Ya he comentado en más de una ocasión mi preferencia por las novelas de Erle Stanley Gardner (1889-1970) firmadas bajo su seudónimo de A. A. Fair sobre aquellas que en su momento aparecieron con su nombre en la portada. Esto es, las disparatadas aventuras de Bertha Cool y Donald Lam (bueno, y la secretaria de Bertha en su agencia de detectives, Elsie Brand) frente a las más “normales” de Perry Mason, abogado criminalista, y su secretaria Della Street (bueno, y el tercero en discordia, que aquí también hay uno, el detective privado Paul Drake). Teniendo siempre en cuenta que son los personajes que más me gustan de Gardner y que el segundo le ha dado fama imperecedera. Y por favor, que todo el mundo olvide esa espantosa serie que comenzó a mediados de los 80 y se mantuvo hasta bien entrados los 90 y que de vez en cuando pasan por televisión, que es una absoluta traición al autor y a los personajes que creó.
Pero, ya sabéis cómo es la vida, ¿no? Uno afirma una cosa tras meditarlo bien y, justo cuando hace pública su opinión, pues lo siguiente que lee contradice por completo lo que acaba de lanzar al aire. En resumen: que la siguiente vez que me leo un par de novelas de Gardner, una de Mason y otra de Lam, pues resulta que nuestro audaz abogado ridiculiza por completo al gélido e indiferente detective.
Y es que El caso del ojo de cristal (1935) resulta una francamente divertida y emocionante aventura de nuestro abogado defensor favorito, Perry Mason, secundado por los siempre incombustibles Della Street y Paul Drake. Los diálogos se suceden afilados y brillantes y la trepidante trama ayuda a que este libro, de manera literal, se devore. ¡Demonios! Si hasta la explicación final me resultó interesante, cuando lo normal es que al llegar ese momento me ponga a pensar en otras cosas mientras leo. Esta novela es la prueba de que, sí, de acuerdo, en ocasiones Gardner pone el piloto automático y resulta algo monótono, pero cuando escribe con ganas lo trillado parece nuevo. También es de agradecer que en esta ocasión la historia tenga ese agradable tono delirante debido al endemoniado lío ocasionado por los dichosos ojos de cristal que coprotagonizan el relato.
La relación entre Della y Perry, uno de los puntos fuertes de la serie a mi entender, aquí es chispeante: aunque nunca se haga explícito, se nota que algo hierve entre ellos dos. Los guiños entre ambos, la complicidad, sus diálogos cargados de dobles sentidos y siempre divertidos y muy locos convierten la lectura de este libro en algo de verdad maravilloso. Y el detective a sueldo de Perry, Paul Drake, por lo general un personaje que está ahí para hacer lo que Mason no puede, esta vez tiene la oportunidad de brillar de manera especial. El capítulo IX ofrece una de las mejores argucias del dúo en pos de conseguir entrevistar a un testigo y una persecución desternillante en un hotel que convierten de forma automática esta novela en una de las mejores, o si preferís una de mis favoritas, de cuantas he leído de Perry Mason. Y desde luego, la más divertida y enloquecida, con esa trama de los ojos de cristal que por lo enrevesada en unos momentos y lo morosa que resulta cuando se detiene en explicarnos al detalle cómo se fabrican, recuerda a otro maestro del misterio más extraño y original: Harry Stephen Keeler.
Claro, lo habitual es que la parte divertida y más locuela de Gardner salga a la luz cuando con su seudónimo de A. A. Fair escribe para contarnos las aventuras de Cool y Lam. Pero no ha sido así esta vez.
Doble o sencillo (1941) es la quinta entrega de la serie protagonizada por los dos curiosos detectives, sin duda una de las parejas más raras que ha dado la literatura detectivesca. Y si en esta ocasión la cosa no termina de funcionar quizá se deba a que Gardner se centra sobre todo en Donald Lam y olvida un tanto a Bertha. Lam es un detective al que nada parece importar, pero no porque sea el habitual tipo duro aburrido, pesado y llorón que vemos casi siempre. Al contrario. Lam recuerda más bien al clásico dandy a lo Oscar Wilde cansado de todo, aburrido de todo, que ve las cosas siempre desde una descreída distancia y que pasea por el mundo sin mostrar el más mínimo interés por nada. Pero, eso sí, sus observaciones y comentarios sobre lo que ve no tienen desperdicio y su suerte ante todo lo que le sucede debería convertirlo en el hombre más feliz de la tierra. Pero en ese contraste estriba toda su gracia. Pero es un personaje que para funcionar como es debido, teniendo en cuenta que Gardner, ni hace falta decirlo, no es Wilde, necesita de un personaje espejo sobre el que lanzar toda su mordacidad e ironía, toda su actitud desapasionada ante la vida. Y eso precisamente es lo que ofrece la apasionada Bertha Cool: un personaje arrollador y no solo por su tamaño. Su carácter encendido sirve de eje sobre el que pivotar todo el sentido cínico del humor del gran Lam.
Pero en Doble o sencillo la buena de Bertha apenas hace un par de apariciones, y Lam por sí solo, bajo la pluma de Gardner, no tiene fuerza suficiente. Su desapasionamiento ante todo se contagia al lector, que no puede evitar leer esta novela con tanta indiferencia como la que el bueno de Lam muestra por la vida. Todos los diálogos locos, las situaciones ridículas y comprometidas, toda esa vida en la que siempre parece que lo único importante es el minuto siguiente brilla por su ausencia en esta aventura de Cool y Lam. Y esto mismo es lo que, cuando funciona, las hace tan maravillosas. No siempre la varita provoca la magia. Y, por esta vez, Mason y Street derrotan sin piedad a la pareja de detectives.
GARDNER, Erle Stanley. El caso del ojo de cristal. Traducción de Guillermo López Hipkiss. Barcelona: Vergara, Círculo de Lectores, 1962. 251 p.
GARDNER, Erle Stanley. Doble o sencillo. Traducción de José Mallorquí Figuerola; ilustración de cubierta de Noquet. Barcelona: Molino, 1963. 221 p. Selecciones de Biblioteca Oro; 193.
4 comentarios:
Llosef: la Princesa y tú deberíais sentir algo más de empatía con la gente que está de exámenes perpétuos y NO puede leer cosas guays hasta por lo menos junio... :***
Se me hace la boca agua...
¡Oh, Pato! No estoy leyendo ni la mitad de lo que me gustaría. Créeme que saco adelante mis lecturas robando sin piedad horas al sueño. Así se me está poniendo el carácter. Dentro de poco ya hasta empezaré a tener esas visiones que dicen se tienen cuando no se duerme y...
Vaya, voy a parar que ya me empieza a gustar. ¿Será verdad lo de las visiones?
Resiste esos exámenes. ¡Piensa que en junio nos adelantarás! Al menos a mí...
¡¡Jajaja!! ¡¡Estamos compinchados para que nadie estudie, ni trabaje, ni duerma!! Es una estrategia para crear un nuevo ejército de zombis.
Lo cierto es que pasaba por aquí para confesarle que soy una horrenda lectora de "gialli", y son pocos, poquísimos, los títulos con los que me he atrevido en mi trayectoria lectora. Tendrá que ponerme en la lista negra.
Estimada Princesa, no puedo poner en la lista negra a quien es mi aliada para zombificar el mundo...
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