martes, mayo 05, 2015

Los mejores relatos de ciencia ficción: la era de Campbell 1936-1945, compilación de Michael Ashley (1975)



Me gustaría dejar claro desde el principio que todos los relatos de este volumen ya clásico en la historia de la ciencia ficción me han encantado. Unos más y otros algo menos, soy humano para mi desgracia, pero en conjunto he disfrutado de lo lindo con la lectura de este libro. Y en especial de su apasionante prólogo, Introducción: el auge de la ciencia ficción, escrito por el autor de la presente compilación, el británico Michael Ashley, un erudito que plantea un recorrido en verdad arrebatador por la historia de las revistas pulp de este género. Este es el primero de los tres volúmenes (ver aclaración a este respecto al final de la reseña) que dedicaría a narrar esta aventura literaria, los cuales llevan del año 1936 hasta el 1965, cada uno con una introducción que supone todo un caudal de información expuesto de la manera más divertida y amena que cabe imaginar e iluminado con una selección de cuentos, uno por cada año. Este que nos ocupa está centrado en la primera década de este período: de 1936 a 1945. Y su introducción es un reflejo perfecto de esta época convulsa y maravillosa del despegue de las publicaciones periódicas pulp.


Thrilling Wonder Stories, agosto 1936.
(Todas las portadas de las revistas de ciencia ficción están extraídas de la magnífica web 
The Internet Speculative Fiction Database, ISFDB, AQUÍ)

El relato que abre la selección pertenece a uno de los más grandes escritores de ciencia ficción, Stanley G. Weinbaum, cuya corta vida seguro nos privó de obras maestras al nivel de la colección de cuentos que dejó tras de sí. Una carrera modélica y ejemplar conformada por una joya tras otra. El círculo de cero (The Circle of Zero, publicado en la revista Thrilling Wonder Stories en agosto de 1936) es una bonita, curiosa y loquísima historia que propone una peculiar manera de viajar en el tiempo: por medio de la hipnosis. Planteando que el infinito conlleva que nuestras existencias y la de todo lo existente antes, ahora y después de nuestro devenir por fuerza deben repetirse al menos una vez siguiendo la lógica de que en la eternidad todo tiene cabida, hasta la reiteración de cualquiera de nuestros actos más cotidianos, Weinbaum nos embarca en un viaje al pasado y al futuro más lejanos narrado con esa fascinación que conlleva el hollar paisajes entonces aún casi vírgenes.


Astounding, julio 1937.
Portada: Howard V. Brown.

La ascendencia inglesa de Ashley hace que en su selección abunden los autores de esta nacionalidad. Genial para nosotros pues estos nombres son precisamente los más obviados en las compilaciones de este tipo. Ejemplo de esto son los autores del segundo relato, Eric Frank Russell y Leslie J. Johnson, El buscador del mañana (Seeker of Tomorrow, en Astounding, julio de 1937), una fantástica narración inspirada en La máquina del tiempo (The Time Machine, 1895) de H. G. Wells, uno de los escritores de referencia para estos primeros aventureros de la ciencia ficción. Nos presenta una máquina viajera que con su forma de cabina y su manera aleatoria de ir visitando los diversos lugares del futuro podría ser un precedente de la extraordinaria serie, también británica y también de ciencia ficción, Doctor Who: con su mismo toque extravagante (las vestimentas de los habitantes de la futurista ciudad utópica de Leamore, nombre que quizás sea una referencia al mítico continente perdido de Lemuria), el ansia sin fin de conocimientos de su protagonista y la idéntica capacidad de este de maravillarse y aceptar lo ajeno y lo extraño tal que nuestro admirado Doctor. Y como es habitual en esta serie única, este excelente cuento nos deja una sensación en la que se confunden la felicidad provocada por el anhelo de la búsqueda y los descubrimientos siempre posibles con la melancolía al no poder continuar con su héroe el periplo futuro que promete su magnífico final abierto.


Marvel Science Stories, noviembre 1938.
Portada: Frank R. Paul.

