Escrita al parecer en un momento de
crisis o dudas creativas, Un rey sin
diversión (1946) es la primera de la serie de novelas que el escritor
francés Jean Giono (1895-1970) denominó como Crónicas. Nunca había leído nada de él, y aunque me atraen más las
obras de su Ciclo del húsar, pues
basta que uno lo desee así para que empiece por el sitio contrario, que no
equivocado. El resultado ha sido una lectura apasionada a ratos, por momentos
algo aburrida, pero siempre agradable y sencilla. Vamos, que te la lees de un
tirón en una tarde.
Es una novela que en realidad son tres,
o una dividida en tres tramos temporales distintos de la vida de un pueblo, sus
habitantes y el capitán de la policía Langlois. Cada una con un narrador
distinto y con un tono entre poético en sus descripciones y frío en el relato,
pues por algo adopta el sobrenombre de Crónicas:
de eso se trata, de mantener un tono desapasionado y frío para narrar historias
que para nada te harán sentir así. Al menos mientras, en mi opinión, ojo, esto
no lo tendría ni que aclarar pero por si acaso, la novela funciona a la
perfección.
En el primer tramo de la novela
asistimos a un relato de crímenes. Un misterioso asesino hace estragos en un
desolado pueblo de una región francesa perdido entre agrestes montañas y
sepultado entre la nieve. La atmósfera que Giono consigue impregnar a la
historia es de una fuerza sobrenatural, casi tanto como esa naturaleza salvaje
e inconquistable que tan bien sabe trasmitirnos desde sus páginas. El momento
en que uno de los personajes comienza a seguir al asesino sin que este se
percate de su presencia a través de un paisaje desolado es uno de los momentos
más poderosos y magníficos del libro.
Como he indicado, no llevamos ni un
tercio del volumen cuando la historia del asesino llega a su fin y se pasa a otra
con los mismos protagonistas. Salvo los muertos y el asesino, se entiende. Si
la acción comienza a desarrollarse en 1843 y es narrada por una voz actual,
esto irá cambiando a lo largo del relato. En el segundo tramo la acción se
desarrolla unos años después, cuando Langlois vuelve para quedarse en el pueblo
donde se desarrolló el caso del asesino. Pero ahora ya no es un gendarme: es
comandante de montería de lobos.
De esta segunda historia, que Giono sabe
engarzar de manera magistral a la anterior de manera que parece que todo
continúa cuando en realidad hemos dado un salto importante, muchos destacan las
páginas que Giono dedica al caballo de Langlois. Casi podría considerarse un
relato breve dentro de una narración mayor, pero por eso mismo Giono definió
esta novela como Crónica. Este relato
gustará a todos los que se sientan un poco perdidos ante el estilo y la forma
de narrar de Giono: encontrarán aquí algo a lo que aferrarse, una narración
agradable de leer, sin duda la más amable y divertida del libro, con un
carácter entrañable que a mí es la que me ha resultado más ajena.
Cuando las aventuras de este Platero al
que todos aman tocan a su fin comienza el que para mí es el segundo gran
momento de la novela: la caza del lobo, la gran batida que reunirá a un grupo
numeroso de hombres (y dos mujeres que valen lo que casi todos ellos juntos) en
una persecución, otra más, que dará como fruto algunos de los mejores momentos
de la novela. Los silencios, la blancura, el frío, el sentirse perdido y solo
entre las enormes extensiones de los bosques y las montañas… Giono consigue
estremecer con estas sensaciones. La batida de caza podría durar años, que
nosotros seguiríamos leyendo embobados. Porque aquí lo importante no es lo que
pasa, que también, sino cómo nos lo cuenta el autor que nos embelesa con su
ritmo y sus palabras.
Y entonces llegamos al tercer tramo,
ambientado años después, narrado por otro personaje de la novela, la ex
prostituta Salchicha, dueña del Café de la Carretera del pueblo que
coprotagoniza la historia. Y a mi gusto el peor con diferencia, el más aburrido
y en el que Giono, es verdad, realiza todo un brillante esfuerzo narrativo por
llevarnos hasta el final sin respiro con su prosa brillantísima sin darnos tiempo a pensar. Y
es verdad que esa descripción de una mesa recién puesta como si fuera un mar
cristalino y esplendente quita el aliento, pero no se mantiene todo el tiempo
ese nivel. Ya sabemos el truco de Giono a estas alturas: revelarnos lo mínimo
para que sigamos leyendo deseando saber a dónde nos lleva todo, pero en esta
ocasión el camino se hace largo por muy doradas que sean sus baldosas y el
desenlace no está a la altura.
ATENCIÓN: en el párrafo final comento algo que si no has leído la novela y piensas hacerlo, de seguro no querrás conocer aún. ¡Avisado estás, caminante!
En Un
rey sin diversión el esquivo Langlois mata a tres animales, a tres bestias
bien distintas, pero bestias a fin de cuentas: una que lo es por degeneración y
maldad humanas; otra porque es un depredador por naturaleza, no es consciente
ni del bien ni del mal, solo es un lobo hambriento y solitario; y la tercera
porque, así se afirma en más de una ocasión, aunque no es una bestia como el
asesino bien podría serlo. La fascinación por la sangre no deja de ser
fascinación por muy hermosa que refulja sobre la nieve.
GIONO, Jean. Un rey sin diversión.
Introducción y traducción de Isabel Núñez. Madrid: Impedimenta, 2011. 216 p.
ISBN 978-84-15130-22-2.
3 comentarios:
Pues a mí al menos me han entrado ganas de leerlo... y la del Húsar también...
Me abstendré de leer ese último párrafo, jeje. Le regale a mi hermano este libro por su cumple y probablemente se lo acabe pidiendo más adelante. Sin duda me pareció interesante, como todo lo que publica Impedimenta. ¡Loor y gloria a ella!
Es una gozada de lectura, y aunque hay partes que no me atraparon las que sí lo hicieron me parecieron geniales. Yo voy a leer más libros suyos, seguro...
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