(Hace tiempo comenté este
sobrecogedor relato en un foro de literatura. Esto fue lo que escribí. Me
resulta gracioso ahora cómo, tras párrafos y párrafos tratando de dilucidar su
misterio, en las dos últimas líneas me fijo en lo obvio y creo dar con la
solución.)
Voy a explicar qué sensaciones me produjo este relato y
tratar de desentrañarlo un poco, pero aviso que no sé qué diablos es la dichosa
isla en la que se alza esta extraña montaña. Y quizá dé igual, pero me decanto
por...
Iré mejor por partes. Ni que decir tiene que se aproximan
SPOILERS a mansalva.
A modo de brevísimo resumen, comenzaré indicando que Al otro lado de la montaña (La montagne morte de la vie,
1963) narra las aventuras de un joven que se enrola en un barco. Allí sufrirá
la dura vida del marino en un navío gobernado por un capitán despiadado y
brutal. Tras diversos acontecimientos, nuestro héroe irá a parar a una isla
extrañísima en la que se eleva una montaña incomprensible. Como relato de
aventuras (siniestras, pero aventuras), me parece sensacional. Toda la primera
parte (que no coincide con la separación que hace Bernanos, sino que llega
hasta el capítulo 5), dedicada a narrar el día a día cotidiano a bordo del
barco, no digo nada nuevo si pensé en Poe y en sus relatos Narración de Arthur Gordon Pym (The Narrative of Arthur Gordon Pym of
Nantucket, 1838) y Un
descenso al Maelström (A
Descent into the Maelström, 1841), o bien en Conrad con sus Tifón (Typhoon, 1902) y El
negro del Narcissus (The Nigger
of the “Narcissus”, 1897): se exponen situaciones de pesadilla en el
mar semejantes a las de Bernanos. Así mismo la violencia de la vida marinera
también es algo cercano a Conrad, salvo que en este la violencia no es tan
directa, pero no por ello menos sórdida y dura (una isla simbólica y que se
torna infernal, pero lejos de los parámetros de la literatura fantástica, la
tenemos en Victoria (Victory, 1915) de Conrad: un horror más
existencial, otro lugar del cual escapar de la maldad, en este caso humana, es
imposible). De estos inicios del relato de Bernanos me quedo con el impactante
momento de angustia indecible en el que el protagonista abre los ojos al ser
pasado bajo la quilla sufriendo un castigo, o cuando después de la masacre
caníbal y el caos de la tripulación caen las primeras gotas de lluvia y el
protagonista le pregunta a Toine, otro marinero, quién gobernará el navío:
"El miedo", responde. Estremecedor.
El relato está concebido como una historia de iniciación,
de aprendizaje. Nos identificamos con el joven narrador: para nosotros también
todo es sorprendente, horrible, nunca visto. Cada nuevo suceso deja una
impronta imborrable, más fuerte, porque no se está cincelando en la memoria de
un adulto experimentado (como sería el caso de Toine: toda la historia
cambiaría si él fuera quien nos la contara; pero sobre esto volveré más
adelante), sino en la de un joven inexperto que ahora es nuestros ojos en esta
historia. El punto de vista elegido impregna de una tremenda fuerza a la
narración. Esos hechos se graban en nuestra mente como si hubieran acontecido
por primera vez, no importan las ocasiones en que hayamos leído algo parecido,
que en nuestras lecturas nos hayamos enfrentado a situaciones de horror y
crueldad semejantes: todo es nuevo, virgen, porque vírgenes al horror son los
ojos del narrador, los nuestros, como dije, ahora.
Quería decir esto porque me parece importante la potencia
de Bernanos como narrador, lo cual hace que, haya simbolismo oculto o no, no
impide esto disfrutar del relato como una "simple" aventura, un viaje
al corazón del horror mismo sin darle más vueltas. No me invadió la impotencia
como lector que me invadió leyendo la saga del Sol Largo de Gene Wolfe, quiero
decir, por poner un ejemplo. Pero como el relato creo que admite ambas
lecturas, una sencilla (que no peor o menos profunda, ojo) y otra simbólica,
voy a intentar ahora la segunda, aunque aviso que yo tampoco lo tengo nada claro.
Me faltan referentes, no conozco nada de la obra de Bernanos, y de los posibles
símbolos utilizados, si son tales, identifico pocos, y más por lo que me da por
creer qué es esa isla que porque sea así en verdad. Me temo que lo que
"identifico" es más para dar consistencia a lo que creo que es una
posible explicación que por tratarse verdaderamente de claves que ayuden a
desvelar su secreto.
Le pregunté a una amiga, traductora de francés, sobre el
título original del relato: La
Montagne morte de la vie. Me contestó que la construcción de esa frase no
es habitual en francés. Me lo explicó pero confieso que no recuerdo bien qué me
dijo de estructuras francesas y demás. El título se podría entender de estas
dos formas:
1- La montaña ha muerto por culpa de la misma vida.
2- La montaña de vida que ahora está carente de ella, está
muerta.
Me comentó también que, además de Michel Talbert, Bernanos
utilizó como seudónimo el nombre de Michel Drowin.
Y ahora sigo con el relato. Insisto en que me gustaría que
esto se entendiera más como una manera de compartir lo que sentí y pensé
leyendo el cuento que como un intento serio y coherente de descifrarlo.
Atados al mástil, Toine y el narrador sobreviven solo para
aparecer en, literalmente, otro mundo. Otro sol (un sol rojo, herido), otras
estrellas (un firmamento desconocido), otras criaturas, extrañas y ajenas (esas
"medusas" marinas), habitando los mares. El agua del mar es dulce, el
sol abrasador. Tanto en una lectura simbólica como literal, está más que claro
que ya no se encuentran en la tierra tal y como la conocemos. ¿Una anomalía?