El de Jack Williamson, El paraje muerto (The Dead Spot, en Marvel Science Stories, noviembre de 1938), tal vez sea el más abiertamente pulp, pura space-opera que arrastra en su fascinación naif. Nos lleva hasta una ciudad mecanizada de calles abisales ganadas por la oscuridad y la radiación que recuerda a la ciudad de las medusas de La legión del espacio (The Legion of Space, 1934), novela de la cual este relato por momentos asemeja un apunte narrándonos también una huida por un río, el encuentro con una bella mujer alienígena y la desesperada y al tiempo inocente historia de amor. Todo emana un hermoso romanticismo primitivo en una historia que parece no sólo el germen de la novela mencionada del mismo Williamson, sino el de todo un subgénero (que nadie entienda esto como algo peyorativo, por favor) al que siempre es emocionante volver.       


Amazing Stories, noviembre 1939.
Portada: Harold W. McCauley.

El triángulo de cuatro lados (The 4-Sided Triangle, Amazing Stories, noviembre de 1939), de William F. Temple, es un muy buen relato en el que tras el artificio científico de serie B se plantean interesantes cuestiones morales. Tenemos aquí una máquina que permite duplicar objetos, fruto del trabajo entregado de dos científicos que nos son presentados desde su infancia, con la cual también conseguirán obtener dobles perfectos de seres humanos. Uno de los inventores da vida a un doppelgänger de su amada pues no le corresponde en sus sentimientos por ella, pero con tal hado fatal que la duplicada tampoco lo quiere: ¡por algo es su réplica exacta! El sacrificio por quien se ama con pasión pero de una forma egoísta, la desesperación por lograr ser correspondido en el amor hasta tal punto que lleva a la ceguera emocional, tríos que son cuartetos y parejas de tres personas formando relaciones complejas y difíciles… Un cuento al fin en el que lo romántico en su sentido más clásico y enfebrecido es el verdadero motor de la acción, arropado en un planteamiento imposible fuera de la más estricta fantasía. Una historia que conmueve en la cual acaba venciendo la sensación de que no hay nada más difícil que colmar los anhelos más profundos del ser humano. Al terminar de leerlo, vi la película que basada en este relato dirigiera Terence Fisher en el año 1953, Four Sided Triangle, con guion del propio Fisher y Paul Tabori. Aunque la mayor parte de la idiosincrasia y la complejidad de los personajes se pierde, así como lo más complejo de su trama, no deja de ser un filme muy bonito de ver, de entre lo mejor de su director antes de que reinventara los mitos clásicos del terror de la Universal y creara otros nuevos a través de la Hammer.


Planet Stories, otoño 1940.
Portada: Albert Drake.

Ashley selecciona del año siguiente El solitario de los anillos de Saturno (Hermit of Saturn’s Rings, en Planet Stories, otoño de 1940) de Neil R. Jones, una entretenida historia con marcado acento aventurero. Los mejores momentos se encuentran en los ataques que una extraña niebla blanca que se arrastra entre los asteroides de Saturno realiza a la nave espacial City of Formar, en la que viaja el anciano pero peleón Jasper Jezzan, el protagonista. El satélite hueco dentro del cual este acaba ocultándose huyendo de la dichosa niebla es una idea bonita pero algo desaprovechada, sin que esto importe demasiado a la hora de disfrutar con placer de su lectura. El abismo (The Abyss, en Stirring Fantasy Fiction, Stirring Science Stories según la ISFDB, febrero de 1941), de Robert A. W. Lowndes, es un simpático relato de tintes lovecraftianos en el cual unas horrendas criaturas acechan en el abismo del título. Quizá lo más curioso estribe en que el acceso a este mundo de pesadilla se encuentra en los dibujos de una alfombra… Allá arriba (Up There, en Science Fiction Quarterly, verano de 1942), de Donald A. Wollheim, está basado o inspirado en las delirantes teorías de Charles Fort del “cielo habitado”. La trama consiste en cómo su viejo protagonista pretende con su avión, un aparato nazi derribado en combate, reformado lanzarse allende las nubes en busca de ese otro más allá localizado un poco por encima de nuestras cabezas. Es imposible no sentir afecto por esta sencilla historia.


Fantastic Adventures, julio 1943.
Portada: Harold W. McCauley.

