martes, mayo 29, 2012

La investigación, de Stanislaw Lem (1958)


En la Inglaterra de los años 50 los muertos deciden ponerse en pie y comenzar a caminar. Poco y mal, eso sí, que para algo estamos en una novela del polaco Stanislaw Lem (1921-2006) y no en otra más de esa legión de engendros que ahora mismo, peores que los zombis que las protagonizan ellos mismos, se reproducen en las librerías, en internet, en la televisión y a la que te descuidas hasta en el salón de tu casa. Lem funde en esta novela relato criminal, crisis metafísica, tíos raros a cada tres páginas y ambiente kafkiano a mansalva. A mi gusto nada de ello bien, pero a ratos nada mal.

Lem comenzó a escribir La investigación (Sledztwo, 1958) sin tener ni idea de qué iba a contar ni cómo desarrollaría la trama. Una huida hacia adelante que nunca terminó de encontrar el norte. Sí, ya lo sé, que Lem es muy inteligente y escribe muy bien y etc., y gracias a esto la primera mitad, más o menos, de la novela se lee de manera apasionada y con verdadero placer. Lo malo es que se le atasca y comienza a dar vueltas sobre sí misma, los personajes se ponen a hablar unos con otros sin parar de cosas que no nos importan lo más mínimo y, por mucho que intente disimularlo con parrafadas intelectualoides, en el fondo se nota demasiado que se le perdió la brújula y fue el piloto automático lo que le permitió llegar al final. Como relato criminal resulta confuso y las explicaciones que se van ofreciendo son en muchos casos irrisorias. Como relato de conversaciones así como metafísicas y profundas pues casi que lo mismo (aunque tratándose de Lem nadie se atreverá a decirlo), siendo en el apartado “quiero ser como Franz Kafka” donde Lem consigue algunas de las mejores páginas de este libro, sobre todo aquellas en las que se nos cuentan las noches en vela del protagonista, el detective de Scotland Yard Gregory. La mansión en la cual se aloja invadida por la noche y conmovida por ruidos inexplicables genera uno de los momentos más increíbles y alucinatorios de la novela, el de Gregory escuchando a través de la pared de su dormitorio los ruidos provenientes de la habitación de su casero: un fragmento que por sí solo conformaría un excelente relato de terror. El problema es que dentro del conjunto cada vez que aparecen el casero y su no menos imposible esposa la sensación de que estamos en el interior de un libro diferente es poderosa. 

El meollo de La investigación no es tanto el caso que se está investigando, que pronto pasa a un segundo plano, sino más bien cómo al final Gregory se enfrenta a sus problemas e intenta dar luz a lo que no la tiene. Por esto todas esas palabras con el prefijo meta que encontraréis en las críticas de este libro. Gregory es analítico y observador, pero su carácter dubitativo y débil le imposibilita obtener conclusiones, ni tan siquiera muestra la fuerza necesaria para comenzar a defender alguna cuando de manera vaga comienzan a formarse en su mente. Lo ve todo, lo observa todo, pero está ciego. Tiene ante sí todos los datos, pero es incapaz de ir más allá y se deja guiar por su instinto. Este no es su terreno y duda, titubea y no avanza. Solo da vueltas alrededor de una idea y se aferra a ella sin creer que sea la solución correcta, o quizá sin querer creerlo. Es un observador nato que cuando quiere actuar no sabe cómo hacerlo. Al final hasta elude sus funciones como policía evitando acudir personalmente a los lugares donde se descubren nuevos cadáveres. Él mismo podría ser uno de esos muertos que se levantan y se ponen a caminar sin saber por qué, por inercia, porque la vida le impide seguir tumbado en su ataúd.

Vericuetos, meandros y detalles jalonan la historia que parece dar vueltas, como ya he comentado, más alrededor del mundo extraño que se desenvuelve entre la penumbra que rodea a Gregory que del caso que investiga. Este podría ser uno más de los acontecimientos inexplicables que pueblan su existencia, una pesadilla vívida en la que camina como avanzando a través de un muro de melaza.

Por ahí, de vez en cuando, asoman algunas constantes temáticas de Lem, como su ya clásica teoría de la imposibilidad de contacto con vida extraterrestre debido a la natural incomprensión con los humanos (y viceversa), pero de una manera tímida y entremezclada con otras ideas que más que aclarar la historia la oscurecen. Por momentos se le nota demasiado que está improvisando sobre la marcha y nos suelta lo primero que se le ocurre para explicar los extrañísimos acontecimientos a los que se enfrenta el kafkiano inspector Gregory. De ahí la sensación de que no explica nada cuando en realidad lo que hace es explicar demasiado enredándose sin solución.

Grandes momentos aislados ayudan a apreciar esta novela, que por fallida acaba resultando más que simpática tratándose de un escritor al que admiramos y queremos tanto como Stanislaw Lem.

LEM, Stanislaw. La investigación. Traducción de Joanna Orzechowska. 1ª ed. Madrid: Impedimenta, 2011. 242 p. ISBN 978-84-15130-10-9.  

11 comentarios:

El Abuelito dijo...

