Bueno, con un poco de retraso os traigo hoy mi comentario para El antepenúltimo mohicano a la excesiva película Madame Satán (Madam Satan), dirigida por Cecil B. DeMille en el año 1930. Un delirio cargante a ratos pero con momentos de verdad deliciosos si uno se abstrae de la algo tontuela trama. No es difícil, ¿eh? Confieso que aquellos que amamos el cine del primer lustro de los años 30 jugamos con ventaja: ¡es tan fácil amar estas locuras! Puedes leer el comentario siguiendo el enlace
Kay Johnson de abnegada esposa a satánica majestad. Tampoco resultará tan diabólica al final, pero con ese vestido a lo Catwoman nos empiezan a gustar hasta sus expresiones más lánguidas.
Lillian Roth (ella sí que eligió en la vida real el camino de Satán, el de verdad, no ese del que presumís seguir todos) y Kay Johnson enfrentadas por el amor de un chulito de playa. En eso DeMille sabía ceñirse a la realidad. Lo que ya no es tan real es que casi siempre que se enfrentan parece que la ropa se la han dejado en otra parte.
Desde el momento en que la acción se traslada a una enloquecida fiesta en un zepelín la fiebre visual se dispara. El primer número musical en la aeronave nos muestra a la electricidad y después a toda una máquina con sus engranajes, tuercas y mecanismos humanos. Uno no acierta a saber si estamos ante un espectáculo de vanguardia radical o bien ante un delirio kitsch. Quizá lo cierto es que las dos aseveraciones sean correctas.
La tripulación del zepelín luce un vestuario a juego con los disfraces que llevan los invitados a la fiesta. Fijaos bien porque como esto lo vea alguno de esos modistos de renombre ya tenemos línea de otoño-invierno al canto. Como ni harán por mirarlo, ya les vamos avisando de que este maravilloso vestuario fue fruto del genio de la moda Adrian. Bueno, lo de genio lo digo sin tener ni idea de si en verdad lo fue, pero desde luego por esta película a mí ya me lo parece. Y encima ayudado por el gigantesco Mitchell Leisen en la dirección artística. ¡Imposible que saliera algo normal!
Aunque muy breve, el momento de las camareras montadas en unos mini zepelines es uno de los más chocantes. Y uno de mis favoritos.
No os perdáis este videoclip que os enlazo de los geniales The Residents: igual me volví definitivamente loco, pero no pude evitar acordarme de él en ese instante.
Las imágenes del zepelín recortado en la noche de la ciudad y después abatido por la tormenta son de las más hermosas de la película. Nada, nada, desde La décima víctima la recomendamos absolutamente. Ya sabías dónde te metías, ¿no?
4 comentarios:
Uf, qué fotografías, qué vestidos, qué todo! Los delirios vanguardistas son mis favoritos, y más si suceden en un zepelín! Cuántos magníficos descubrimientos para un solo verano!
Podrá gustar más o menos, pero qué bien lo pasaríamos comentándola, jajaja.
Una maravilla delirante, un placer inigualable para el ojo, por más que ese argumento de "esposa reconquista esposo" sea tonto: no es sino excusa para desplegar semejente derroche visual...¡Viva De Mille!
¡Todo un maravilloso delirio! Nada, nada Abuelito, lo grito con usted: ¡¡¡Viva DeMille!!! ¡¡¡Viva!!!
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