Debo a mi buen amigo Enrique Flores el haberme hecho con 17 volúmenes de la colección mexicana Laberinto de novelas de misterio. Relatos criminales que se
mueven entre la novela detectivesca más tradicional (Agatha Christie y Arthur
Conan Doyle como paradigmas) y la más moderna novela negra. En realidad un
terreno de nadie ocupado por narraciones que hoy se corresponderían con series
televisivas tales que Se ha escrito un crimen, Colombo o Monk, por poner ejemplos fáciles de situar. Un tipo de novelas
que saturaron el mercado editorial durante casi los tres primeros tercios del
siglo XX (en su adscripción, asumida, de serie b, o en la clasificada por los
que nunca la leyeron como subliteratura) y que dio obras en verdad mediocres
entre alguna que otra sorpresa extraña y gratificante al máximo (con Harry
Stephen Keeler como su máximo exponente). Un tipo de literatura que no ocultó
nunca su objetivo prioritario de entretener y que fue siempre honesta con el
lector. Aún tiene su mercado, solo que los escritores de hoy que practican el
género publican novelones de 600 páginas en tapa dura y las editoriales y la crítica
nos los pretenden colar como autores de misterio pero así como de calidad.
Vamos, que uno no sabe ya si lo que buscan es entretenernos o distraernos (el
bolsillo, claro).
La
primera que he leído del lote, mala suerte, hay que reconocer que es flojita.
Bueno, vale, bastante mala, pero algunos detalles revela su trama que consiguen
que el libro no se le caiga a uno de las manos y se quede en ese limbo horrible
de lecturas a medio terminar.
Aaron
Marc Stein (1906-1985) creó un par de series (que yo sepa) para cada una de las
cuales utilizó un pseudónimo. Como Hampton Stone escribió las novelas
protagonizadas por el Ayudante del Fiscal del Distrito Gibby Gibson. Bajo el
alias de George Bagby escribió la serie del Inspector Schmidt. Un porrón de
novelas en ambos casos.
Esta que
nos ocupa, de título uno no sabe si terrorífico o de pura coña, Un
cadáver inquieto (The Corpse That Refused to Stay Dead,
1952), es la quinta de la serie del pesao de Gibby Gibson.
Sí
amigos, me apena reconocerlo, pero el protagonista se me antoja un tío coñazo
de cuidado. Ya sé que muchos de estos personajes que se dedican a detectives se
pasan páginas y páginas haciendo preguntas a todo el que respira, pero el
problema no es este. El problema es que Gibby no tiene el más mínimo interés.
En sus pesquisas demuestra una torpeza intelectual notable, hasta el punto de
que el caso lo resuelve antes el lector que el propio detective, y creedme que
para estos misterios soy el tipo más ingenuo y torpe de la tierra. Bueno, hasta
que me he topado con mi amigo Gibby, que debo reconocerle que me hizo sentir
inteligente durante un buen par de horas. Si esta era la intención del autor,
lo felicito de la forma más encendida y sincera. Lo acompaña en sus pesquisas
un compañero de trabajo que nos es presentado como más convencional y tonto,
pero en serio que en los diálogos que mantienen se podrían intercambiar las
frases y no se notaría nada. Porque aquí se encuentra el defecto que creo más
grave de la novela: todos los personajes hablan igual. De unos se nos dice que
son menos espabilados que otros, pero uno lee y todos se antojan una panda de
cretinos sin parangón. Vamos, que en el microcosmos que se nos presenta (ya sabéis:
un grupo de sospechosos reunidos en un mismo lugar, un apartamento enorme
compartido por diversos estudiantes de música y una vieja) es imposible
identificar si no se nos indicara quién demonios es el genio del violín y quién
la que canta ópera con el trasero.
Pero que nadie se venga abajo. Esto es lo malo, pero ya
dije que algún detallito se podía salvar.
Lo primero, el sanote tratamiento
que el autor da al sexo. No es habitual que en una novela de este tipo, y en
esos años, el sexo, y más en concreto el practicarlo así como a lo jipi, sea
visto de forma positiva. No se trata de que el autor incluya escenas de alto
voltaje: es la forma en que describe las relaciones entre los personajes y cómo
deja claro que las restricciones sociales conducen invariablemente al crimen.
Sorprende además cuando al tratar el tema de la mariguana (sic)
se muestra más pacato.
Lo segundo, el ambiente bohemio en
que transcurre la acción, que no deja de resultar divertido por lo alocado y
desastroso que se nos muestra (no sería difícil trasladar la trama a un piso
compartido de estudiantes en pleno 2008).