"Como relato criminal resulta confuso y las explicaciones que se van ofreciendo son en muchos casos irrisorias. Como relato de conversaciones así como metafísicas y profundas pues casi que lo mismo": exactamente lo mismo me pareció a mí cuando hace treinta años lo leí en la colección Libro Amigo de Bruguera... solo que entonces declarar algo así era herejía condenada entre los jóvenes lectores...

Llosef dijo...

Jajaja, igual ahora ocurre un poco lo mismo, Abuelito, ¿no? Tampoco pasa nada por decir que aquí Lem no atinó ni a tiros. Bueno, igual alguno se escandaliza, pero seguro que el mismo Lem sería precisamente eso lo que afearía: que lo tomaran por un dios infalible.

WOLFVILLE dijo...

La verdad es que me pasa un poco como a ti. Este libro me resultó muy disfrutable, pero la verdad es que el gafapastismo inherente a Lem se vio muy amplificado en algunas partes de este libro, que se me hicieron algo cuesta arriba. Aun así no guardo mal recuerdo.

Un saludo!!!

Llosef dijo...

Tú lo has dicho, Wolfville. Aunque... Bueno, la verdad es que no sé qué hacer: hace siglos que llevo gafas de pasta, jajaja, pero con el significado que le dan ahora a eso... También lo digo desde ya: JAMÁS volveré a las monturas metálicas. Así que tendré que vivir en esta insufrible dicotomía, jajaja. ¡Un saludo!

Anónimo dijo...

Casos como este me devuelven la fe en el género humano: hasta los más grandes pierden el norte! Todavía hay esperanza para nosotros!

Por cierto, también yo pertenezco a esa raza miope cuya más peculiar y distinguible característca es el uso gafas de pasta. Peculiar hermandad la nuestra!

Llosef dijo...

Jajaja, claro que sí, Princesa, alguna opción aún nos queda.

Todo esto de gafapasta (corregidme si me equivoco) viene del mundo del cómic, en el cual los gafapastas serían los seguidores de los cómics así como considerados más serios y cultos, y los pijameros, los seguidores de los cómics de superhéroes. A mí como me gustan por igual los cómics de la Patrulla X que las historietas de Daniel Clowes, se me antoja una diferenciación que me es ajena. Por extensión, se aplica también a los libros y las películas. Lo único que puedo decir es que me cansa la pedantería de los gafapastas estos pero también me agota la pleitesía continua a la estupidez del "bando" opuesto. En fin, lo de siempre: imposible estar a gusto con alguien...

Richard Shelton dijo...

Los fans de Lem te hubieran calificado de hereje por tu escrito como si creyeran que un autor fuera o es intocable.

A unos les gusta Lem y a otros les parece árido.

Concuerdo contigo:
La petulancia intelctual en cualquier tema es tan insoportable.

A veces prefiero hablar con gente que no ha ido a la universidad o no se las da de tan leída o simplemente que se puede conversar hasta de lo intrascendente con ella y no te van a comer vivo si hay desacuerdos u opiniones distintas.

No me gusta como definen a los que usamos gafas ya que todos no tenemos los mismos gustos y aficiones.

Saludos

Llosef dijo...

Jajaja, seguro que hay muchos seguidores fieles de Lem que piensan lo mismo de "La investigación".

Lo de gafapasta, Black, se utiliza más bien como un adjetivo o una forma de identificar a cierto tipo de intelectual vacuo y apegado a la moda, no a los que las llevan. De hecho, hay pijameros con gafas de pasta. También hay pijameros que hablan y escriben acerca de los cómics de superhéroes igualito que los gafapastas lo hacen de sus tonterías moderniquis. Pero vamos, son acepciones que a mí no me convencen mucho. Ya dije que yo tengo mucho, de lo malo, por supuesto, de ambos grupos...

Libros de Salvador Bayarri dijo...

Totalmente en desacuerdo con la opinión sobre este libro, seguramente porque no se ha comprendido la intención de Lem, que es precisamente subvertir las convenciones clásicas de la novela de detectives. Los meandros se deben precisamente a la intención de mostrar que la falta de un culpable y un motivo descoloca totalmente el razonamiento policial, que tiene que sustituirse por una investigación estadística que propone simplemente modelos matemáticos (¿en qué novela policíaca se dan dos explicaciones alternativas a un fenómeno, como en ésta?).
Por tanto, La Investigación no debe leerse como una novela policíaca al uso, al igual que La Fiebre del Heno, sino como otra indagación de Lem en los límites del conocimiento humano, como una metáfora de la investigación científica tratando de hacer modelos y dar explicaciones a la naturaleza.

Llosef dijo...

Lo siento, desde cualquier punto de vista me parece una novela aburridísima y deslavazada. Son más que interesantes estas explicaciones que nos das, justifican el por qué de la novela, aunque para nada su excelencia. Entiendo que para muchos descubrir su intríngulis sea lo que mole, pero el desarrollo del puzzle es insustancial.

Ramon dijo...

A mí ya desde el segundo capítulo y hasta el final se me hizo simple y llanamente insufrible. La acabé de leer porque eran sólo 200 páginas y por una mera cuestión de honrilla personal, pero ojalá hubiese leído tu reseña antes de empezar a leerla, eso que me habría ahorrado...