta leyenda es la que respira de forma subterránea en la fantástica y genial película escrita por DeWitt Bodeen y el mismo Lewton (en su función de productor para la RKO, también reescribía los guiones de sus escritores contratados), dirigida en el año 1942 por Jacques Tourneur, La mujer pantera (Cat People).

¿Quién anda ahí? (1938), de John W. Campbell Jr., es una buena novela corta en la que destaca la idea de que cualquiera de sus personajes puede ser el monstruo del espacio exterior dispuesto a hacer del planeta Tierra su lugar de recreo y, cómo no, su restaurante favorito. Se acaba echando en falta algo más de atmósfera: una estación en la Antártida da juego infinito para expresar la soledad y el aislamiento que deben sufrir los protagonistas. Tampoco es Campbell un maestro a la hora de dotar a estos de fuerza y personalidad. En ocasiones uno los distingue por los nombres nada más, porque todos parecen el mismo tipo duro que usa Varón Dandy. Salvo el científico malote, que es el que quiere investigar y no cede a la estupidez pistolera de los demás, que es un enclenque y un cagón como corresponde a esa raza maldita formada por aquellos que prefieren pensar antes que sacar las pistolas y hacer volar cabezas. Pero en conjunto posee cierta fuerza primigenia, cierta manera de presentar ese horror encerrado y oculto bajo el rostro de tu mejor amigo que estremece. El director John Carpenter, en su adaptación para el cine de esta historia La cosa (The Thing, 1982), supera con creces el original. No solo el literario, sino también el cinematográfico (El enigma… de otro mundo, The Thing from Another World, dirigida por Christian Nyby en 1951). Y esto es porque aquí sí se llevan al extremo las premisas contenidas en la novela: la infinita soledad y el estremecedor sentimiento de unos hombres que se saben perdidos aunque estén decididos a no rendirse sin luchar, el frío eterno y el viento constante que nos hace verlos como supervivientes en una tumba de hielo, y un desolador final totalmente opuesto al ofrecido por Campbell.

De George Langelaan se nos presenta su relato más conocido, el fantástico La mosca (1956). Eficaz y sencillo, a mi gusto es superior la película a la que dio origen: La mosca (The Fly, 1958), dirigida por Kurt Neumann. Puedes leer el comentario que escribí sobre ella (con una breve introducción con Langelaan de protagonista) en la página de cine El antepenúltimo mohicano si sigues el enlace AQUÍ

Horror en el castillo de Chilton (1963), de Joseph Payne Brennan, es un atmosférico y turbio relato que trae de manera formidable las más refinadas exquisiteces góticas al presente sin perder un ápice de todo su terror ancestral. Una fúnebre leyenda, un castillo con siglos de antigüedad, pasadizos excavados en la roca viva, una oculta mazmorra donde anida el más puro horror… Brennan narra en primera persona, él mismo y sus ancestros como protagonistas, con lo que presta la necesaria sensación de realidad al relato para que cuando lo increíble haga acto de presencia nos lo creamos y nos atrape sin remisión.

El reptil (1966) de John Burke es una novelización de la película de mismo título (The Reptile, 1966) de la productora Hammer dirigida por John Gilling. No cabe algo menos apetecible de leer que una novela basada en una película, al menos para mí. Pero destrozando cualquier prejuicio que pudiera tener, la obra de Burke es de lo más interesante y mejor de este volumen. Construida en un magnífico crescendo que desemboca en un atmosférico y conseguido final, su sencillez y falta de pretensiones es su mejor arma. Efectiva, con personajes creíbles y con personalidad, una ambientación perfecta con los páramos de Cornualles de fondo y una maldición hindú infectando las tranquilas tierras de Gran Bretaña. Conseguido, en resumen, relato de terror, emocionante y eficaz, que obliga a que empecemos a tener en mayor consideración a su autor.

Otra de las grandes sorpresas de este libro es El amor de ultratumba de Carl von Cosel (2011), de Vicente Muñoz Puelles, sin duda uno de los mejores relatos de los aquí incluidos. Partiendo de la premisa más clásica del pulp y las películas de serie B (el científico loco) mezclado con el horror romántico más clásico que puede representar cualquiera de los mejores relatos de Edgar Allan Poe pasando por los más delirantes de Guy de Maupassant, Muñoz Puelles nos ofrece una historia alucinada de amor loco, de pasiones más allá de la muerte, que funde lo romántico exacerbado con la fisicidad morbosa de manera ejemplar. Carl von Cosel bien podría ser el hermano algo despistado y ensimismado del protagonista de esa obra maestra del fantástico con la necrofilia como temática central que es La caja de hueso de Antoinette Peské (AQUÍ). Un relato excesivo, magnífico, que se devora con intenso placer y que supone todo un regalo para el amante del género. Pocas veces la locura mórbida ha podido resultar tan horrenda y al tiempo, admitámoslo, tan entrañable. Este es su excepcional logro. Aunque, quizá, como piensa el desgraciado Carl, “los vivos nunca podrán entenderlo.”

