Considerado todo un clásico del humor
inglés, Diario de un don nadie fue
publicado en la revista Punch a lo
largo de los años 1888 y 1889. Fue escrito por George Grossmith y se acompañó
de las ilustraciones que realizó para él su hermano Weedon. El semanario Punch concedía mucha importancia a sus
dibujantes, no por nada para muchos es un claro antecedente de los cómics, el
abuelito de la más popular de las artes que en su momento de gloria llegó al
mismo Japón, por lo que hasta del manga se le considera ancestro. En el año
1892 las historias de andar por casa de Charles Pooter, el don nadie del título,
serían publicadas en forma de libro en una versión bastante más larga que la
publicada en la revista. Nunca ha dejado de reimprimirse en Inglaterra desde
entonces.
Y es que las aventuras cotidianas de Charles
Pooter son una delicia. Modelo del ejemplar padre de familia victoriana,
apocado y mediocre, la suya es una existencia en la cual sus mayores problemas
son de qué color pintar las paredes de su casa, arreglar el guardabarros de la
entrada o poner orden en su arriate de flores. Lo mismo para su mujer, Carrie, la
única persona capaz de reírse con los tontísimos chistes de su esposo. Y no
siempre. La gracia de la narración en primera persona de este personaje de nulo
interés está, claro, en que su visión de las cosas es del todo fatua y gris. Y
por más que se empeña en ser un ciudadano ejemplar y ser tenido en cuenta en
sociedad, no deja nunca de ser nunca un pobre desgraciado con ínfulas. Todo le
sale mal, y esa acumulación de desgracias, por mucho que se nos antojen
merecidas debido a su acendrada estupidez, acaban por hacérnoslo simpático. Y
esta es la grandeza del libro, claro: la ironía es demoledora, pero nunca
pierde de vista que habla de personas. Y todos podemos ser idiotas a cualquier
hora del día.
GROSSMITH, George; GROSSMITH, Weedon. Diario de
un don nadie. Traducción de Íñigo Jáuregui. Madrid: Nórdica Libros, 2012. 237
p. Otras latitudes; 31. ISBN 978-84-92683-83-3.
El relato crece con los diversos
personajes que se van cruzando en la vida de nuestra pareja protagonista,
destacando en primer lugar los dos amigos de Charles, el bocazas y algo
aprovechado Gowing y el apocado e insustancial Cummings, caracteres que hacen
pensar que Charles, después de todo, no es el peor del jardín. La llegada del
hijo de Charles y Carrie, Lupin, al hogar familiar al ser despedido de su
trabajo traerá consigo el eterno enfrentamiento entre padres e hijos, aquí
multiplicado porque en realidad es la sempiterna pelea entre lo viejo y lo
nuevo. Y aunque Grossmith sabe reírse de la juventud, en especial de su
carácter veleidoso y algo descerebrado, nunca deja de reflejar en Lupin los
nuevos aires que una sociedad anclada en costumbres y maneras encorsetadas por
la apariencia y la sumisión necesitaban con urgencia. Y que se precipitaban
sobre el pasado aplastándolo en su carrera.
Otros caracteres van sumándose al
relato, sirviendo todos ellos para lanzar pullas a la sociedad de la época sin
detenerse en miramientos. Los actores engreídos, los burgueses con sus negocios
que tras un aire de respetabilidad solo buscan estafar, peleles de una sociedad
regida por hueros formalismos, escritores poseedores de la verdad absoluta
incapaces de ver la realidad ante sus ojos, en fin, todo un rosario de
personajes que Grossmith describe con maestría y sobre los que, como ya he dicho,
nunca deja de verter una mirada entre despiadada y entrañable.
Un libro que da todo su sentido a la tan
manida y muchas veces pretenciosa expresión “humor inteligente.” Las magníficas
y muy divertidas ilustraciones de Weedon no solo adornan el relato, sino que
nos ofrecen un retrato de los personajes que los hace crecer en nuestra
imaginación insuflando más vida, más corporeidad, más verdad a una historia
protagonizada por personas que parecen no tener ni idea de a qué diablos nos
referimos al utilizar estos conceptos.
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