Una pena que Stone/Stein se pase la
novela de interrogatorio en interrogatorio, la mayoría de ellos inútiles para
el desarrollo de la trama y repetitivos hasta el hastío.
STONE, Hampton. Un cadáver
inquieto. Traducción de Agnes Pierce de Zamora. México, D. F.: Editorial
Cumbre, 1955. 162 p. Laberinto.
9 comentarios:
Me encanta el título original de la novela xD Y haber dicho desde el principio que tenía sexo, pillín, que sólo por eso la novela ya te tenía ganado :P ;)
Y ya que estoy, a ver si quedamos, que nos debemos unas birras... y tengo algo pa ti ;)
No, no: ésta no tenía sexo. La siguiente que me leí del lote sí.
Me gustó más, claro, jeje.
Por fin, actualizas!! se te echaba de menos!
En cuanto a las novelas de misterio, bueno, creo que hay novelas que fuera de su epoca, contexto y lugar pierden un poco pero aun asi merecen la pena. Me compre una coleccion de libritos eroticos de los años cuarenta y aunque eran ingenuos, me lo pase pipa leyendolos.
No vuelvas a escaparte de actualizar eh! a menos que tengas un buen motivo ;-) (como asia argento)
Besos
Hola, Shere. Vaya, gracias. No sé qué decir. La verdad es que no lo he hecho por vaguería. No he tenido ni tranquilidad ni tiempo. Los meses de junio y julio son los peores en mi trabajo: muchas horas (sí, muchas muertas, pero ahí hay que estar...) y (sí, lo confieso) noches demasiado gamberras. ¡No tengo edad ya para estas cosas! ¡Necesito dormir cuando menos cuatro horas seguidas!
Pero bueno, ya he vuelto a mi aburrida vida monacal. ¡La añoraba tanto!
Esta primera novela del lote de misterio fue una lectura flojilla, pero las que llevo del resto están siendo muy estimulantes (no pensar guarradas; sí, va por ti, Breich, juas). Ya iré comentando en el blog, pero es que voy más rápido leyendo que preparando las reseñas.
Es cierto que en algunos momentos resultan algo ingenuas, pero en ocasiones sorprenden por su desfachatez, descaro, liberalidad moral y, por qué no, en el caso del excelente Erle Stanley Gardner (el creador de Perry Mason) por sus inteligentes tramas y su fabulosa creación de personajes. Es un prodigio lo de este tipo.
Una de sus novelas, que ya comentaré, creo que además te hubiera gustado a ti en especial: mostraba un erotismo soterrado y unas descripciones que, de seguro, te encantarían (y sí, como dices, muy ingenuas... ¡pero qué efectivas, demonios!). Y divertidísimas (a propósito, no porque el tiempo las haya envejecido). Gardner la firmó con seudónimo. Se comprende, el muy guarri.
¡Abrazos!
P. D.: Breich, si quieres te la paso, pillastre. El título, otra genialidad del doble sentido: "Algunas mujeres NO esperan". Así, destacando a lo bestia el no en la portada.
Esos tomos me recuerdan raramente a los de Keeler, sí. A mi la que me ha llamado poderosamente mi vil y retorcida atención ha sido la de "El caso de la ninfa negligente". Jjejeje. ¿En esa no se ha fijado Breich?
Se te echaba de menos, tío. Todos los julios del calendario desaparece sin dejar rastro.
Un abrazo.
Amigo pesanervios:
Estos libros de la colección Laberinto son idénticos en apariencia a los que la editorial Reus editaba de Keeler. ¡Totalmente!
"El caso de la ninfa negligente" (es verdad que es un título genial), que me leí justo ayer, es por el momento la aventura de Perry Mason más floja que he leído. Aun así, es una lectura excelente y el inicio, con una jovenzuela surgiendo de las olas desnuda en plena noche... ¡con una mochila de plástico impermeable a la espalda!, pues eso, el inicio promete, aunque luego se disuelva en parte. Pero de verdad que recomiendo con fervor las novelas de Stanley Gardner.
Pues nada, a mandar
Vaya compra más guuuapa. Se salen los libros. Y por las tres entradas que acabo de leer tiene que ser una maravilla.
Graicas Llosef
Si te puedes pasar por la cuesta de Moyano igual encuentras algún título de la colección. A un euro el ejemplar merece la pena arriesgarse a que alguno no esté muy allá, pero de los seis o siete que llevo leídos sólo éste de Hampton me ha parecido malo.
Y gracias a ti, des, por leer y dejar un comentario.
¡Saludos!
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