Pierre Souvestre
(1874-1914) y su secretario Marcel Allain (1885-1969) escribían en revistas
automovilísticas haciendo recensiones de coches y camiones. Les unió la
increíble velocidad con la que eran capaces de redactar un puñado de páginas en
pocas horas y, ¡zas!, tenerlas listas para la imprenta. En los huecos que dejó
un anuncio en una de estas revistas comenzaron a escribir un folletín por
entregas que tuvo un sorprendente éxito. Animados por esto, se lanzaron a
escribir más historias. En poco tiempo lograron hacerse un nombre y un editor
les encargó cinco novelas de temática fantástica. Tras probar con varios
títulos, al final optaron por el de Fantomas (Fantômas en el original). El
éxito de la primera novela, publicada en 1911, fue arrollador, sumado poco tiempo después al de las
cinco películas en forma de serial dirigidas por Louis Feuillade entre 1913 y
1914. Fue tal la demanda de obras con Fantomas de protagonista que Souvestre y
Allain, para ir más deprisa, dejaron de escribirlas para pasar a dictarlas. Había
nacido un mito.
Fue sorprendente que
esta acogida espectacular no se limitara a los habituales lectores de
folletines, sino que los ambientes literarios más cultos y elitistas se
proclamaron rendidos fans, siendo el caso más llamativo el de Guillaume Apollinaire,
que llegó a fundar la Sociedad de Amigos de Fantomas en 1912. Pero bueno, todo
esto, con mayores detalles y mejor explicado, lo podéis leer en el prólogo de
John Ashbery a esta edición. Ashbery nos deja una lista de escritores que en
algún momento declararon su admiración por Fantomas que no puedo dejar de reproducir
porque quita el aliento: Jean Cocteau, Max Jacob, Blaise Cendrars, Robert
Desnos, Louis Aragon, Colette, Antoinette Peské, Raymond Queneau, Pablo Neruda
y el citado Apollinaire. Los surrealistas se proclamaron en masa admiradores
entregados, aunque no fueron los únicos. También hubo pintores que se rindieron
a la poesía folletinesca de Fantomas: Picasso, Magritte, Juan Gris… En fin, con
este plantel cualquiera dice que no le gusta la novela. Aunque leyéndola uno
comprende la locura que a todos les dio. Llegó a todos los estamentos y clases
de la sociedad francesa de la época. Hoy día conserva toda su fuerza y su
arrollador sentido del misterio y la aventura.
La novela Fantomas (Fantômas) ya comienza con nuestro héroe del mal convertido en el
rey del crimen. Todos hablan de él y lo temen. Juve, inspector de la Sûreté, es
el enemigo jurado de Fantomas. Ha jurado perseguirlo por siempre hasta
detenerlo. Y siempre, como niebla, la figura fantasmal de Fantomas se le
escurrirá ante su vista. Juve es tan inteligente como Fantomas, pero este
siempre va un paso por delante para desesperación del inspector. Fijaos cómo
describe Juve, un personaje tan apasionante como su perseguido Fantomas, lo
cual hace que todo el tiempo que la novela no está protagonizada por este se lea
con igual avidez, la relación con su némesis:
“-Nadie me ha acusado
nunca de miedoso, señor De Presles. He visto la muerte de cerca. Bandas enteras
de malhechores me han jurado la muerte. Me amenazan espantosas venganzas. ¡Pues
bien! Todo eso me resulta indiferente. Pero cuando me hablan de Fantomas,
cuando creo adivinar en algún caso la intervención de este genio del crimen…
pues me pongo nervioso. ¡Yo!... ¡Juve! Tengo miedo porque Fantomas es un ser
contra el cual no se puede luchar con los medios normales, porque tiene una
audacia desmedida, un poder incalculable… porque, en fin, señor De Presles,
todas las personas a las que he visto luchar contra Fantomas, mis amigos, mis
colegas, mis jefes, todos, ¿me oye?, todos han quedado afectados… Fantomas
existe, lo sé, pero ¿quién es? Del mismo modo que se desafía un peligro que se
puede calibrar, uno se queda temblando ante un peligro que se adivina pero no
se ve.” (p. 77) ¡Y si Juve se queda temblando imaginad nosotros, indefensos
lectores!