Creo que no, pues hablan claramente de tránsito hacia otro mundo: "En ese
preciso momento sentí como si estuviera pasando a otro mundo, a otra vida.
Aquella rara sensación de tránsito (...)" En un primer momento pensé que
habían muerto, que habían entrado en el reino de la muerte. Pero Toine lo
define como "un mundo patas arriba": ¿no es así como en el medievo
definían el infierno? Es importante que cuando Toine se pone a rezar, el
narrador muestre sorpresa porque nunca le ha visto hacerlo y confiese que él no
cree: son dos almas que, por impías, merecen el infierno. En la tradición
cristiana no solo los malos actos te llevan allí.
Y llegamos a la sensacional descripción de esa playa
desolada y las montañas ciclópeas.
Las figuras sufrientes, las estatuas que encuentran en la
isla: "... la obra de aquel escultor, tan hábil como Dios mismo, pero
carente de Su gracia, de Su piedad y de Su armonía": ¿es este
"escultor" el Diablo, una deidad maléfica? Porque este infierno
(tanto en su sentido literal como en su sentido metafórico y simbólico, no deja
de ser un lugar infernal) no tiene por qué corresponder a un infierno
cristiano (la enorme serpiente devoradora nórdica bien podría ser una
referencia: las enredaderas y flores carnívoras; o el polvo que comen los
egipcios condenados, esa extraña arena de la isla —estas ideas fueron apuntadas
por fonz, un antiguo
compañero de foros que también comentaba este relato—). Otra idea muy
sugerente, fascinante y genial: la arena, al contacto con el agua, se torna
sangre. Da igual que haya referencias o no: este lugar que describe Bernanos es
un puro infierno. Esta imagen es terrible, angustiosa.
Unas palabras ahora sobre la aldea, los restos de fogatas y
los utensilios que allí hallan nuestros dos protagonistas. De nuevo el punto de
vista: a pesar de que sabemos lo que piensa Toine a través del narrador, está
claro que perdemos mucha información debido a que quien nos cuenta la historia
es el bisoño joven: un golpe maestro de Bernanos pues con esto el misterio está
asegurado. Toine le llega a decir al joven que cómo se va a sorprender DE
VERDAD, a parecerle extraño lo que les está sucediendo si es la primera vez que
viaja: solo puede comparar con lo poco que conoce, por lo que las referencias a
lo que podemos saber se reducen al mínimo. Lo extraño se une indefectiblemente
con la incapacidad de comprender de una mente inexperta, agotada y hambrienta
por demás. ¿Qué será lo que pasa por la mente, y esto es más inquietante aún,
sorprendida y confusa de Toine? Porque por mucho que hable con su joven
compañero, está claro que no le cuenta todas sus impresiones. Por ejemplo: si
bien los objetos encontrados le resultan desconocidos, quizá sí que le pueden
recordar a algo, pero no llegaremos a saberlo. Para el misterio del relato,
mejor así.
En el entorno hostil, solo queda el valor y no desfallecer.
"(...) nos encontramos en las puertas del infierno", dirá Toine. Solo
la amistad inquebrantable entre estos dos hombres les dará fuerzas para
continuar. Porque esperanzas ya no hay.
El agónico camino hacia la montaña se convierte así en una
ordalía. Pero una ordalía inútil, lo cual hace que el terrible final sea aún
más desesperado y nos llene de una insoportable sensación de vacío: nada de lo
que hagamos nos salvará de la condenación eterna. La infinita tristeza, la
futilidad de todo esfuerzo humano (qué propio de Dino Buzzati nos resulta
esto). Solo quedan las lágrimas como recuerdo de lo perdido, de lo que se ha
dejado atrás. Ahora solo resta la soledad eterna rodeado de otros miles como
él. La suprema ironía: la montaña con las estatuas.
Para mí es el mismo infierno, pero bien cierto un infierno
que, pudiendo tomar cosas de diversas tradiciones culturales (o no), en
cualquier caso es un infierno magistral y terrible creado por Bernanos. Al otro
lado de la montaña hay el mismo dolor, el mismo horror que en este lado. Tantos
sufrimientos para llegar a la nada: es un relato que sume en una infinita
tristeza.
Tal vez no ayude nada de lo que he escrito a entenderlo,
pero quizá se trate de eso mismo, de que no lo podemos abarcar: de ahí su
profundo misterio, su extraña magia.
En la tradición cristiana el infierno muestra un sol rojo y
un mar teñido de sangre.
Pero los versos de Baudelaire con los que Bernanos da
comienzo al relato rezan:
"Pues en verdad, Señor, esta es la mejor prueba
que podemos darte de nuestra dignidad...
Esta marea de lágrimas que fluye sin descanso
hasta expirar en los acantilados de Tu eternidad."
No sé, tal vez, y solo tal vez... ¿Es la isla un dios (¡o
el mismo Dios!) muerto, o moribundo, en cuyas laderas van los hombres a expirar?
Porque al protagonista, ya en la ladera, ya una figura de piedra, aún le quedan
lágrimas. Y la respiración que conmueve la isla, las plantas adorándolo, el
ojo...
¡Eso es! No es el infierno... ¡LA ISLA ES DIOS!
DIOS: la montaña de vida que ahora carece de ella: la
montagne morte de la vie: la montaña muerta de la vida.
Esto, o bien que Dios no es sino otro infierno.
(Podéis encontrar este relato traducido al español por José
María Nebreda en el magnífico libro Mares
tenebrosos, número 53 de la colección Gótica de la editorial Valdemar, o
bien en su colección El Club Diógenes, número 297.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario