Sí,
lo confieso abiertamente: me encantan las portadas macabras de algunos libros,
con sus esqueletos de barraca de feria, sus cuchillos ensangrentados y sus
hachas recortándose a la luz de la luna. Si ya se ve alguna cabeza volando
gracias al tajo certero del asesino de turno, ni os cuento la sensación que me
embarga. No insisto porque no quiero que algún programa espía de internet me
detecte como posible autor de crímenes turbulentos.
La
portada (obra de Jordi Vallhonesta y Salinas Blanch) de este mediocre a rabiar
libro de Al Dempsey, Miss Finney mata de
vez en cuando (Miss Finney Kills Now
and Then, 1982), reúne algunos de los elementos que hacen que me detenga a
contemplarlo extasiado y a desear leerlo, pese a tener la convicción plena de
que no sacaré nada bueno de ello. Es como cuando uno ve cómo se van formando en
el televisor, gracias a ese invento maléfico llamado dvd, las dos palabras
mágicas: Bela Lugosi (como ejemplo paradigmático). Y a uno le empieza a temblar
todo el cuerpo, se relame de gusto y se prepara para pasar una hora enfrentado
al terror puro. Aunque sabe de sobra que ese terror no llegará ni por asomo.
Pero nos alimentamos de esa esperanza vana. Total, la vida nos depara
decepciones infinitamente peores que la peor de las películas de Bela Lugosi.
Ya
desde un primer momento me llaman la atención esas letras del título, como
descolocadas, que incitan a pensar que algo demencial y atroz, perturbado, se
oculta en su interior. Estamos en la antesala del horror. Solo un paso más y
seremos absorbidos por la negrura. Pero lo verdaderamente espectacular es ese
dibujo del esqueleto en silla de ruedas. Fijaos en ese gorro de colorines
brutalmente kitsch y en ese gato que parece sacado de una carpeta de
adolescente o del videojuego Hello Kitty (vale, vale, tal vez no tanto, pero
por ahí; y sí, sí, lo he jugado con mis sobrinos). Lo siento: verlo y necesitar
leerlo fue uno. Y eso que el anuncio bajo el título (“Ella necesita matar...
Una novela de horror sobrenatural”) enfriaba bastante el encuentro.
Un
encuentro que reconozco gélido, pero que tampoco me atrevo a considerar una
experiencia desagradable.
Fue
fácil imaginar este libro como una de esas películas inglesas de finales de los
sesenta y principios de los setenta de la Hammer o la Amicus ambientadas en la
época moderna, tales como El aniversario
(The Anniversary, Roy Ward Baker,
1968) o A merced del odio (The Nanny, Seth Holt, 1965), o bien como
ese clasicote de lo macabro que es ¿Qué
fue de Baby Jane? (What Ever Happened
to Baby Jane?, Robert Aldrich, 1962). Con toda seguridad debido a que
estamos enfrentándonos a un ambiente familiar malsano, pero sobre todo porque
no dejaba de imaginarme a esta terrible Miss Finney, la que necesita matar, con
el rostro ajado pero inolvidable de Bette Davis en estas películas.
El
que la trama se desenvuelva tal que una historieta de terror de un viejo cómic
de la EC también ayuda a hacerla vagamente simpática. Vagamente, porque como
obra literaria resulta nefanda. Para qué engañaros: no busquéis aquí ni bellas
metáforas, ni imágenes sugerentes, una trama elaborada o ni tan siquiera
personajes debidamente no ya delineados, sino ni tan siquiera esbozados, con
profundidad sicológica (una de las protagonistas cambia de opinión de una
página a otra aún me pregunto por qué, aparte de por un intento irrisorio de
Dempsey por dotarlo de humanidad o algo así: aventuro demasiado de las
intenciones del autor, que igual ni pretendía llegar a tanto, solo dar sustos o
rellenar alguna paginilla más a costa de las dudas y remordimientos
macbethianos, expresados de manera pésima, del personaje). Que no, que no
estamos leyendo a Stendhal, pero es que ni tan siquiera el bueno de Dempsey nos
regala una de esas orgías de sangre y destrucción tan típicas de James Herbert,
por poner un ejemplo.
Pero,
creedme, tiene su encanto. Encanto macabro, claro, huelga decir. Y es que si en
todo naufraga, no así en mostrarnos momentos malsanos servidos por unos
personajes abyectos a ratos. Como esas viejecitas de Arsénico por compasión (Arsenic
and Old Lace, Frank Capra, 1944). Pero sin compasión.
Cuando
Dempsey se lanza a un alarde poético poniendo voz a los recuerdos de la
decrépita Miss Finney y el horror cede ante una historia de amor realista
ambientada en la Primera Guerra Mundial, la cosa provoca un pavoroso sonrojo,
tanto por su torpeza narrativa como por su descaro: fusila esa historia de
Hemingway (que hemos visto en tantas películas, a mi gusto la mejor la
maravillosa versión de Adiós a las armas
/ Farewell to Arms que dirigiera
Frank Borzage en 1932) de la enfermera que busca a su amado en las trincheras
del frente, una historia que el bueno de Hemingway pretendía pasar por
verdadera (con él de protagonista y la Ava Gardner de Las nieves del Kilimanjaro -The
Snows of Kilimanjaro, 1952- tal y como la interpretaron Henry King y su
equipo, seguro).
Si
finalmente queda algo de provecho es un desenlace de una amoralidad que, hay
que decirlo, se echa en falta en más de una ocasión en el género. Un toque de
sana mala leche que rehúye de lleno cualquier tipo de sermón ejemplarizante con
los malos debidamente castigados por pecar. Leyendo otras obras, hay veces en
que uno no sabe si está leyendo una novela de género fantástico o la gacetilla
dominical de la iglesia del pueblo.
Así
pues, una mala novela, una ficción barata que provoca emociones truculentas
primarias. ¡Bienvenidas sean!
DEMPSEY,
Al. Miss Finney mata de vez en cuando. Traducción de Jordi Fibla; ilustración
de cubierta de Jordi Vallhonesta y Salinas Blanch. Barcelona: Martínez Roca, S.
A., 1983. 187 p. Súper terror; 6. ISBN 84-270-0835-X.
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