Uno de los momentos más
intensos de la novela, tanto es así que sería el elegido para abrir el serial
de Feuillade, es el alucinante robo a la princesa Sonia Danidoff en el hotel
Royal-Palace. Una escena plena de tensión y erotismo explícito: la princesa
está bañándose cuando el pillastre de Fantomas, disfrazado cómo no, pues por
algo además de genio del crimen es genio del disfraz, decide entrar a robar y
mantener de paso una conversación con ella. La huida de Fantomas del hotel es
fantástica. Lo genial no está en el hecho en sí, sino en cómo los autores no
ofrecen un segundo de respiro al lector. La acción se sucede a velocidad de
vértigo pero sin atropellarse: todo es fruto de la magistral habilidad de
Fantomas. Observamos sus actos fascinados por su desvergüenza, su sentido del
humor y en la, en todo momento, sensación de peligro que desprende su
presencia. Desfachatez y arrojo, tan simpático como despiadado sembrando el
caos en el hotel de lujo. Y la elegante despedida final, esa tarjeta en blanco
que deja a la princesa y que, cuando todo parece haber terminado, en ella
comienzan a formarse unas letras que componen una sola palabra, un nombre que
es una firma siniestra: ¡Fantomas!
Folletín de crímenes en
estado puro, no retrocede ante la descripción de los asesinatos más
truculentos. Es la atracción del horror, la fascinación del mal. No es de
extrañar su éxito popular ni que este llegara, como hemos comentado, hasta los
representantes de la más alta cultura pasando por la intelectualidad más
radical. Hay libros que son como la misma muerte: nos igualan a todos.
En sus páginas se nos
presenta un París casi mítico plagado de crímenes imposibles y peligros sin
cuento. Ante el horror cotidiano nada mejor que convertirlo en objeto de
leyenda. Quizás esta sea una de las claves de la fascinación que ejerció en los
lectores de la época. Más aún hoy día, pues el tiempo multiplica y fortalece este
carácter. Una ciudad llena de crímenes y aventuras en la cual la emoción de que
lo increíble puede suceder en cualquier momento insufla vida a la gris
cotidianidad.
Tampoco debemos
descartar el placer que provocaba a las clases populares, principales
seguidoras de las aventuras de Fantomas, ver cómo el genio del crimen hacía
víctima de sus delitos a princesas, ricachones y burgueses. No le tiembla el
pulso ni cuando, para llevar adelante uno de sus delirantes planes, hace
estallar por los aires un barco con cientos de pasajeros matándolos a todos.
Placer este que podemos sentir con idéntica fuerza los lectores de hoy.
Fantomas es un héroe anarquista en sus actos, aunque sus motivaciones son bien
distintas. Su romanticismo no está adornado con causas nobles: es el del mal
por el mal.
A partir del robo en el
hotel la acción se dispara. Estamos casi en la mitad de la novela y al fin
Fantomas se muestra en todo su esplendor. Eso sí, nunca de manera directa, sino
a través de su colección de increíbles disfraces que deja al mismísimo
Mortadelo a la altura de un aprendiz torpe. La locura se multiplica porque
Juve, para atraparlo, también se disfraza, así que el lector se pasa todo el
tiempo tratando de adivinar quién es quién. ¡Pero no somos los únicos,
demonios! Si hasta dos de nuestros héroes masculinos tendrán un amago de
escarceo amoroso escondidos tras sus disfraces, uno de hombre y otro de mujer,
en uno de los momentos más brillantes de la novela.
No falta ni la dulce
joven huérfana en peligro, tipo de personaje que se creara en la lejana novela
gótica y que tanta aceptación tendría en el folletín, Thérèse, cuya abuela, su
único pariente, es asesinada de forma brutal nada más comenzar el libro. Ni
tampoco falta una alucinante pelea en una taberna patibularia, los bajos fondos
de París descritos con crudeza dentro de la emoción de la aventura. Y es que
aquí ya es un caos de personajes disfrazados a los que identificar. El juego
enloquece y es apasionante.
Vamos conociendo a
diversos personajes que formarán la galería protagónica del resto de las 31
novelas de la serie. Así Lady Beltham y Jérôme Fandor, la amante de Fantomas y
un intrépido reportero que se unirá a Juve en la caza implacable de nuestro
antihéroe, respectivamente. Y los crímenes se suceden sin descanso, algunos
increíbles como el que acontece en un tren, pero este tan alucinante y bien
llevado en su emoción y sensación de peligro que deja sin aliento.
Souvestre y Allain
exprimen con maestría su truco de dejar que las acciones se sucedan trepidantes
y no indicar quién las protagoniza. Se lee acuciado por lo emocionante de la aventura,
pero también por el deseo de saber por qué y, sobre todo, quién es el
protagonista en ese momento. Incluso hay ocasiones en que se sabe… ¡pero no
quién se oculta tras el disfraz! La confusión como motor de la emoción.