Con un tono divertido y satírico, no exento de cierta crueldad más que de agradecer, se desarrolla Casi humano (Almost Human, en Fantastic Adventures, julio de 1943), de Robert Bloch bajo su seudónimo de Tarleton Fiske pues ya publicaba en este mismo número de la revista otro relato bajo su nombre real, un cuento de factura lineal y sin complicaciones pero de una efectividad tremenda. El robot que acaba siendo educado en el camino del mal nos inspira tanta compasión como pavor. Aunque en su horrible acto final no podamos evitar estar de su parte…


Starling Stories, verano 1944.
Portada: Earle Bergey.

El británico John Russell Fearn nos trae en El transgresor del tiempo (Wanderer of Time, en Starling Stories, verano de 1944) una narración de transgresiones temporales más allá de la muerte y de venganzas imposibles a través de los eones un poco al estilo del relato de Weinbaum que abría el volumen. Lo más sorprendente es descubrir de su mano en qué terminará la evolución de la especie humana.


Astounding Science Fiction, septiembre 1945.
Portada: William Timmins.

Y este primer tomo de los tres que conforman la historia de las revistas de ciencia ficción de Michael Ashley termina con el magnífico cuento El poder (The Power, en Astounding Science Fiction, septiembre de 1945). Estructurado de forma epistolar sobre “textos latinos del siglo XV”, unas cartas que muestran cómo la ciencia extraterrestre es considerada magia demoníaca en la Edad Media, Murray Leinster da toda una lección de estilo y clase con esta soberbia narración. El desesperanzado tono del alienígena protagonista es todo un hallazgo, no por su originalidad sino por su perfecta materialización, y trabajando sobre esta idea Leinster construye un relato apasionante, de excelente factura y muy divertido también, pues su autor sabe dosificar lo chocante de ciertas situaciones con lo triste y descorazonador de su mensaje. Un cierre sensacional para un libro que hemos disfrutado infinito y que nos ha dejado impacientes por comenzar la lectura de los dos tomos restantes.

Nota aclaratoria. En el facebook de LA DÉCIMA VÍCTIMA el gran Rubén Soto nos ha hecho una aclaración sobre estas compilaciones de Michael Ashley facilitándonos esta información: eran cuatro tomos, siendo el primero el dedicado al período 1926-1935, volumen que la editorial Martínez Roca decidió no publicar. AQUÍ podéis consultar su contenido, del cual podemos disponer de alguna traducción gracias a La Biblioteca del Laberinto. ¡Muchas gracias, Rubén!

ASHLEY, Michael (comp.). Los mejores relatos de ciencia ficción: la era de Campbell (1936-1945). Introducción y compilación de Michael Ashley; traducción de Jordi Arbonés. Barcelona: Martínez Roca, 1977. 396 p. Súper-Ficción; 19. ISBN 84-270-0409-5.

4 comentarios:

WOLFVILLE dijo...


La verdad es que estoy ahora mismos sumido en el western de monstruitos, como puedes ver en mi blog de hoy, PERO QUE COMPILACIÓN MÁS BRUTAL!!! He leido alguna traducción de "La Biblioteca del Laberinto" al respecto, pero toda recuperación de este material en una buena edicion sería más que deseable.

Excelente reseña (as usual), y un afectuoso saludo.

Llosef dijo...

¡Gracias Wolfville! Es una gozada de lectura. Como seguro que lo será también ese esperado MONSTRUOS EN EL OESTE. ¡Saludos mil!

C. Rancio dijo...

Los tres volúmenes fueron para mí (junto con los dos antologados por Asimov en esa misma colección) una gran iniciación en el género. Y la inclusión de los británicos uno de sus puntos a favor, porque siempre te encontrabas, al informarte, de un lapso entre Wells/Stapledon y Moorcok y su generación.

Llosef dijo...

Como indicas, C. Rancio, la inclusión de autores británicos (después de todo Ashley también lo es, así que se entiende y, cómo no, se agradece el interés al respecto por su parte) es un gran punto a favor, y en la parte histórica, aunque de manera breve, no se olvida de los franceses, los rusos, los argentinos... En fin, una maravilla de antologías que ojalá se reeditasen junto al cuarto volumen que nunca se tradujo. ¡Un saludo y gracias por comentar!