La antología se cierra con El talismán de la muerta (2011) de José María Latorre, algo repetitiva y alargada historia de hombres lobo. Latorre se me antoja un escritor irregular. Tras haber leído más de una docena de sus libros, el mejor (sin contar sus libros de cine, que me suelen gustar) de ellos me sigue pareciendo el primero que leí, Miércoles de ceniza (1985), una excelente novela apocalíptica. En esta ocasión se queda en un gris terreno medio. Una historia de gotiqueces morbosillas que nunca termina de arrancar. Uno acaba agotado de seguir a la protagonista corriendo de un lado a otro, incansable incluso cuando ya lleva dos días sin comer. Por encima de esto, Latorre es un autor que no renuncia a escribir literatura fantástica en un país donde el género no es todo lo apreciado que se merece. Solo por esto ya goza de nuestra simpatía. Si también cuando acierta es en verdad excelente, yo al menos le seguiré leyendo.

NAVARRO, Antonio José (ed.). La cabeza de la Gorgona y otras transformaciones terroríficas. Traducción de Marta Lila Murillo y Mauro Armiño. Madrid: Valdemar, 2011. 491 p. Gótica; 85. ISBN 978-84-7702-697-6. 

sábado, diciembre 29, 2012

Hombre perdido




Ya está editado este cómic del cual escribí el guion para mi amigo Enrique Flores. 52 páginas a todo color, editado por el CEXECI. Puedes pedirlo a info.cexeci@org.gobex.es al precio de 12 euros más 3 de gastos de envío.

"En el año 1541, Álvar Núñez Cabeza de Vaca comandó una expedición con camino a Asunción, una ciudad ubicada en tierras de la actual Paraguay. Compartía el viaje un extremeño de Santa Cruz de la Sierra: Ñuflo de Chaves.

No podremos saber nunca si el joven Ñuflo llegó a perderse de sus compañeros como aquí se relata, pero sí podemos dar por cierto el deseo de la jungla de devorar a los hombres que se aventuraban por ella." 


Estas dos fotografías del interior las hizo Enrique.


Ha sido todo un placer escribirlo, por mucho que en algunos momentos me sintiera más perdido que el propio Ñuflo, jajaja. Si os animáis a leerlo, espero que os guste.

lunes, diciembre 17, 2012

EAM # 35: La mosca, de Kurt Neumann (1958)



Ay, ay, ay, qué retraso llevo. Bueno, nada, a ponerse al día. Este es el comentario que escribí para la página de cine El antepenúltimo mohicano sobre la película La mosca (The Fly), el clásico de la ciencia ficción que dirigiera Kurt Neumann en el año 1958, basado en el relato de George Langelaan que James Clavell convirtiera en un magnífico guion. Una película emocionante y terrible a la que el bueno de Cronenberg en su versión de los 80 solo superaría en asquete: la de Neumann se queda impresa en el cerebro de manera imperecedera. Locura, horror, experimentos científicos delirantes, transformaciones monstruosas... En fin, todo lo que nos gusta pero mostrado de una forma tan inteligente que la convierte en uno de mis clásicos favoritos. Puedes leer el comentario si te apetece





¡Y qué actores! Junto al magistral Vincent Price, toda una vieja gloria tan gigantesca como Herbert Marshall y una fantástica Patricia Owens que borda su papel entre la locura y un tranquilo y desesperado romanticismo.


¡Vaya dos! Contemplarlos en acción ya hace que uno desee ver cualquier película, pero si además es una absoluta obra maestra de la ciencia ficción y el terror, se disfruta más aún. 


Price hace de cuñado comprensivo y bueno, enamorado en secreto de su hermosa cuñada. ¡Quién no se enamoraría de Patricia Owens en esta peli!


David Hedison es el científico de buenos sentimientos que intenta que sus descubrimientos supongan una solución para los problemas de la humanidad. Pero sus modélicas intenciones se verán truncadas por un nefasto error. No me digáis que no es una maravilla verlo aquí con su esposa, Patricia Owens (no me canso de escribir su nombre), con estas fantásticas gafas para ver experimentos locatis. ¡Quiero unas iguales!


Fijaos cómo cambian las cosas solo porque a uno se le altera un poquillo el cuerpo: de cena romántica con champán (eso sí, de fondo el laboratorio de nuestro científico) a comida solitaria con problemas para partir el ala de pollo con esa mano TAN EXTRAÑA.




Todos los momentos que Patricia Owens comparte con su marido ya irremediablemente convertido en un monstruo son espeluznantes, llenos de una increíble tensión. Nosotros sabemos qué ha ocurrido, pero ella no. Confía en que podrá ayudar a su marido y obedece a ciegas todas sus imposibles peticiones. El amor se enfrenta a una situación que pondrá a prueba su profundidad. Lo dramático se funde con lo terrorífico para llevar al espectador a un final que deviene brutal al hacernos partícipes de los sentimientos de los personajes.  Lo dicho, un clásico que el tiempo nunca destruirá.



La idea de cubrir con una tela negra la cabeza del científico ocultando el horror, haciendo así que nuestra imaginación se dispare y haga todo el trabajo, es quizá la imagen más recordada de la película junto a esta de más arriba: Patricia Owens desde el punto de vista de la mosca humana.


Pero no acaba aquí la cosa: igual de clásica es esta otra con los restantes protagonistas mirando lo que sus ojos ven pero su mente se niega a aceptar. Hay algo atrapado en esa telaraña, algo que descubriremos y nos helará la sangre. Eso sí, los gamberretes de Marshall y Price se pasaron la peli entera haciendo bromas y chanzas por doquier, en especial en esta escena en que contemplan asombrados el horror. Era dejar de rodar y hala, a hacer chistecitos y decir tonterías sin parar de reír. Lástima que Neumann y su equipo no grabaran esos momentos: de seguro serían hoy tan clásicos y tan magníficos como la película misma.