El golpe de efecto
final es increíble pero está narrado con tal precisión que nos lleva a
considerar inevitable lo que está ocurriendo. Toda una espiral de horror que
culmina con la detallada descripción de una ejecución en la guillotina. Cómo se
desarrolla la delirante trama, cómo los curiosos se acercan a contemplar la
horrible decapitación tal y como si acudieran a una fiesta, un espectáculo
circense que culminará con la muerte de un hombre. El hecho de que el lector
esté en este tramo final por primera vez por delante de los personajes crea un
terrible suspense, una sensación de atroz predestinación que nada podrá
detener. Ni el mismo Juve podrá intervenir a tiempo pues su soberbia y
magnífica inteligencia va, una vez más, un paso por detrás de la de Fantomas.
Lo justo para que este resulte, la primera de muchas veces, vencedor.
Este excelente clímax
será el que se repetirá en las siguientes novelas pues Fantomas es un malvado
que siempre burlará a la muerte y a sus perseguidores en el último momento.
Imposible de atrapar, esquivo, casi inhumano en sus increíbles capacidades. Una
leyenda que aún hoy mantiene intacto todo su mágico poder, todo su fascinante
magnetismo.
SOUVESTRE, Pierre;
ALLAIN, Marcel. Fantomas. Traducción de Mª José Furió; prólogo de John Ashbery.
1ª ed. Barcelona: Mondadori, 2000. 323 p. Literatura Mondadori; 114. ISBN
84-397-0185-3.
10 comentarios:
No descartéis en absoluto que Alan Moore se basara en Fantomas para dar vida a V de Vendetta.
Tienen mucho en común
¡Hola madpundit, gracias por comentar! Hay personajes a los que es imposible no relacionarlos con Fantomas. Aunque yo creo en el caso de V sí que hay claras diferencias. A la hora de sembrar el caos se parecen, sí, pero como digo en el comentario "Fantomas es un héroe anarquista en sus actos, aunque sus motivaciones son bien distintas. Su romanticismo no está adornado con causas nobles: es el del mal por el mal". En esto es radicalmente distinto a V, que sí tiene un objetivo: destruir el sistema establecido para que haya un cambio en la sociedad enferma. A Fantomas la sociedad le importa un rábano: si roba a los ricos es porque ellos tienen el dinero. Fantomas hace volar por los aires un barco con toda su tripulación tan solo para que den por muerta a una de sus personalidades ficticias, nada de cambio ni revolución social. Eso sí: la imagen de un enmascarado sembrando el caos sí que pudo inspirar o al menos ser tenida en cuenta por Moore.
Quizá el personaje de cómic que más claramente nace de Fantomas sea Diabolik, este también un criminal sin escrúpulos con un enemigo que lo persigue sin descanso (Ginko, que correspondería al personaje Juve en Fantomas) y una enamorada ante la que muestra algo de corazón (Eva Kant, Lady Beltham en Fantomas).
Dónde habrá quedado el género del folletín ("Hay libros que son como la misma muerte: nos igualan a todos", me ha encantado la frase!)? Por qué se ha abandonado esa escritura rápida, dinámica, en torrente, y esos libros de a duro para el consumo cotidiano? Hoy en día se echa de menos a Fantomas!
¡Ay, Princesa! Hoy tenemos tochacos de 700 páginas a 30 euracos con temáticas insufribles. Todos hablan de que lo folletinesco ha encontrado su relevo en la televisión, y quizá sea verdad, pero NO es lo mismo.
Fantomas es una de esas maravillas de folletín en las que, por desgracia, aun permanezco virgen. ¡Que buena la anécdota Apollinaire! Nunca lo hubiera imaginado, aunque sin duda era un hombre de buen gusto y cachondo como él solo XD
Un saludo y un brindis por un reportaje excelente.
¡Gracias Wolfville! Debería usted darle una oportunidad a Fantomas, que seguro que lo iba a disfrutar. Apollinaire era, como indicas, alguien con un sentido del humor admirable. Su defensa de Fantomas era sincera, pero quizá tuviera también algo de provocador, ¿no? Nada mejor para echar en cara a la Academia Francesa que loar tu admiración por Fantomas, jajaja.
¡Bien respondido Llosef! Mi conocimiento es escaso, pero veo que sé dónde acudir para ampliarlo.
¡Gracias!
Jajaja, madpundit, ha sido un poco de suerte: esta me la sabía, más o menos...
Gracias:
http://liumistraducciones.wordpress.com/2009/12/28/fantomas-de-pierre-souvestre-marcel-allain/
¡Gracias a ti, María José!
Yo no sé apreciar si es una buena traducción o no, solo sé que gracias a tu trabajo hemos podido disfrutar de esta fantástica novela, así que quienes debemos estar agradecidos somos nosotros, los lectores, a ti.
¡Un saludo y gracias por comentar y enlazarnos!
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