jueves, octubre 09, 2014

Hotel Infierno (1981), de Adam Surray



“Nicholas Grahame nunca fue un individuo atractivo.
Tenía los ojos demasiado saltones. Unos ojos de sapo adornados con unas cejas muy pobladas y negras. La frente abombada. Como si hubiera recibido un martillazo en ella. Pelo escaso. Tirando a semicalvo. De ahí que sus grandes orejas destacaran poderosamente.
No.
Nicholas Grahame no era atractivo.
Y ahora, en aquella caja de madera, lo resultaba menos.
Estaba muerto.” (p. 5)

Resulta del todo imposible que semejante comienzo para una novela no me resulte atractivo. Aunque nuestro admirado Adam Surray (sobrenombre de José López García) ofrece en esta ocasión sus galas más recortadas a lo Joseph Berna, la efectividad de su golpe macabro inicial es fantástico. Nicholas Grahame nos es presentado en el día de su triste y solitario funeral. Sólo su socio Walter Lemon le hace compañía en tan luctuosos momentos, y no muestra muchas ganas de estar con él. Eran socios de un serpentarium instalado en un destartalado edificio de tres plantas por el que Arthur Driscoll, el administrador de un gran hotel, ha hecho una oferta de compra que será efectiva justo al día siguiente al del entierro. El bueno de Lemon, ya en su deslucida casa cohabitada por toda clase de especies de serpientes en sus urnas, recuerda lo mal tipo que era su poco agraciado compañero de negocios. ¡Vaya elemento! Mejor que esté muerto y bien muerto. Pero Lemon apenas si ha podido dar un primer trago de güisqui en libertad cuando un visitante inesperado le interpela desde el sillón donde permanecía oculto. Y sí, habéis acertado: ¡se trata del mismo Nicholas Grahame de cuerpo presente! Pero ojo, que no está vivo. O eso le cuenta al estupefacto Lemon. El caso es que lo han mandado al infierno al morir, pero lo han echado porque no había plaza para él. Con semejante arranque no sé vosotros, pero yo ya estaba disfrutando como un poseso con este Hotel Infierno.

Surray continúa su relato fundiendo lo macabro y un humor negro desatado con una sencillez que no nos puede resultar más entrañable. Así, nos enteramos de que el malvado Grahame, ése al que no quieren ni en el infierno, ha sido reclutado por el mismo Lucifer para seleccionar almas, reclutarlas para, atención, hacerlas trabajar de albañiles en una nueva construcción del infierno para hacer sitio, que la cosa está apurada de espacio, ya lo vimos. Esto nos lleva a pensar para qué demonios, nunca mejor dicho, necesitan reclutar más condenados si ya sobran, pero dejemos esta cuestión en el aire mefítico de la nada y volvamos a este edificio infernal cuyos planos ha realizado Satanás, también arquitecto además de Príncipe del Mal al parecer, y que ha sido nombrado con el rimbombante título de Círculo de las Eternas Sombras: “Un nuevo círculo del infierno que jamás será colmado.” (p. 15)

Grahame tiene tres días para sembrar el caos en la Tierra, tiempo que es el que se demorará la construcción de este nuevo lugar de castigo infernal que superará todo lo visto hasta ahora en el infierno, y hasta puede ser premiado, cosa que Lemon no duda ni por un instante que su socio conseguirá, por su trabajo y pasar de ser un condenado de a pie y grillete a espíritu infernal de pro, además de guardián y castigador en el Círculo de marras. Las referencias a Dante, por descontado, se suceden. Siempre indicando, con toda la alegría del mundo, que el pobre bardo italiano se quedó corto en sus descripciones… Grahame se dispone a desatar el horror en el hotel cuyos dueños lo son ya también de su serpentarium, que para algo en su retorno del averno se ha traído consigo un montón de maléficos súper poderes. Y así descubrimos al fin cuál será ese Hotel Infierno que nos anunciaba el título.

Tras dos capítulos a modo de introducción presentándonos a los “malos” de la historia, Surray nos da a conocer a una joven pareja justo en el momento más inoportuno para ellos, vaya, pues están a punto de refocilarse entre las sábanas. Mickey Kellerman es el atractivo protagonista, el detective del hotel, de carácter burlón y algo traviesillo con las clientas. En fin, está más pendiente de dejarlas satisfechas que de atender las tartamudeantes y coléricas llamadas de su jefe. La chica es una belleza de gordezuelos y húmedos, como es de rigor en las chicas Surrey, labios. Walter Lemon a su vez también ha sido contratado por los gerifaltes del hotel para que instale allí su serpentarium. Hasta aquí todo resulta muy delirante y locuelo, por lo que me estaba gustando a rabiar. Pero, ay, a partir de este momento, y aún quedaba mucho por delante, todo deviene funcional y algo mecánico. La normalidad y lo previsible comienzan a campar a sus anchas, y si esto hace que la novela sea cada vez menos interesante según se avanza en ella, Surray sabe mantener el pulso. Tras unos excelentes capítulos iniciales, nuestro autor se dedica a contarnos tres crímenes horripilantes estilo giallo no muy diferentes a los que hemos leído en otras novelas suyas (destaquemos su perversa obsesión por las víctimas femeninas brutalmente violadas y asesinadas), como es de esperar con serpientes de por medio recurriendo al facilón truco de que el hecho de que aparezcan estos reptiles será suficiente para provocar el máximo horror. A esto debemos añadir un desenlace que por desgracia desmonta toda la trama fantástica. Como relato criminal es verdad que no disgusta, pero es una lástima que su locura inicial sea olvidada con tanta prontitud. Quizá empuja más a que la sensación final sea negativa el hecho de que el texto acusa un exceso de erratas tipográficas que afean el conjunto sin remisión.


SURRAY, Adam. Hotel Infierno. Ilustración de portada: Antonio Bernal. Barcelona: Bruguera, 1981. 94 p. Bolsilibros Bruguera, Selección Terror; 452. ISBN 84-02-02506-4.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bolsilibro apuntado!!!, Gracias!

Llosef dijo...

Sólo por el brillante principio ya merece la pena.

Black Arrow dijo...

Siempre caían en las mismas fórmulas de molde y te parece que ya leíste lo mismo antes.

Lo de las erratas es un hecho en estos bolsilibros fueran del oeste, policíacas, ciencia ficción o de terror.


Saludos

Llosef dijo...

Sin embargo, siempre se lleva uno sorpresas, Black. O al menos yo me las llevo... ¡Saludos!