La producción literaria de Robert Leslie Bellem (1894/1902-1968), “el Shakespeare de los Spicy Pulps” (pulps guarrindonguillos), resulta inabarcable. Solo del personaje que protagoniza estos relatos, Dan Turner, detective de Hollywood, llegó a escribir más de trescientos. Jesús Palacios da un genial repaso al autor, tanto en lo referente a su vida como a su producción literaria, y ya lo sabéis: en los autores pulp lo primero suele ser más interesante que lo segundo. Aunque en el caso de Bellem yo afirmaría que se da un más que interesante empate. Como Palacios escribe también sobre el estilo y la evolución que se puede apreciar en los cinco relatos seleccionados de tan ingente producción, de los más folletinescos y clásicamente pulps del principio a los más enmarcables dentro del género negro del final, no incidiré en ello. Solo recomendaros vivamente la lectura de este prólogo: Jesús Palacios logra con él lo que muy pocos consiguen, y esto es que empecemos el libro con verdaderas ansias, ávidos por leer. Que la pasión que uno siente por un escritor resulte contagiosa a los demás es el mejor regalo que se le puede hacer a aquellos autores que admiramos.
De El brillante halo de la muerte (1935), más que la historia en sí lo que permanece o uno logra recordar al poco de terminar de leerlo son los detalles: una playa vacía por la que corre una aterrorizada chica desnuda con un extraño collar en el cuello, la lluvia torrencial cayendo en esa espectral playa, la casa que creemos solitaria frente al mar, cabezas estallando a causa del increíble collar… La trama de científico loco es tan absurda como divertida, y a Dan Turner le da tiempo a todo: a beber como un cosaco, a acostarse con todas las chicas que se le cruzan por delante y a repartir unos cuantos ñoños al malo de turno. Aunque claro, esto es lo común en los cinco relatos.
Destacan no solo los detalles argumentales, sino las expresiones, el exageradísimo toque de tipo duro del protagonista, su descarado machismo, y de manera especial las notas picantes, que a veces hacen acto de presencia en momentos que por lo inadecuados hacen reír y acaban dando, por qué no, un tono simpático y despreocupado, muy gamberro, al relato de manera tal que termina ganando al lector. Me refiero por descontado al lector dispuesto a aceptar el juego de reglas básicas de Bellem. Porque, en fin, cada vez que Turner encuentra un cadáver y este es el de una mujer, pues venga, una descripción sexy para calentar al personal. ¿Que el objeto, nunca mejor dicho, de deseo es una muerta? Qué más da, si esto es ficción. Y ficción pulp de la de verdad, no de esa reivindicada culturalmente gracias al cineasta plasta que todos conocemos…
Más allá de la justicia (1935) se centra en un lío con una copa de plata que importa un comino, pero que resulta tan divertido de leer como el anterior. El acierto de Bellem creo que está en su tono. Es como si nos dijera: “vale, muchachos, esto no es gran literatura, vamos, si me apuráis ni es literatura, pero da igual, nos vamos a divertir y lo que dure el rato que tardéis en leeros mi historia no vais a pensar en otra cosa que no sean tipos duros, chicas espectaculares (bueno, él diría “muñecas”), sorpresas increíbles como solución a los casos y una buena pelea; sí, exacto, justo lo que tú, lector, no tienes en tu vida real, porque si lo tuvieras tal vez no estarías aquí sentado leyendo”. Así me imagino que nos hablaría Bellem, así de borde, jajaja, aunque creo que a quien he puesto a hablar es a su personaje…
Lo bonito de las aventuras de Dan Turner, y ya sé que bonito es el adjetivo al que nadie se le ocurriría pensar leyendo a Bellem, es que sus casos están ambientados en ese Hollywood de las décadas de los 30 y 40, fantásticos y brillantes en el imaginario colectivo creado en nuestros recuerdos gracias a maravillosas películas, y por muy negro y sórdido que resulte todo parecen llevar impregnados el glamour de una época, un glamour que sabemos falso y estereotipado, pero tan propicio para la ensoñación que de entrada cualquier ida de olla del relato nos parecerá hasta normal. ¿Acaso no es esto Hollywood?
Así vemos desarrollarse los otros tres cuentos del libro. En El caso del horóscopo (1942), las supersticiones que hacen de adivinos buscavidas personas importantes y solicitadas son la base del relato criminal. O La maldad del monstruo (1943), en la que el protagonista es un afamado actor de películas de terror engullido por su propio personaje. Y Las estrellas mueren de noche (1944), que es la que más se centra en el caso expuesto y en su resolución, lo cual no hace que esté exenta de retruécanos, giros y sorpresas imposibles. Lo importante es el asesinato y cómo Dan Turner resuelve el enigma, ya sin que aparezcan doctores locos para darle color ni exploten cabezas humanas para darle emoción extra. Todo es ya más realista, pero claro, ese realismo pulp que es igual de delirante que el más exacerbadamente fantástico.
En conjunto, cinco relatos que se leen en un soplo y divierten y entretienen, no era otro su objetivo inicial, y cuyo gamberrismo argumental y estilo disparatado (tan bien trasladado a nuestro idioma por Marta Lila Murillo, la traductora) no hacen sino hacerlos aún más simpáticos.
Jesús Palacios, al final de su introducción, pide a los posibles lectores del libro que si al terminar la lectura les ha gustado, reclamen que se publiquen más cuentos de Dan Turner. Por si sirviera de algo, yo voy a reclamarlos desde aquí.
BELLEM, Robert Leslie. Las estrellas mueren de noche y otros casos de Dan Turner, detective de Hollywood. Introducción y selección de textos de Jesús Palacios; traducción de Marta Lila Murillo. Madrid: Valdemar, 2011. 183 p. El Club Diógenes; 299. ISBN 978-84-7702-702-7.
4 comentarios:
Aqui otro que ha disfrutado como un enano del libro. ¿Calidad literaria? ¿Quien la necesita con estos maravillosos puñetazos "hard-boiled" disparatado en tu propio y alucinado rostro? XD
Un saludo.
¡Es un descacharre! Me lo pasé de miedo leyéndolo. Un defecto: ¡pocas páginas! ¡Queremos los otros 295 relatos!
¡Saludos!
Vale, no es que sea literatura de calidad, pero de todo tendrá que haber en este mundo, digo yo. ¿Literatura de evasión? Leyéndolo, la verdad, yo sí que me evadí, y me lo pasé muy bien. Quizá hoy en día no se escribirían estas cosas, con todo ese rollo de lo políticamente correcto y tal, pero al menos, siempre nos quedarán otros escritos, y otros tiempos...
¡Firmamos sus palabras, señor reusense, totalmente!
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