¿Pero cómo es
posible? ¿El conde Drácula dueño y señor de Inglaterra con una reina Victoria
siendo su esclava en los albores del siglo XIX? Menos mal que nuestros héroes la
vampira Geneviève Dieudonné y el agente del Club Diógenes Charles Beauregard
estarán allí para poner un poco de orden y cordura en ese sinsentido de reinado
de horror que ostenta sin tapujos el avieso noble de los Cárpatos. Y eso que
Jack el Destripador anda haciendo de las suyas y contribuye no poco al
espectral panorama. Esto era a grandes rasgos el motor de la novela de Kim
Newman La era de Drácula (Anno Dracula, 1992). El
sanguinario Barón Rojo (The Bloody Red Baron, 1996) es la
continuación del relato del siglo de terror al que Drácula, según la pluma del
autor inglés, sometió a toda Europa. O así lo imaginamos pues de la saga en la
que se narran estos hechos solo tenemos traducidas a nuestro idioma las dos
primeras novelas de la serie. Ya escribí sobre la primera de ellas y conté un
poco sobre esta serie de libros y el uso que hace Newman de nombres ficticios y
reales del mundo de la literatura y del cine para construir sus
personajes AQUÍ, por lo que no me repetiré en este sentido: os
invito a visitar la entrada donde escribí sobre esto. En el libro que nos ocupa
Newman vuelve a utilizar una inabarcable lista de caracteres nacidos en otros
lugares pero que confluyen en esta siniestra y arrolladora aventura con la
fuerza de quien está creando desde el mismo barro primordial. Su fuerza estriba
en que no usa estos nombres para evitar esfuerzos a la hora de crear sus
personajes, sino que se apoya en su aura mítica para potenciarlos hacia la
leyenda con visos de realidad alternativa.
En el primer capítulo
Newman nos presenta el nuevo escenario en el cual el imperecedero conde Drácula
anda liado implantando su negro imperio. Y este no es otro que el de la
espectral Primera Guerra Mundial. La Escuadrilla Cóndor está formada por un
grupo de ases aliados de la aviación que se enfrenta noche tras noche a las
huestes de los alemanes liderados por el Barón del título. Han sobrevivido a
todo, por algo todos ellos salvo su líder son vampiros, pero al lado de los
siniestros alemanes parecen unas hermanitas de la caridad. Newman luce genial
en sus descripciones de las misiones nocturnas de los aviadores y en la
creación de ese ambiente infernal de una guerra que parecía no tener fin y en
la que se estaba desatando un horror de magnitud inimaginable. El entorno
fantástico no hace sino acrecentar el tono de pesadilla vívida del relato, en
especial cuando este se traslada al castillo de Malinbois y allí encontramos a
un grupo de científicos alemanes que ya desde la sola lectura de sus nombres
dan pavor (Rotwang, el doctor Orloff, Caligari…) y a Manfred von Richthofen, el
Barón Rojo, un vampiro terrorífico de verdad y sus secuaces aviadores, todos
ellos vampiros evolucionados gracias al trabajo de estos mentados locuelos de
la aguja y la experimentación. El primer enfrentamiento en el cielo nocturno
entre los dos escuadrones, el alemán y el aliado, en el que los pilotos de la
Cóndor se enfrentan espantados a estas extrañas criaturas resulta mareante en
su prodigiosa capacidad de mostrarnos el mismo infierno en los aires. Páginas
que dan vértigo por su impresionante capacidad de trasladarnos a las mismas
cabinas de los desprotegidos aviadores luchando contra algo que son más que
aviones enemigos… Lo desconocido surgiendo de lo más oscuro de la noche para
desgarrar el corazón de los aliados pero también el del lector, que asiste
estremecido a un combate alucinante.
Junto a personajes de
la novela anterior como el gran Beauregard o la periodista Kate Reed (aquí con
mayor protagonismo, una creación enorme de Newman) hay, claro está, muchos
otros nuevos. Pero quizá los que más me han conmovido hayan sido Hanns Heinz
Ewers y Edgar Allan Poe, con una trama maravillosa en la que el primero recluta
al segundo para que escriba la autobiografía del Barón Rojo, un trabajo de
escritor fantasma que Poe abrazará con fervor, un poco al estilo del Lovecraft
de esa otra gran novela que es El
libro de Lovecraft (Lovecraft’s Book,
1985) de Richard A. Lupoff. Su encuentro con Franz Kafka de testigo es uno de
los mejores capítulos de la novela, y tiene muchos, creedme, pero este es
especial. La posibilidad de que cualquiera puede ser un vampiro permite a
Newman juntar y jugar tanto con los personajes de ficción como con los reales a
su antojo, haciendo verosímiles coincidencias cronológicamente imposibles. Pero
su mérito no reside solo en esto, sino en hacerlas creíbles y emocionantes,
llenas de vida aunque estén protagonizadas por muertos.
Con la ambientación
trabajada hasta el más mínimo detalle de la Primera Guerra Mundial, su tono
desaforadamente fantástico y su cuidada elección de nombres evocadores que,
como ya he comentado, no se queda en una mera lista (y eso que confecciona una
más que importante) Newman consigue con El sanguinario Barón Rojo una
obra a mi gusto aún mejor que La era de Drácula, mucho más original
y sorprendente pues no está encorsetada como esta a las conocidas andanzas de
Jack el Destripador. Trincheras, catacumbas, castillos repletos de científicos
locos dedicados a crear vampiros mutantes, batallas de biplanos en cielos en los
que ruge el color rojo, una trama que sabe desarrollarse con su debido y
necesario tempo hasta llegar a su explosivo desenlace y el elegante estilo de
su autor convierten la lectura de esta novela en un placer absoluto. Si pensáis
que la temática vampírica está quemada, sabed que no es por ella misma, sino
porque en demasiadas ocasiones está en manos de pazguatos. No lo dudéis ni un
momento: si os adentráis en el mundo de Kim Newman descubriréis que un buen
escritor transforma en nuevo todo lo que toca, por más que sus ideas beban en
los más admirados de vuestros clásicos.
NEWMAN, Kim. El
sanguinario Barón Rojo. Traducción de Hernán Sabaté. Barcelona: Timun Mas,
1997. 366 p. (Fantasía Terror). ISBN 84-480-4202-6.
2 comentarios:
Lo conseguí en un saldo hace un montón de años, con la portadaza que entonces se gastaba Timun Más (y que en esos tiempos, casi todo lo de terror que sacaba era de vampiros. Quizá de seguir funcionando hoy explotarían a los zombies cosa mala).
Es muy dinámica, entretenida, y me divirtió mucho el desfile de personajes de la ficción y del mundo real que tenían lugar, hasta el punto en que intentaba localizar a los conocidos. Bueno, en su momento se me pasó lo de Ewers porque no sabía ni quien era. Tendría que releerla a ver si pillo más referencias.
Disfrutarás de la relectura seguro, Renaissance. Pillar las referencias está bien, pero tampoco pasa nada por las que se escapan: ¡se degusta igual! Un saludo y gracias por comentar.
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